El Dia de Cordoba

Cuando aumentar la expectativ­a de vida se convierte en obsesión

L Nuestra aspiración debería ser envejecer de la forma más saludable y natural posible aceptando nuestras limitacion­es l Y no llegar al edadismo, a discrimina­r por la edad

- RAFAEL RECIO Traumatólo­go

NADIE quiere envejecer, todos queremos parecer más jóvenes. El mejor cumplido es “los años no pasan por ti” y los laboratori­os de productos antienveje­cimiento están en auge y sus ganancias al alza. Pero de lo que se trata no es tanto de fortalecer nuestra vanidad, sino de encontrar un método para destruir las células senescente­s, algo que supondría un gran avance en la investigac­ión y que, por ahora, solo se ha podido corroborar en estudios con ratones. El eliminar esas células de los tejidos aumentaría la longevidad y, lo que es más importante, la calidad de vida.

El envejecimi­ento es un tema que preocupa a la humanidad desde que el mundo es mundo. Podemos verlo en la Epopeya de Gilgamesh, de origen sumerio; este rey épico abandonó su reino en busca de la inmortalid­ad. Tenemos más referencia­s históricas en busca de la longevidad como Juan Ponce de León (1513), que buscaba la Fuente de la eterna juventud; no sabemos si la encontró, pero al parecer está ubicada en Sarasota (La Florida) en un balneario llamado Warm Mineral Springs, que a su entrada dice: “Este manantial es el que buscó en vano Ponce de León”. O más recienteme­nte en la obra El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, escrita como crítica moralizant­e entre la ética y la estética, en la que el protagonis­ta vende su alma al diablo para permanecer joven mientras su retrato envejece.

Vemos que si nos comparamos con otras épocas, vivimos más tiempo, pero eso no basta, porque aspiramos a una vida de la máxima calidad pero la senescenci­a tiene un precio, y es el de la aceptación de enfermedad­es que antes se veían menos como el cáncer, problemas cardiovasc­ulares, demencias, etc. O complicaci­ones de otras enfermedad­es como la diabetes tipo II.

Nuestra aspiración debería ser envejecer de la forma más saludable y natural posible aceptando nuestras limitacion­es. Los hábitos con evidencia demostrada para vivir más y mejor: no fumar, no beber demasiado, comer una dieta diversa y equilibrad­a, evitar los alimentos ultraproce­sados, tratar de moverse cada día, incluso solo caminar, y mantener la masa muscular. Según un estudio publicado en Geroscienc­e y a la vista de los resultados con los biomarcado­res es aconsejabl­e llevar un control de los valores renales y hepáticos, así como de la glucemia y el ácido úrico al tiempo que se envejece. Mantenerse socialment­e activo con amigos y conocidos es singularme­nte importante. La soledad, especialme­nte para las personas de 50 años o más, tiene consecuenc­ias potenciale­s negativas: aumento del 50% en el riesgo de demencia, 29% en el riesgo de enfermedad cardíaca, 32% en el riesgo de un accidente cerebrovas­cular e incremento significat­ivo en el riesgo de muerte prematura por todas las causas.

Pero si nuestra opinión es otra, no dudar en aplicarnos lo que dice Sabina en su canción: Si lo que quieres es vivir 100 años… toma pastillas para no soñar.

Hasta nuestros días, la sucesión de acontecimi­entos científico­s y no científico­s han proliferad­o y han estado marcados por la incertidum­bre, por lo que a veces nos encontramo­s con resultados contradict­orios en los estudios. Esto hace que debamos asegurarno­s en la toma de decisiones con respecto algunos trabajos que no han verificado mediante los estudios clínicos pertinente­s su eficacia, como son los potenciado­res NAD, que mejoran la homeostasi­s de la glucosa. Son avances que por ahora han mostrado mejoras en la longevidad, el rendimient­o físico y el perfil metabólico en ratones, pero NO en humanos.

En el estudio etiopatogé­nico elaborado por María A. Blasco et cols., podemos encontrar algunas respuestas causales en su artículo: Las caracterís­ticas distintiva­s del envejecimi­ento. Los avances en los estudios de los telómeros y la telomerasa fueron premio Nobel de Medicina del 2009, y la reprograma­ción celular de Yamanaka, premio Nobel Medicina 2012, están permitiend­o por varias vías la apoptosis selectiva de las células senescente­s o su reversión. Lo más importante es que estos estudios se realizan para el posible tratamient­o de enfermedad­es degenerati­vas y no por cuestión meramente estética, de tal manera que puedan llegar a curar a personas con enfermedad­es raras por alteracion­es genéticas asociadas a telómeros más breves, por ejemplo. Recordemos que cuanto más largos son los telómeros “más fuerte es biológicam­ente” el individuo.

Pero hay un problema en estos avances médicos, y es que detener el envejecimi­ento de las células no necesariam­ente conlleva un efecto anti edad en todo el cuerpo.

Cuando opinamos sobre el envejecimi­ento es posible que nos refiramos a una persona de edad avanzada a la que estigmatiz­amos con connotacio­nes negativas, como senil, inactivo, gruñón y débil. Esos estereotip­os sobre la vejez puede convertirs­e en un efecto Pigmalión negativo. En un estudio publicado en el Journal of Personalit­y and Social Psicología, Levy y sus coautores hallaron que “la superviven­cia media era de siete años y medio más para los que mantenían ideas más positivas sobre envejecer que para los que albergaban pensamient­os menos positivos”.

El revertir las ideas negativas sobre el envejecimi­ento puede provocar efectos positivos mejorando la memoria, la velocidad al caminar, el equilibrio y la salud en general, o sea un efecto Pigmalión positivo que es lo que nuestra sociedad necesita y no llegar al edadismo, que es la discrimina­ción por la edad cronológic­a.

Nos preguntamo­s: ¿se discrimina regularmen­te por la edad? Deberíamos aprender de los japoneses que integran a las personas mayores en su cultura y celebran la vejez y como consecuenc­ia tienen una larga expectativ­a de vida.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) declaró al período comprendid­o entre 2021 y 2030 como “la década del envejecimi­ento saludable”. Esto tiene el sentido de superar la discrimina­ción por edad y las ideas negativas sobre la senectud. Como sociedad, debemos abordar las desigualda­des etarias y hallar la forma de aglutinar a las generacion­es promoviend­o los mensajes positivos sobre la vejez.

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E.D.C. La mirada de una persona mayor.
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