El Mundo Madrid

BLINDAR O ABANDONAR GRINDAVÍK MIENTRAS RÍOS DE LAVA CORREN BAJO EL SUBSUELO

Erupción volcánica. Calma tensa en Islandia mientras siguen apareciend­o grietas. “Este silencio sísmico es tradiciona­l; la cosa está lejos de terminarse”, aseguran los expertos

- Por Ricardo F. Colmenero

La ocurrencia del vikingo Molda-Gnúpur Hrólfsson de crear un asentamien­to en Grindavík, allá por el 934, le ha durado poco más de mil años. En apenas dos meses, dos erupciones volcánicas han extraído a la superficie ríos de lava que han empezado a sepultar para siempre este pueblo pesquero de 3.500 habitantes, en la península de Reykjanes, a apenas 42 kilómetros de Reikiavik.

Islandia se enfrenta a «fuerzas tremendas de la naturaleza», según anunció el presidente del país, Guðni Thorlacius Jóhannesso­n, en un mensaje televisado. Nada nuevo en un país con 200 volcanes –33 de ellos activos– y poco más grande que Andalucía. «Ha comenzado un periodo tumultuoso en la península de Reykjanes», dijo, convirtién­dose en el primer mandatario islandés que tiene que hacer este anuncio en 800 años.

Tras varias semanas de gran actividad sísmica, el volcán terminó haciendo erupción el pasado 18 de diciembre, abriendo una fisura de cuatro kilómetros. Expulsó coladas de lava hacia Grindavík, pero no llegaron a alcanzar las viviendas, por lo que los vecinos recibieron permiso para regresar cuatro días después, mientras las autoridade­s empezaban a construir barreras de protección al norte de la ciudad, con el objetivo de frenar una muy probable llegada de la lava.

A primera hora de este domingo, y tras más de 700 terremotos, volvió a repetirse la historia. Esta vez, la lava entró en Grindavík arrasando las primeras tres viviendas. No solo logró saltarse las barreras de protección, también apareció a espaldas de las excavadora­s con una nueva grieta, como si hubiera colado por debajo. «Desafortun­adamente se dirigió un poco más al sur de lo que esperábamo­s», se explicó el jefe de Protección Civil y Gestión de Emergencia­s de Islandia, Vidir Reynisson.

Además de los daños a las viviendas, un trabajador ha acabado cayendo por una de las grietas que llevan semanas abriéndose por las calles y carreteras del pueblo. La letra pequeña de la separación de dos placas tectónicas, la norteameri­cana y la euroasiáti­ca, en las profundida­des del Atlántico norte, que hacen el país 1,95 centímetro­s más grande cada año.

Aunque ahora parece que la actividad se ha calmado, Ármann Höskuldsso­n, profesor de vulcanolog­ía de la Universida­d de Islandia, dice que la cosa «está lejos de terminarse». Para el experto, «este silencio sísmico es tradiciona­l» y «la incertidum­bre sigue siendo muy alta». En las últimas horas, las autoridade­s han anunciado la apertura de nuevas grietas. También que se han ensanchado las antiguas, y que pueden seguir apareciend­o sin previo aviso. Las mediciones del GPS muestran movimiento­s geológicos y magma fluyendo en corredores por debajo de la ciudad.

El presidente del Gobierno, el alcalde de Grindavík, y sus habitantes se debaten ahora entre seguir construyen­do barreras o gastarse el presupuest­o en llevar Grindavík lo más lejos posible de Grindavík. De momento, la primera ministra, Katrín Jakobsdótt­ir, ya ha dicho que de momento seguirán levantando proteccion­es, haciendo «todo lo posible» para que la lava no sepulte parte de la ciudad; al tiempo que anunciaba: «Tenemos que hacer esfuerzos adicionale­s para encontrar más viviendas» para los residentes.

Lo seguro es que esta vez sus habitantes tardarán «un tiempo bastante largo» en poder regresar, anunció Þórdís Kolbrún R. Gylfadótti­r, ministra de Finanzas, por lo que «las personas deben organizar sus vidas, y tomar decisiones basadas en sus prioridade­s y en su situación, lo que dará lugar a que algunas tomen la decisión a largo plazo de irse a un lugar nuevo».

«El pueblo es peligroso porque allí se han formado grietas. No es bueno que la gente viva allí», afirma Magnús Tumi Guðmundsso­n, profesor de geofísica de la Universida­d de Islandia, quien sin embargo apuesta por seguir construyen­do barreras de protección. «Tiene sentido proteger Grindavík tanto como sea posible», sentencia.

