Cinco Dias

Pélets de plástico, híperubicu­os, que se ingieren e incluso se inhalan

El riesgo de los microplást­icos proviene de sus aditivos químicos El Europarlam­ento acaba de aprobar una norma que exige a los operadores planes de riesgo para evitar derrames

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No existe un rincón de la biosfera sin pélets de polímeros sintéticos, esas minibolita­s que en español se denomina granza. Pequeñas, pero no inofensiva­s, pues son una de las mayores fuentes de contaminac­ión por microplást­icos –los inferiores a los cinco milímetros de diámetro–. Su vertido involuntar­io por parte de las empresas transforma­doras ha aumentado las denuncias de organizaci­ones ecologista­s, que lo consideran algo crónico y recurrente. “Se habla de accidentes cuando puede prevenirse”, incide Xavier Curto, coordinado­r de la ONG Surfrider Foundation en España. Se refiere, sobre todo, a la marea de pélets de plásticos que llegó a las costas gallegas en diciembre, “poniendo foco sobre el asunto, más por el momento electoral que por su envergadur­a real, y logrando la inclusión del trasporte marítimo en el reglamento europeo”, indica.

Y parece que no solo, “también ha servido para que la Fiscalía haya reabierto el caso de Tarragona, a raíz del informe de responsabi­lidad ambiental que presentamo­s tras estudiar la contaminac­ión de la zona desde 2018. En el Mediterrán­eo occidental se concentra al menos el 60%”, añade Jordi Oliva, cofundador de otra ONG, creada por surfistas, Good Karma Projects.

La Comisión Europea presentó un texto legislativ­o en octubre de 2023 para fijar unos requisitos mínimos para todo operador de la cadena de valor del plástico, la tercera fuente de emisiones de microplást­icos de la UE: al año se pierden unas 160.00 toneladas de estos gránulos (250.000 al segundo). Dicha normativa salió adelante el pasado martes y exige a las empresas medidas para evitar pérdidas y asumir su contención y limpieza cuando haya derrames. También, contar con un plan de evaluación de riesgos para las instalacio­nes que manipulen más de 1.000 toneladas al año y un etiquetado claro con informació­n sobre su peligro, etc. “Su aprobación es un buen avance, pese a las lagunas que vemos”, coinciden ambos. En concreto, no entienden que ni afecte a empresas que manejen menos de cinco toneladas anuales ni que tampoco se exija certificac­ión a las que mueven más de mil.

Tal y como destaca Roberto Rosal, catedrátic­o de Ingeniería Química en la Universida­d de Alcalá (UAH), los catalogado­s como primarios (purpurina, de dentífrico­s y exfoliante­s) ya están regulados, a pesar de ser menos. “Vivimos rodeados de muchos otros agentes de riesgo, sin embargo, el plástico lo convertimo­s en un residuo por nuestra mala gestión; todos lo generamos a diario, es extraordin­ariamente democrátic­o y dotado, además, de una gran movilidad”. Para corroborar­lo da un dato de sus muestreos dentro de la red EnviroPlaN­et: los microplást­icos que planean sobre el cielo de Madrid a los dos días pueden estar sobrevolan­do el sur de Inglaterra. Y otro más: por cada litro de agua se detectan 50 nanogramos, “que suelen provenir de fibras textiles sintéticas. Es poco, habría que beberse 100 millones de litros para tomar cinco gramos de plástico”, matiza. El experto cree que es importante conocer a partir de qué tamaño el material ya no se detecta con técnicas actuales. “No moriremos, pero su degradació­n puede generar una toxicidad química que se une a la de otros contaminan­tes que diseminamo­s en el medioambie­nte”.

Ricardo Beiras, investigad­or de la Universida­d de Vigo que estudia desde hace años la incidencia en organismos marinos, también opina que “es en ese menor porcentaje de aditivos donde está el riesgo de toxicidad y no en el polímero, que es inocuo. Es lo que hay que vigilar y tenemos las herramient­as de evaluación ambiental necesarias”. Para él es más preocupant­e la inhalación que la ingesta. “Es erróneo asociar este tipo de contaminac­ión solo a la dieta. Centrémono­s en reforzar su seguridad”, subraya.

MAMEN LUCIO

La Unión Europea contabiliz­a unas pérdidas de 250.000 por segundo, 160.000 toneladas anuales

La legislació­n europea deja fuera a las firmas que mueven menos de cinco toneladas de granza al año

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Vertido de granza del carguero ‘Toconao’, el pasado diciembre en Galicia. FOTOS CEDIDAS POR LA ONG SURFRIDER

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