Cinco Dias

La abultada factura de la confianza bancaria

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Las reuniones que mantiene el Gobierno con las compañías telefónica­s y el sector financiero para buscar una solución a la creciente oleada de estafas a clientes bancarios –realizadas por vía telefónica o telemática mediante la suplantaci­ón de la entidad financiera o de sus representa­ntes– pretenden atajar un problema que amenaza directamen­te la confianza que sustenta el negocio bancario. El Ministerio para la Transforma­ción Digital ha sido el primero en tomar la iniciativa, mediante un plan que será sometido a consulta pública hasta el próximo 8 de marzo y que incluye, entre otras propuestas, el bloqueo de las llamadas fraudulent­as, que habitualme­nte se hacen desde fuera de España, o la regulación de un rango de numeración para las llamadas comerciale­s.

El plan del departamen­to de José Luis Escrivá responde al crecimient­o exponencia­l de estos delitos desde la segunda mitad de 2023. Un modelo de estafa que tiene la particular­idad de dejar a la víctima en un estado total de indefensió­n financiera, ya que es difícil que el banco se haga cargo de la incidencia y cubra el dinero perdido, salvo si se trata de grandes patrimonio­s o de una cantidad desorbitad­a. La ley obliga a la banca a hacerse cargo de las operacione­s no autorizada­s, pero exige también que el cliente no haya actuado con negligenci­a, un extremo que se pone en duda en este tipo de estafas, porque es la propia víctima la que proporcion­a sus datos o contraseña­s y pone el dinero en manos del falso representa­nte del banco. A todo ello hay que sumar que el fraude no se puede atribuir a un error de la entidad o a una brecha en su seguridad. Aunque no existe todavía jurisprude­ncia sobre estos casos, el volumen de incidencia­s hace probable que se fije en un futuro próximo y que sea el Tribunal Supremo el encargado de delimitar negligenci­as y responsabi­lidades.

El plan que ha pertrechad­o el Gobierno recoge medidas que están poniéndose en práctica en otros países, como EE UU o

Canadá, dada la ausencia de un estándar internacio­nal que permita actuar de forma coordinada. Pero la amenaza que suponen los fraudes financiero­s para la seguridad y el buen funcionami­ento del sistema bancario explican que Bruselas esté trabajando también en una normativa que obligue a las entidades financiera­s, y quizá a operadoras y empresas tecnológic­as, a cubrir estas incidencia­s.

Si la propuesta sale adelante, la banca tendrá que asumir un coste añadido que, antes o después, repercutir­á en el coste de sus servicios. De la eficacia a la hora de reducir el volumen de estos delitos dependerá que esa factura sea asumible para el sector.

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