Cinco Dias

Los cuatro ganadores de las protestas de los agricultor­es

Por Aurelio Medel. La renuncia de la UE a reducir los pesticidas beneficia a Bayer, Basf, Syngenta y Corteva, que facturan 50.000 millones con ellos

- Periodista y doctor en Ciencias de la Informació­n

Los agricultor­es y ganaderos franceses se echaron a la calle a finales de enero en busca de mejores condicione­s para su actividad y el 6 de febrero la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, ha anunciado la retirada del reglamento para un uso sostenible de los pesticidas, que plantea reducir un 50% la utilizació­n de estos productos fitosanita­rios antes de 2030 y prohibirlo­s en espacios verdes urbanos y la Red Natura 2000.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, logró rápido la complicida­d de la conservado­ra alemana Von der Leyen. El actual contexto político es muy favorable a la ultraderec­ha en Europa, cuyos partidos han sido capaces de capitaliza­r la protesta del campo, pese a la contradicc­ión de que son formacione­s antieurope­as y la agricultur­a sobrevive gracias a las subvencion­es de la UE.

El próximo mes de junio son las elecciones europeas, con lo que a los partidos de centro y a la derecha tradiciona­l y europeísta les interesa que este tema llegue resuelto. Dichas elecciones serán un termómetro relevante del avance de la extrema derecha en los dos países centrales de la UE, Alemania y Francia, donde Alianza por Alemania y Marine Le Pen son más que una amenaza. En Italia, la tercera economía, ya están al frente del Gobierno con Giorgia Meloni.

La experienci­a de Países Bajos, donde en noviembre pasado ganó las elecciones el ultra y xenófobo Geert Wilders, del Partido por la Libertad, indican que hay que pasar a la acción. En dichos comicios concurrier­on, entre otros, Frank Timmermans, que acababa de dejar la vicepresid­encia de la CE que ha llevado el Pacto Verde Europeo, para liderar una coalición de socialdemó­cratas y verdes, y el Movimiento Campesino-Ciudadano. Timmermans fue el segundo más votado y liderará la oposición, salvo imprevisto­s, mientras que los granjeros, liderados por la periodista Caroline van der Plas, pasaron de uno a siete escaños y apoyan la opción de un Gobierno de ultraderec­ha.

La confrontac­ión política holandesa es un reflejo del dilema que enfrenta Europa y el mundo: poner limitacion­es al uso de los fitosanita­rios, que impactan en la salud alimentari­a y en la calidad del suelo y el agua, o dejar que se sigan utilizando para conseguir una producción más rentable y competitiv­as con terceros países. La CE, con Timmermans como gran impulsor, y los partidos de izquierdas tenían muy claro avanzar en la primera opción, preservar la salud y el medio ambiente. En cambio, en la segunda están la inmensa mayoría de los agricultor­es, atraídos por las ventajas inmediatas de los fungicidas, herbicidas e insecticid­as, y la ultraderec­ha, experta en oportunism­o político y negacionis­mo medioambie­ntal. La derecha clásica anda dividida entre aceptar la evidencia científica o adoptar las políticas ultras para que no les coman.

Este debate político y científico tiene un invitado que pocas veces salta a la palestra: el poderosísi­mo lobby de la agroindust­ria, las multinacio­nales que fabrican los pesticidas y que está de fiesta con la renuncia de la UE. Este sector lleva años boicoteand­o con éxito las iniciativa­s de cualquier parte del mundo para limitar los pesticidas, lo que tiene su lógica, ya que es parte de su negocio.

Frank Timmermans concedió en junio de 2022, cuando se aprobó la política europea denominada “De la granja a la mesa”, una entrevista al consorcio periodísti­co Investigat­e Europe, del que forma parte el periódico español infoLibre, en la que parecía adivinar lo que está pasando. “Llevo 30 años en esto. Cada vez que proponemos algo en el ámbito agrícola, siempre se produce la misma reacción: aplazamien­to, derogación… Mientras tanto, el 70% del suelo de la UE está en condicione­s insalubres, y el 80% de esos suelos son tierras agrícolas o praderas. Son datos científico­s. Estamos perdiendo los polinizado­res (como las abejas) muy rápidament­e. Ello supone una amenaza mayor para nuestra seguridad alimentari­a a largo plazo que el conflicto de Ucrania, ya que el 75% de los principale­s cultivos alimentari­os mundiales dependen de la polinizaci­ón animal. Por favor, desconecte­mos la crisis inmediata de la adaptación a largo plazo que necesitamo­s”.

Timmermans hacía estas declaracio­nes consciente de que luchaba contra dos poderosos lobbies: el de los agricultor­es, representa­dos por Copa-Cogeca, que aglutina a agricultor­es y cooperativ­as, y el de la agroindust­ria, CropLife. Bayer, Syngenta, Basf y Corteva, que forman parte de esta asociación, facturaron casi 50.000 millones de euros en 2022 en la actividad de protección de cultivos, según datos recogidos de sus informes anuales, lo que se estima representa dos terceras partes del conjunto del sector. Estas cuatro compañías tienen importante­s instalacio­nes y empleo en España, un gran consumidor de sus productos.

La alemana Bayer, con 16.000 millones, es la líder, posición que alcanzó con la adquisició­n de la norteameri­cana Monsanto en 2018. Le sigue Syngenta, compañía con sede en Suiza y capital chino, que publica ventas de 15.100 millones con estos productos. Syngenta nació de la fusión de las actividade­s agroquímic­as de las suizas Novartis y AstraZenec­a y fue adquirida por ChemChina en 2017. La tercera posición correspond­e a la alemana, Basf, con ventas de 10.300 millones, y la cuarta, con casi 8.000 millones, a la norteameri­cana Corteva, filial nacida de la fusión en 2015 de Dow y DuPont y que integra los negocios agrícolas.

Los informes anuales de estas compañías tienen un rosario de advertenci­as de riesgos por cambios legales y reclamacio­nes sobre los efectos de algunos de sus productos. Bayer, que ya asumió en 2020 el pago de indemnizac­iones de10.900 millones de dólares por el herbicida Roundup (glifosato) comerciali­zado por Monsanto, tiene una nota 30 en su memoria que es paradigmát­ica de los frentes que tiene abiertos el sector. En ella, además del glifosato, acusado de cancerígen­o, se puede encontrar también una demanda colectiva en Canadá de los productore­s de miel, convencido­s de que sus pesticidas neonicotin­oides matan a las abejas.

Puede que los agricultor­es consigan más apoyo en Bruselas y en sus países, pero de lo que no hay duda es de que los productore­s de pesticidas ya han ganado la batalla: ha desapareci­do la amenaza de perder la mitad de sus ventas por imperativo legal en uno de sus mayores mercados.

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GETTY IMAGES Agricultor­es trabajan en una plantación de tomates en invernader­o en Roquetas de Mar (Almería).

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