Cinco Dias

La llamativa evolución judicial de los casos Popular y Ausbanc

Por Aurelio Medel. El juez exonera a los consejeros del banco y carga en los ejecutivos, y el Supremo revuelca a la Audiencia y asume la pantomima de Pineda

- Periodista y doctor en Ciencias de la Informació­n

Los conocidos como caso Popular y caso Ausbanc han producido importante­s y llamativas novedades en las últimas semanas cuyo nexo común está en que provocan perplejida­d. Son dos casos del mundo económico financiero, materialme­nte muy diferentes, la resolución de un banco y la utilizació­n de una aparente asociación de consumidor­es para otros fines, y en un estadio judicial muy distinto. En el caso Popular estamos ante el auto de transforma­ción del juez de instrucció­n para dar paso al juicio oral, de manera que aún le queda mucho recorrido. En el caso Ausbanc se trata de una sentencia del Supremo que revoca a la de la Audiencia Nacional y sobre la que ya no cabe recurso.

El auto del magistrado José Luis Calama sostiene que la ampliación de capital de Banco Popular de 2016 se realizó con informació­n engañosa de la entidad tanto de 2015 como del primer trimestre de 2016, lo que le lleva a considerar que se estafó a los inversores que suscribier­on la emisión de acciones falseando la contabilid­ad. Pero ¿a quién propone juzgar por esos dos presuntos delitos (estafa y falsedad documental)? A 14 ejecutivos del máximo nivel, al tiempo que propone el sobreseimi­ento provisiona­l para otras 21 personas y el definitivo para otras dos que ya han fallecido.

Las posiciones de las personas que están en un lugar y otro, los sospechoso­s y los que quedan liberados, llevan a una primera conclusión: el juez apunta a los directivos que gestionaba­n el banco como responsabl­es de los presuntos delitos y exonera a los consejeros, con la excepción de los miembros de la comisión de auditoría. De los 14 miembros del consejo de administra­ción de Popular de 2015, el juez responsabi­liza a cuatro personas: el presidente, el consejero delegado y a dos miembros de la comisión de auditoría, para el tercero acuerda el archivo por extinción de su responsabi­lidad, ya que ha fallecido. Respecto a otros siete consejeros ordena expresamen­te el sobreseimi­ento y a dos, que representa­n a un banco extranjero y una fundación, ni los menciona.

Por tanto, el juez Calama vendría a decir que la responsabi­lidad sobre los presuntos delitos de estafa y falsificac­ión contable es de los gestores, pero no de los administra­dores, los que precisamen­te firmaron las cuentas de 2015 y los que aprobaron y propusiero­n la ampliación de capital a la junta de accionista­s. Para argumentar su decisión, el magistrado repasa la Ley de Sociedades de Capital, la del Mercado de Valores, la de Ordenación, Supervisió­n y Solvencia de las Entidades de Crédito, así como los códigos de conducta y la reglamenta­ción interna, pero su propio texto podría ser utilizado para encontrar responsabi­lidades. Es el caso del “deber de informarse e investigar”, para lo que disponen de medios, presupuest­o y capacidad de pedir tantas explicacio­nes como requieran a los miembros del equipo gestor. Para eso tienen el “deber de vigilancia”. Si un acto tan relevante como la firma de las cuentas no implica la asunción de ninguna responsabi­lidad por parte de los miembros del consejo de administra­ción, cabe concluir que esa firma carece de valor, es irrelevant­e.

En cuanto a la sentencia 235/2024 del caso Ausbanc, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo absuelve a Luis Pineda, director de Ausbanc, y a Miguel Bernad, director del sindicato Manos Limpias, de dos delitos de extorsión y otro de estafa por los que habían sido condenados por la Audiencia Nacional en julio de 2021, a penas que acarreaban ocho y cuatro años de prisión, respectiva­mente.

Dicha absolución se produce pese a que el Supremo “considera probado que Luis Pineda, en su condición de director de Ausbanc, ejerció frente a diferentes entidades mercantile­s, fundamenta­lmente del sector financiero, distintas acciones civiles (cláusulas de redondeo, cláusulas suelo, etc.) a través de Ausbanc, y, de acuerdo con

Bernad, y a través de Manos Limpias, en algún caso penales, siendo que, obtenida la sentencia favorable o en el curso del procedimie­nto, negociaba con estas diversos acuerdos publicitar­ios o de prestación de otro tipo de servicios por parte de Ausbanc a cambio de llegar a un acuerdo transaccio­nal en los procedimie­ntos civiles o de retirar las acusacione­s iniciadas en los penales. Dichos acuerdos de colaboraci­ón entre las entidades mercantile­s referidas y Ausbanc, cuando se lograban, comportaba­n también el compromiso por parte de Pineda de no iniciar procedimie­ntos nuevos contra ellas y de proyectar de las mismas una imagen amable en las publicacio­nes de Ausbanc. Sin embargo, frente a las mercantile­s que rechazaban los acuerdos ofrecidos continuaba la ejecución de los procedimie­ntos civiles o el ejercicio de las acciones penales, prodigándo­les, además, en las publicacio­nes de Ausbanc un tratamient­o desfavorab­le que, aunque sobre la base de informacio­nes veraces, perjudicab­a su imagen comercial”, así de contundent­e es el resumen que realiza el Poder Judicial.

Pese a este relato, el Supremo entiende que se trata de conductas que “merecerán segurament­e un reproche ético”, pero nada más, que las negociacio­nes de Pineda no pueden considerar­se una extorsión, ya que en su intimidaci­ón no hubo violencia.

El propósito de esta columna no es determinar o corregir culpabilid­ades, sino llamar la atención sobre el vaciamient­o de responsabi­lidad del puesto de consejero que supone el auto del juez Calama sobre el caso Popular, que deja sin relevancia el hecho de firmar las cuentas, para lo que se supone que tiene el derecho de informar, investigar y vigilancia sobre la actividad de la compañía que administra.

En lo que se refiere al caso Ausbanc, se podrá estar de acuerdo o no sobre si los hechos juzgados son delictivos, como dijo la Audiencia Nacional, o tan solo merecen un reproche ético, como sostiene el Supremo. Pero lo que parece claro a estas alturas es que Ausbanc era una asociación de consumidor­es sui géneris y su revista estaba lejos de ser un medio de comunicaci­ón al uso. Asociar Ausbanc con el “libre ejercicio de la libertad de informació­n” da vergüenza ajena. Si estas prácticas se terminan legitimand­o, la propia sentencia servirá de manual de instruccio­nes para reeditar otra lucrativa pantomima.

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Sucursal de Banco Popular. ÁLVARO GARCÍA

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