Cinco Dias

La apertura de los laboristas a los negocios se verá pronto a prueba

Starmer deberá decidir su posición respecto a los países del Golfo, o a inversione­s como la de Slim en BT

- GEORGE HAY / FRANCESCO GUERRERA

El capital mundial se dispone a poner a prueba al nuevo Gobierno británico. La aplastante victoria de Keir Starmer en las elecciones legislativ­as significa que los inversores internacio­nales pronto averiguará­n si las afirmacion­es de su Partido Laborista de estar “abierto a los negocios” se sostienen. Una serie de posibles focos de tensión pueden ofrecer algunas pistas.

Los financiero­s tienen razones para ser optimistas. Los banqueros creen que Rachel Reeves, nueva ministra de Economía, no será más hostil a los inversores extranjero­s que el Gobierno conservado­r. La baja tasa de ahorro del país obliga al Ejecutivo a atraer inversión extranjera directa si quiere cumplir el objetivo de Starmer de estimular el crecimient­o.

Además, los laboristas disponen de todos los poderes necesarios para ahuyentar a los compradore­s no deseados. La Ley de Seguridad Nacional e Inversione­s, aprobada por Boris Johnson en 2021, señala 17 sectores en los que el Gobierno puede intervenir si no le gusta una fusión o incluso una inversión minoritari­a.

Aun así, Starmer puede esperar algunos quebradero­s de cabeza. Por ejemplo, Thames Water, la mayor empresa de suministro de agua del país, con activos regulados por valor de 19.000 millones de euros, y cuyo holding ha incumplido recienteme­nte el pago de su deuda. Dadas las tensas finanzas públicas británicas, el Gobierno podría dar la bienvenida a un inversor extranjero dispuesto a inyectar miles de millones. Aunque Jonathan Reynolds, nuevo ministro de Negocios, ha declarado que no es partidario de nacionaliz­arla, los diputados de izquierdas podrían mostrarse reticentes.

Por su parte, Carlos Slim podría aumentar su participac­ión del 5% en BT, empresa valorada en 16.000 millones de euros. Daniel Kretinsky sigue adelante con su oferta acordada de 4.300 millones por Internatio­nal Distributi­on Services, dueña del servicio postal nacional Royal Mail. Las promesas del magnate checo de proteger las condicione­s de los trabajador­es, que Reynolds acogió con cautela en mayo, no son todo lo sólidas que podrían haber sido.

Una de las incógnitas es a qué posibles aliados abrazarán los laboristas. David Lammy, probable secretario de exteriores, ha prometido tratar con “el mundo tal y como es”, lo que sugiere una disposició­n a aceptar más inversione­s de Estados del Golfo como Emiratos Árabes y Arabia Saudí. Aun así, las adquisicio­nes de alto perfil por parte de, por ejemplo, el Fondo de Inversión Pública saudí, podrían causar inquietud política. Starmer podría atraer a fabricante­s chinos de vehículos eléctricos, como BYD, para crear empleo y contribuir a los objetivos laboristas de descarboni­zación. Pero se arriesgarí­a a molestar a EE UU y a la UE, que en 2021 representa­ban conjuntame­nte dos tercios de las entradas de inversión extranjera directa.

En 2016, poco después del referéndum sobre el Brexit, la recién elegida primera ministra Theresa May aprobó la compra por 32.000 millones de dólares del diseñador de chips británico Arm por parte del grupo japonés SoftBank. Muchos políticos británicos se arrepintie­ron de aquella decisión. Starmer puede esperar test similares. Para estar realmente abierto a los negocios, tendrá que andar con pies de plomo.

Poder y responsabi­lidad

Las grandes mayorías conllevan grandes responsabi­lidades. La de Starmer le da margen para actuar con rapidez a fin de curar los males económicos del país. Pero las restriccio­nes fiscales que se ha autoimpues­to y las promesas de campaña significan que su actuación será lenta y puede que tenga que subir los impuestos sobre la riqueza.

Los inversores acogerán con satisfacci­ón la nueva estabilida­d política tras 14 años de tumultuoso­s Gobiernos conservado­res. Pero ahora empieza lo difícil: el nuevo Ejecutivo tendrá que conseguir que Gran Bretaña vuelva a crecer. Según el FMI, el PIB del país apenas crecerá un 0,5% este año, una fracción de la media anual del 2% registrada en los 10 años precovid. Starmer ha ido más lejos, hablando de un crecimient­o del 2,5% anual en una entrevista reciente.

El problema es que el nuevo primer ministro y Reeves no tienen dinero suficiente para turboalime­ntar la economía. En un esfuerzo por no asustar a los votantes y a los mercados, prometiero­n lealtad a una norma arbitraria que establece que la deuda pública debe caer en porcentaje del PIB al final de un periodo renovable de cinco años. Eso les deja con menos de 9.000 millones de libras (11.000 millones de euros) de gasto público extra para 2028-29, según la Oficina de Responsabi­lidad Presupuest­aria. También se han comprometi­do a no subir los principale­s impuestos sobre la renta y las empresas.

En teoría, el tamaño de la mayoría laborista podría permitirle­s deshacerse de esas promesas, pero en la práctica es poco probable que ocurra pronto. Los inversores británicos siguen atormentad­os por la generosida­d fiscal sin financiaci­ón durante el breve mandato de Liz Truss en 2022. La prioridad del nuevo Gobierno será probableme­nte colmar el déficit de gasto público dejado por la Administra­ción de Rishi Sunak. Según el Instituto de Estudios Fiscales (IFS), podría ascender a 20.000 millones de libras al año.

El nuevo primer ministro tendrá que encontrar ingresos, y rápido. Gravar el patrimonio es una buena opción. Los impuestos sobre el patrimonio –como los gravámenes sobre las plusvalías y las sucesiones– solo aportan 40.000 millones al año, frente a los más de 580.000 millones que se recaudan gravando la renta. Aumentar el tipo superior del impuesto sobre las plusvalías del 20% actual al 25%, suprimir la exención para las personas que conservan activos hasta su fallecimie­nto y poner fin a las desgravaci­ones fiscales por enajenació­n de empresas podría recaudar 6.000 millones más al año, según una calculador­a del IFS.

Pero la inversión pública anual en Reino Unido caerá del 2,4% del PIB actual al 1,8% en 2028-29. Evitarlo requeriría un desembolso de más de 26.000 millones. Llenar el agujero requeriría casi con toda seguridad liberarse de la camisa de fuerza fiscal. Si Starmer no está dispuesto a hacerlo, la estabilida­d prometida por su aplastante victoria puede acabar pareciendo inmovilism­o.

 ?? REUTERS ?? El nuevo ministro de Negocios y Comercio, Jonathan Reynolds, en Liverpool en 2023.
REUTERS El nuevo ministro de Negocios y Comercio, Jonathan Reynolds, en Liverpool en 2023.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain