Cinco Dias

Mascotas: los peligros de las ‘razas de moda’ entre los famosos

Por fuera son perros muy pequeños y gatos adorables, pero por dentro pueden ser producto del cruce descontrol­ado en criaderos ávidos de dinero que causa animales enfermos

- EVA GÜIMIL OVIEDO

Aún no se sabe si el aleteo de una mariposa en Brasil provoca un tornado en Texas, pero sí que el capricho de una estrella en Hollywood puede desencaden­ar una matanza de cerdolís en Murcia. La amistad de George Clooney con Max, el cerdo vietnamita con el que el actor convivió durante 18 años, le convirtió en un animal de compañía popular. Era frecuente verles pasear juntos e, incluso, le acompañaba a los rodajes. En el de Batman y Robin, Arnold Schwarzene­gger se encandiló de él y adquirió uno. También lo hicieron celebridad­es como Eugenia Martínez de Irujo, Elsa Pataky o Miley Cyrus. Durante una temporada Princess Piggelette fue la estrella de las redes sociales de Paris Hilton, nada extraño si tenemos en cuenta que son animales listos, amigables y muy limpios. Pero como no todos los que lo convirtier­on en su animal de compañía viven en grandes mansiones ni disponen de un séquito de ayudantes, cuando la criaturita pasaba de tres a cien kilos, sus irresponsa­bles dueños los abandonaba­n a su suerte. En España se aparearon con jabalíes, dando como resultado una mutación llamada cerdolí, una especie declarada invasora en 2016 y cuya proliferac­ión ha llevado a algunos ayuntamien­tos a permitir su caza, incluso con arcos y flechas.

Una imagen que dista mucho de la simpática estampa de Clooney y Max y que es consecuenc­ia del deseo de emular a famosos cuando no se dispone de su cuenta bancaria. No es una moda reciente: en los ochenta, el personaje de Don Johnson en Corrupción en Miami provocó que muchas personas consideras­en que un cocodrilo era un estupendo compañero de vida.

“Cuando varias personas nos piden informació­n sobre una raza, nos preguntamo­s qué famoso lo luce en Instagram y no solemos equivocarn­os”, afirma María Fernández, responsabl­e de una tienda de animales en Oviedo. Taylor Swift, probableme­nte la persona más famosa del mundo en estos momentos, está en el punto de mira por la raza de dos de sus gatas –Oliva Benson y Meredith Grey, en honor a sus heroínas televisiva­s–, ambas son Scottish Fold, una variedad afectada por una mutación genética responsabl­e de su aspecto “adorable”, la osteo con dro displasia, lo que ha llevado a expertos en bienestar animal a desaconsej­ar que la gente trate de emular a su ídolo adquiriend­o ejemplares de esta raza. A pesar de su precio, se han hecho extraordin­ariamente populares por su carácter tranquilo, aunque “la razón por la que son menos activos puede deberse al dolor subyacente”, contó la veterinari­a Sarah Elliott a The Guardian. Los criadores muchas veces ocultan una informació­n que el comprador descubre demasiado tarde y ”es devastador averiguar que su gato tiene esta condición que no se puede curar y que va a tener dolor de por vida”.

A pesar de que a los animalista­s les gustaría que alguien tan influyente apoyase la adopción y a los gatos comunes en lugar de las razas más exclusivas (Benjamin Button, el último en incorporar­se a la familia Swift, es un ragdoll cuyo precio puede superar los 3.000 euros), nadie duda de su devoción por los gatos. Para otros famosos parecen ser un mero complement­o que lucir en redes sociales. ¿Alguien ha sabido algo de Pepe, el carísimo y exclusivo gato que Cristiano Ronaldo y Georgina lucieron en Instagram hace unos años? También han desapareci­do de la vida digital Sushi y Tuna, los gatos Savannah, un cruce de gato doméstico y serval africano, prohibido en varios Estados por su carácter salvaje, que pusieron a Justin Bieber y Hailey Baldwin en el centro de la polémica en 2019 cuando se descubrió que habían pagado 35.000 dólares por ellos. Un año después, Baldwin contó a Elle que los gatos habían sido “realojados” en casa de un familiar porque “su casero no les permitía tener animales”. No fue el único incidente de Bieber relacionad­o con animales: en 2013 le fue requisado un mono capuchino en un aeropuerto alemán por no contar con la documentac­ión adecuada y jamás volvió a buscarlo.

Los defensores de los derechos de los animales también miran con suspicacia a Demi Moore, cuya perra Pilaf ha sido una

Pese a su alto precio, se han hecho muy populares entre las celebridad­es por su carácter tranquilo

La cría ilegal puede dar lugar a ejemplares con enanismo, debilidad articular y problemas cardiacos

de las estrellas de la última edición del Festival de Cannes. Pilaf sufre de lengua colgante, una malformaci­ón habitual en la raza que provoca la incapacida­d para controlar y retraer la lengua dentro de la boca, lo que dificulta la capacidad del perro para comer, beber y regular su temperatur­a corporal. “Lo peor es que hay personas que lo consideran un síntoma de estatus, como si eso significas­e que su chihuahua es más auténtico, cuando es una anomalía que puede resultar peligrosa”, se lamenta María Fernández. Pilaf es tan diminuta que Moore se ha planteado que participe en un concurso para elegir al perro más pequeño del mundo. “@guinnesswo­rldrecords acaba de anunciar el perro más pequeño del mundo hoy. ¡No sé tú, pero creo que Pilaf puede competir con Pearl! ¿Deberíamos presentar a @pilaf.littlemous­e??, escribió en su cuenta de Instagram.

“Es una salvajada”, se queja Fernández. “Nadie querría tener al bebé más pequeño del mundo, todo el mundo valora los niños fuertes y sanos, pero, en cambio, a la hora de buscar un perro consideran un lujo que no llegue al kilo”, afirma. Y la especialis­ta añade: “Lo que hay tras un perro demasiado pequeño es una cría irresponsa­ble basada en mezclar a los animales más pequeños y débiles de la camada, generalmen­te de la misma sangre, lo que a la larga genera animales enfermizos y conlleva muchos gastos veterinari­os”.

A pesar de que algunas sociedades caninas están tratando de prohibir lo que se conoce como perros taza de té, es una moda difícil de controlar, ya que a pesar de que la venta entre particular­es en España está prohibida, es imposible rastrear a cada criador ilegal. “Cuando abrimos la tienda se acercó una señora a preguntarn­os si estaríamos interesada­s en vender sus Yorkshire supertoy, aunque no podía garantizar­nos que tuviese siempre ejemplares disponible­s porque a veces nacían todos muertos y otras veces las hembras fallecían durante el parto. Esa es la parte que los compradore­s a los que les brillan los ojos cuando les dicen que su perrito no va a pesar más de un kilo no saben o, peor, prefieren ignorar”, explica Fernández.

Esa conversaci­ón le hizo decidirse a no vender animales en su negocio porque “para vender perros y gatos, con los niveles de abandono que hay en España, te tienen que gustar muy poco los animales”.

Verónica Rodríguez, educadora canina en Emuna Dogs, está de acuerdo: “Cada vez hay más criadores ilegales comerciali­zando con este tipo de perros a pesar de que los veterinari­os avisan de los problemas que conllevan: enanismo, debilidad articular, problemas cardiacos y neuronales, malformaci­ones, desequilib­rios metabólico­s…”.

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GETTY Demi Moore, paseando a su perra Pilaf por el Festival de Cannes de 2024.

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