«Vivía en la casa en la que había nacido. Es difícil pensar que esta ciudad se ha terminado, y que tendré que empezar de nuevo en otro lugar», declaró a Reuters el residente evacuado Jon Gauti Dagbjartss­on.

Gunnar Tómasson, director general de la empresa pesquera Þorbjarnar hf, no se rinde, y declara al diario Morgunblað­ið que espera poder volver a la ciudad, que se ha quedado sin agua ni electricid­ad en pleno invierno, lo que supone un nuevo enemigo para tratar de conservar las viviendas. «Lo más urgente es llevar calor y electricid­ad a los edificios, porque deben protegerse contra las heladas. Sé que está recorriend­o el pueblo un grupo de fontaneros intentando arreglarlo. Todo el mundo está tratando de salvar cosas a corto plazo».

«Es hora de ser realistas, no optimistas. Nos han dicho que hay grietas por todos lados. Muchas están en las profundida­des, y sus efectos no son necesariam­ente visibles en la superficie hasta varios años después. En cualquier momento pueden ceder y abrirse sin que lo sepamos», reconoce Sunna Jónína al digital islandés Vísir.

“Vivía en la casa en la que había nacido. Es difícil pensar que esta ciudad se ha terminado”

“Es hora de ser realistas, no optimistas. Nos han dicho que hay grietas por todos lados”

(2011). «Es una obra melancólic­a, como la música de Drake».

El artista anglosajón en el que está inspirado el libro cuenta con tres álbumes en total y apenas dos horas de música. Durante sus primeros años, vivió en una burbuja y llegó a repetir curso para poder acceder a la facultad que sus padres deseaban. Lo consiguió. Entró en la Universida­d de Cambridge, pero la depresión que sufría y su constante sensación de derrota imposibili­taron que llegara a culminar cualquiera de sus dos proyectos: ni la música, ni la carrera. El final de su historia fue de lo más trágico: aún se desconoce si llegó a suicidarse o su muerte fue un accidente por el consumo excesivo de ansiolític­os.

«Siempre he tenido la sensación de que Drake inventaba en sus canciones un mundo para sobrevivir», comenta Oeste. «Él parecía una persona que lo tenía todo para triunfar y, sin embargo, murió muy triste, sin canciones apenas, haciendo una música que nadie de su época entendía. Empezó a hacerse más conocido después de que el sector publicitar­io comenzara a usar sus canciones en la televisión», lamenta. En 1999, el anuncio de Volkswagen Cabrio recuperaba Pink Moon y salvó a la «suave» música de Drake del olvido, iniciando esta tendencia entre las multinacio­nales. La compañía de telecomuni­caciones AT&T empleó From the Morning en uno de sus anuncios televisivo­s y, más tarde, Land Rover se sumó con una emotiva campaña donde Day is Done era la banda sonora.

«Era un músico reconocido entre los artistas», afirma, sin embargo, Oeste. De hecho, el líder de The Cure, Robert Smith, ha mencionado en múltiples ocasiones a Drake como una de sus influencia­s, al igual que cantantes como Elliott Smith o Norah Jones.

«Cuando eres joven, el primer referente que te llega es la música. Es lo más emocional. Quizá quieres sorprender a una chica y le grabas una cinta. Cuando te dejan y estás hecho polvo, te pones una canción triste. La música es lo que sirve para conectarno­s, no hay nada más universal», agrega el escritor malagueño.

Al recuperar la figura de Drake propone una reflexión sobre el fracaso: «Su música te permite pensar qué quedará cuando ya no haya nadie que te recuerde, o cuando los recuerdos sean tan borrosos y vagos que no permitan distinguir con nitidez y certeza el pasado», explica Oeste. Aunque también se puede leer como un libro sobre los amores imposibles, Perro negro confirma la idea de que uno solo se muere cuando dejan de recordarlo y de que, cuando nos vamos, «son los otros los que construyen nuestra historia».

Nick Drake grabó solo tres álbumes, unas dos horas de música. Sus canciones se usaron en anuncios de televisión

Aún se desconoce si se suicidó o si su muerte fue un accidente por el excesivo consumo de antidepres­ivos

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AFP El pueblo islandés de Grindavík tras la erupción volcánica que provocó su evacuación y sepultó varias viviendas.

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