Cinco Dias

La moda reclama como joya de tendencia un anillo que ha significad­o tanto a la aristocrac­ia como a la cultura urbana, los raperos y ahora, las marcas de lujo

- GETTY IMAGES

Qué tienen en común Carlos de Inglaterra, Rosalía y los Soprano? A simple vista, poco. Pero si fuéramos a trazar un vínculo entre ellos este tendría forma de anillo grueso, plano por arriba, colocado probableme­nte en el dedo meñique de la mano, quizá adornado con algún rubí o un escudo familiar y con un peso simbólico muy superior al del oro de sus quilates: un anillo sello, una pieza de joyería que hoy no entiende de géneros y que a lo largo de la historia se ha interpreta­do por culturas tan en las antípodas como lo son la realeza y la nobleza, los capos de la mafia en la década de los cincuenta, la cultura hip hop de los años ochenta, los bakalas de finales de siglo, las niñas de comunión o las sagas familiares que inspiran vidas como las de la película Saltburn.

Curiosamen­te, el anillo sello no ha necesitado nunca ser la joya más valiosa o espectacul­ar de un joyero para poseer su mayor simbología: tradiciona­lmente habla de linaje, de historia, de poder y de herencia, un recordator­io muy visual del privilegio de algunas familias, de antepasado­s importante­s y de ganas de demostrar un estatus. Su orígenes se remontan a Mesopotami­a e incluso Plinio el Viejo en su obra maestra Historia natural reflexionó sobre los usos de este accesorio. Hoy, otra vez, vive un nuevo tiempo y una nueva significac­ión, reconverti­do en pieza de moda por parte de marcas como Miu Miu, Margiela y Bottega Veneta, con embajadora­s como Rosalía, y reivindica­da por la generación Z como símbolo moderno de autoexpres­ión.

“Es de las pocas joyas masculinas que sobreviven a la Revolución francesa. En el mundo burgués del XIX cambian la idea y la forma de la masculinid­ad”, comenta Roger Bastida, historiado­r del arte especializ­ado en los estilos de vida de los siglos XIX y XX, y asegura que el sello con el escudo nobiliario es de las pocas joyas que se mantienen en el atuendo masculino, junto al alfiler de corbata, la cadena del reloj o el anillo de casado. “Al ser de las pocas joyas masculinas que sobreviven al paso del XVIII al XIX, muchas subcultura­s le darán uso. Los elegantes o petimetres, más adelante los dandis. También los nostálgico­s de un régimen anterior o los arribistas que quieren ser percibidos de un cierto modo o revestirse de una cierta elegancia”, añade.

Si tuviéramos que situar el anillo sello en algún lugar de la historia ese sería Inglaterra: el rey Juan selló la Carta Magna en 1215 con el suyo; Eduardo II estableció que todos los documentos oficiales deberían firmarse con el sello del rey, y durante la época victoriana, los anillos para el meñique se pusieron de moda entre la nobleza británica gracias a

AMAIA ODRIOZOLA

los hijos de la reina Victoria, quienes como recordó la revista Town & Country siguieron el ejemplo de los alemanes y comenzaron a apilar sus anillos de boda y de sello en su meñique izquierdo, iniciando una larga tradición real que continúa hasta el día de hoy.

El rey Carlos usa el suyo desde la década de 1970: lo llevaba en su compromiso con la princesa Diana en 1981, lo llevó en su boda con la reina Camilla en 2005 y no se lo ha quitado desde entonces. Esta reliquia familiar está grabada con el escudo oficial del príncipe de Gales, tiene más de 175 años y perteneció anteriorme­nte a su tío, el duque de Windsor. Con la llegada del siglo XX el anillo sello vivió un cambio: se convirtió en una joya. Los diseñadore­s que revolucion­arían la moda femenina lo adoptaron: Jean Cocteau, Schiaparel­li y Coco Chanel lucían sellos en el meñique, y la conocida joyera Suzanne Belperron lucía uno de cristales y diamantes. Así que firmas como Cartier y Van Cleef & Arpels comenzaron a diseñarlos no ya como una pieza de legado familiar sino como una joya más.

Al mismo tiempo, la tendencia del anillo sello en el meñique cruzó el charco con el 32 presidente estadounid­ense Franklin D. Roosevelt, pero también en las manos de las estrellas del siglo: en la música, Frank Sinatra, Elvis, James Brown. Fueron las actrices del momento quienes le dieron el visto bueno definitivo para el atuendo femenino: Louise Brooks, Bette Davis, Ingrid Bergman y Mae West lucían este tipo de anillos.

El encanto del anillo meñique continuó durante los años cincuenta, sesenta y setenta. Hollywood utilizó su magnetismo para retratar personajes no tan glamouroso­s. Los mafiosos y capos vestían camisetas de tirantes blancas y tomaban sus decisiones con un signet ring que les identifica­ba con su causa. De hecho, el anillo sello ha retratado a muchos villanos, casposos y antihéroes de la ficción: “Este salto de una clase social a la otra se repetirá en el contexto de la cultura del hip hop de los 80, en EE UU. Cuando los artistas, normalment­e de barrios deprimidos, empiezan a ganar dinero, se lo ponen todo encima. Puede que todavía no tengan dinero como para comprarse una mansión, pero sí pueden optar por el adorno personal, marcar la diferencia, señalarse” y en este contexto, el sello es un símbolo perfecto, analiza Bastida.

Hoy es Rosalía, referente de la generación Z, la que luce sellos en sus dedos. La firma definitiva como pieza de moda la ha dado la marca italiana Miu Miu, marcando su logotipo en piezas de oro y plexiglás, pero también firmas tan dispares como Margiela (esmaltados y con detalles de cristal) o la joyería Suárez (con piedras preciosas como el lapislázul­i, el ónix o la malaquita) han creado nuevos sellos esta temporada. Algunas marcas que interesan a los zeta también diseñan sellos, como Rebus, Dina Kamal, Mejuri, Vrai o David Yurman.

Es de las pocas joyas que sobreviven a la Revolución francesa

Sus orígenes se remontan a Mesopotami­a e incluso Plinio el Viejo reflexionó sobre los usos de este accesorio

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Meghan Markle ha lucido en varias ocasiones el anillo sello que llevan desde Rosalía hasta Carlos de Inglaterra.

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