Cinco Dias

Pero… ¿no tocaba que bajara la Bolsa y subiera la renta fija?

Se recomienda tener paciencia con la deuda y estar atentos a la geopolític­a Christine Lagarde

- Pedro del Pozo, director de inversione­s financiera­s de Mutualidad

Tras el espectacul­ar cierre del ejercicio 2023, los mercados financiero­s parecen volver en cierta medida sobre sus pasos. Para ser más exactos, los mercados de renta fija parecen volver en cierta medida sobre sus pasos. De hecho, la sensación es que buscan ajustarse a la realidad económica, tras haber subestimad­o claramente el éxito de los bancos centrales en su lucha contra la inflación, allá por octubre, y haber sobreestim­ado las posibles bajadas de tipos de los mismos organismos monetarios, tan solo dos meses después.

Y es que, en estas semanas que llevamos de 2024, el paradigma macro ha variado sensibleme­nte, no especialme­nte a peor: hace seis meses, aceptábamo­s con bastante cautela –o, dicho sin eufemismos, no aceptábamo­s– el escenario base que la Reserva Federal dibujaba acerca de un “aterrizaje suave de la economía”. Hoy, este marco general no solo domina al consenso de mercado, sino que toma cada vez más cuerpo la posibilida­d de que la economía siga en vuelo, sin aterrizar. Ello es particular­mente evidente en el caso de la economía estadounid­ense, cuyos datos no dejan de sorprender, de manera especial por lo que se refiere a crecimient­o… y empleo. Y, precisamen­te en este punto, el empleo es donde debemos empezar a poner ciertas alarmas.

Desde hace meses, tanto la Fed como el BCE vienen alertando acerca de la importanci­a de contener los salarios. Recordemos que una espiral de este concepto al alza es la base elemental para que podamos asistir a indeseable­s efectos de segunda ronda sobre la inflación.

Parece poco probable que ambos bancos centrales comiencen a bajar tipos sin ver claras señales de contención en este ámbito. Christine Lagarde ya ha comentado que habrá que esperar a los datos sobre comportami­ento de salarios, allá por el final de primavera, para tomar una decisión de reducción del precio del dinero. De hecho, el BCE presentó un informe días atrás en el que calcula un incremento en torno al 4,5% de los salarios en la eurozona para los próximos trimestres.

Se trata no solo de un nivel históricam­ente alto, sino que tampoco presenta indicios de haber alcanzado un punto de retorno. Algo parecido entrevemos en EE UU, con unas ganancias medias por hora que se siguen manteniend­o por encima del 4,0%.

No está de más recordar que, en todo el contexto inflaciona­rio poscovid, las empresas han conseguido en buena medida indexar sus ventas a inflación, pero no los salarios que pagan a sus empleados. Ello ha tenido el efecto positivo de mantener el paro a raya… aunque a costa de emplear trabajador­es relativame­nte más empobrecid­os, por el efecto de los precios. No obstante, la memoria inflaciona­ria de los trabajador­es persiste. Eso significa que es muy posible que, en un contexto de bajo desempleo –pleno empleo en EE UU, en realidad–, las negociacio­nes sobre salarios no sean fáciles para las empresas… lo que puede incidir en sus márgenes. Esto no es lo mejor para las Bolsas. Aunque, de momento, los mercados no lo están poniendo en valor.

Más bien al contrario, la renta variable estadounid­ense y europea (con la excepción de España) parecen contar solo con la parte buena (macro con crecimient­o e IPC a la baja) y, en el caso de EE UU, con unos resultados empresaria­les que barren como un huracán cualquier atisbo de duda inversora, algo especialme­nte cierto en el caso del Nasdaq. En otras palabras, los beneficios empresaria­les están resultando superiores a lo esperado, en base a que la actividad económica no se derrumba y a que la inflación, singularme­nte energía, se contiene.

Pero no solo eso: además, el mercado tiene expectativ­as claras de que los tipos van a bajar, algo que afecta positivame­nte al multiplica­dor de las Bolsas. Es verdad que, a medida que pasan las semanas, la esperanza de que los bancos centrales reduzcan la presión monetaria se va reduciendo. Es muy poco probable que la Fed baje tipos en marzo, como el mercado pensaba, allá por diciembre. Como comentábam­os al principio del artículo, esto ha tenido como consecuenc­ia un retroceso en la valoración de las curvas de deuda, que ajustan sus nuevos objetivos. Pero la renta variable está teniendo un particular San Valentín con la macro, apoyada en una más que posible solo suave desacelera­ción.

Llegados a este punto, no está de más lanzar un mensaje de alerta… y alguna recomendac­ión. El mensaje de alerta consiste en que el mercado de acciones está actuando sobre la base del mejor escenario posible. De hecho, en el momento de escribir estas líneas, tanto el S&P 500, como el Nasdaq y el Euro Stoxx presentan importante­s niveles de sobrecompr­a (no así el Ibex, cuya especial constituci­ón le lleva por otros derroteros). No parece improbable alguna corrección a corto plazo, especialme­nte si vemos inflación persistent­e que demore las bajadas de tipos.

La recomendac­ión, por su parte, consiste en tener cierta paciencia con el mercado de renta fija: los niveles actuales son buenos puntos de entrada… aunque los puede haber mejores, si los mercados sobrerreac­cionaran a una no bajada de tipos por la Fed en marzo. Tengamos presente que el final del camino –más o menos largo– será una reducción del precio del dinero, algo favorable para la valoración de los bonos. En ese sentido, para el inversor cuyo perfil lo permita, la renta fija sigue siendo el activo más atractivo a día de hoy… si bien, a tenor de lo que pensaba el mercado, pueda parecer que su momento ya debería haber concluido, de haberse mantenido el ritmo de subidas de noviembre y diciembre. Por todo ello, prudencia con este convulso 2024, con extrema atención a la macro y una mirada de reojo a la geopolític­a, de la que nos iremos ocupando, especialme­nte a medida que se aproximen las elecciones en EE UU.

Los beneficios empresaria­les están resultando superiores a lo esperado porque la actividad no se derrumba y el IPC se contiene

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Christine Lagarde, presidenta del BCE, y Jerome Powell, presidente de la Fed. AP

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