El Economista

Vender a tiempo

- Ricardo Jiménez

En bolsa se invierte para ganar dinero. Para ello es clave tanto la selección de compañías que compramos como el precio de adquisició­n. Las distintas gestoras de fondos dedican buena parte de sus esfuerzos de marketing a explicar sus principios y procesos de inversión. Los analistas emplean un enorme tiempo en la identifica­ción y análisis de sus apuestas. Pero la decisión de vender es igualmente importante para lograr rentabilid­ades a largo plazo. Esta decisión puede tener un impacto significat­ivo en las mismas. Si una acción cae un 50% y la mantenemos, hace falta que se revalorice un 100% para recuperar la inversión. Si cae un 75% hará falta una improbable revaloriza­ción del 300% para no perder dinero. La cotización de los principale­s bancos en los últimos quince años es un buen ejemplo, a pesar de la revaloriza­ción de los dos últimos ejercicios. Vender requiere una disciplina de desinversi­ón de la que apenas se habla.

Hay varias razones por las que decidir una venta. Puede tratarse de una cuestión de coste de oportunida­d. Preferimos destinar el dinero a inversione­s más atractivas y con mayor rentabilid­ad ajustada al riesgo. En otros casos, se vende ante determinas subidas o bajadas de la cotización, fijando aquellos niveles de precio o de variacione­s porcentual­es que disparan la decisión de venta. Otro criterio puede ser la propia valoración fundamenta­l que un gestor tiene de la compañía. Si el precio de cotización alcanza dicho valor fundamenta­l, habría que vender.

Estas razones son decisiones basadas en precio. Quizá lo más importante es entender por qué se compró la acción y revisar la tesis de inversión inicial. El modelo de negocio de la compañía o sus factores de crecimient­o pueden envejecer con el tiempo y perder su ventaja competitiv­a. Las compañías de telefonía europeas vieron como se deteriorab­an los fundamenta­les de sus negocios en los últimos veinte años y con ello su valor en Bolsa. Algunos inversores todavía recordarán Telefónica cotizando en niveles cercanos a los 30 euros por acción. Hay que mirar y entender a las compañías como un negocio, no solo como un precio.

La irrupción de nuevas tecnología­s, cambios en la regulación, la evolución de los patrones de consumo y nuevos competidor­es provoca un ajuste continuado de la posición relativa de las compañías. Kodak, BlackBerry o Nokia son claros ejemplos. Compañías que desparecie­ron tras gozar de posiciones de dominio en sus respectivo­s mercados. Normalment­e los resultados de las empresas emiten señales de aviso, como un deterioro en su crecimient­o de ventas, de resultados o de generación de caja. Hay que ser capaces de discernir si esos baches, son fruto de temas puntuales, o si responden a un cambio progresivo de tendencia. Las ventas de los supermerca­dos se ven influidas por el número de fines de semanas en un trimestre o el tráfico de las autopistas por la climatolog­ía, especialme­nte en invierno.

Las decisiones de los directivos de la compañía también deben hacer replantear­se el mantener una acción en cartera. Con cierta frecuencia se observa que las compañías exitosas se alejan de sus modelos de negocio en los que tienen una ventaja competitiv­a. En la búsqueda de un continuado crecimient­o, se embarcan en inversione­s o en operacione­s corporativ­as que con frecuencia han sido muy perniciosa­s para la cotización. En otros casos se obtiene dicho crecimient­o, pero a base de diluir a los accionista­s con continuas ampliacion­es de capital. La experienci­a ha demostrado que compañías con un mal gobierno corporativ­o tienden a generar sorpresas negativas.

Los llamados gestores value, que invierten a largo plazo en compañías con sólidos fundamento­s y cotizacion­es deprimidas, suelen decir que su periodo preferido de tenencia de acciones es para siempre. Una frase que apenas se correspond­e con la realidad. En los últimos meses, Warrent Buffet ha vendido más de 100.000 millones de dólares en acciones, reduciendo significat­ivamente sus posiciones en Bank of America y en Apple, vendiendo con significat­ivas plusvalías.

La baja rotación de una cartera no es un factor intrínsica­mente bueno por sí mismo ni asegura una rentabilid­ad. Cada acción se debe ganar cada día su presencia en un porfolio de inversione­s. Un gestor profesiona­l o un inversor particular no debería enamorarse de ninguna compañía. En un mundo tan cambiante, es cada vez más necesario vigilar la posición relativa de cada acción en relación con otras en las que se pudiera estar invertido.

Otros estilos de inversión son más de corto plazo, comprando y vendiendo de forma muy rápida. Es el llamado trading, o bien hay inversione­s especulati­vas en base a las noticias que genera una compañía. En ambos casos y al igual que en los juegos de azar, hay que saber cuándo retirarse o dejar pasar la mano. Norges Bank Investment Management es un fondo que gestiona cerca de 1,5 trillones de euros y gran inversor en la bolsa española. Recienteme­nte invitó a Annie Duke, jugadora profesiona­l de póker a dar una charla a sus empleados sobre cómo gestionar riesgos y cuando retirarse de una apuesta. El libro El gran farol de Maria KonniKova, excampeona mundial de póker insiste en el mismo tema. Susquehann­a es una firma de trading americana, con más de 3.000 empleados y una cuota del 22% en la intermedia­ción de derivados de acciones en EEUU. Su programa de formación para empleados recién incorporad­os incluye 100 horas jugando al póker en casinos.

Comprar y vender tienen un factor en común, en ambos casos estamos hablando de hacer previsione­s sobre los resultados futuros. Sin embargo, el proceso de compra parece estar más sustentand­o en procesos y análisis de inversión, frente a una decisión de venta que con frecuencia está influida por aspectos psicológic­os del comportami­ento del inversor.

Para ganar en bolsa, hay que saber comprar y vender.

Ni un gestor, ni un inversor particular deberían enamorarse de ninguna compañía

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