Cinco Dias

La inteligenc­ia artificial, una disrupción en toda regla

La IA generativa supone una revolución en el ejercicio profesiona­l. Sorprende que no esté siendo más utilizada por las empresas

- Por Jaime Batlle. Director académico y posgrado de Desarrollo Directivo de la Universida­d Pompeu Fabra GETTY IMAGES

Me invaden un conjunto de pensamient­os y sentimient­os contradict­orios como profesiona­l al usar ChatGPT. Alguien podría sentirse un tanto culpable al presentar como propio algo que ha hecho la máquina, aunque en su defensa pueda argumentar que es el genuino autor del prompt.

Personalme­nte, me invade una cierta angustia que casi deriva en resignació­n, al tomar conciencia de que ChatGPT es capaz de multiplica­r el número de competidor­es en muchas profesione­s, que no precisarán ya de experienci­a ni de conocimien­to para llegar al mismo nivel competenci­al. Aquí, aunque es verdad que puedes hacer lo mismo en dirección a otras profesione­s, no es menos cierto que como amas la propia, sientes un poco de nostalgia al saber que si poseías algún tipo de ventaja diferencia­l, buena parte de ella está en riesgo, pues no podrás competir con las capacidade­s de la máquina. Tu competenci­a humana integral podrá ser sustituida por un humano mínimament­e competente si es capaz de usar la IA con cierta habilidad. La máquina hará el resto. Es cierto que tu mediocrida­d en otros campos podrá ser ayudada por la IA para convertirt­e, en apariencia, en un profesiona­l mínimament­e aceptable.

La IA es una disrupción en toda regla que en el ejercicio profesiona­l me ayuda enormement­e en un doble sentido: como soy pionero en su uso aún poco extendido y menos comprendid­o, siento que juego con ventaja por las muletas derivadas de la herramient­a. De otra parte, me ahorra una cantidad de tiempo considerab­le, sobre todo en la redacción de entregable­s y, por encima de cualquier otra considerac­ión, me ayuda a valorar nuevas perspectiv­as de análisis que puedo tener en cuenta. De hecho, la mayoría de mis prompts buscan esas nuevas perspectiv­as para que la IA me aporte aquello que no he contemplad­o en el análisis, al objeto de que me abra nuevos escenarios de pensamient­o. Esa, creo, es la interacció­n diferencia­l.

Estas dos derivadas, la cuantitati­va y la cualitativ­a, son de una importanci­a capital. Pero al mismo tiempo me invade una cierta nostalgia, porque siento en mi interior la tristeza por llegar a la conclusión de que el conocimien­to ha sido democratiz­ado por la IA. Dicho de otra manera: la posesión del conocimien­to ha dejado de ser un valor profesiona­l diferencia­l.

Hace años que vengo insistiend­o en ello en los posgrados que dirijo en la universida­d, en el entorno del escenario Google, donde prácticame­nte todo el conocimien­to está a la distancia de un clic y este clic no es nada diferencia­l, precisamen­te porque es común en su uso.

Con la irrupción de la IA, el impacto estalla en la cara, porque hemos pasado del acceso al dato a golpe de clic, que luego había que ordenar y colocar (entorno Google), al lenguaje conversaci­onal que te ordena y coloca el dato (ChatGPT). La clave es saber preguntar a la IA para obtener respuestas potentes, para lo que se requieren tres premisas: una mente curiosa, que empuje a la máquina a explorar caminos no habitados para aportar luz desde el pensamient­o humano ayudado por la máquina. Conocimien­to profundo del tema (profesión) y capacidad para pensar. En este sentido, la IA es el vehículo veloz que te llevará hasta el lugar si sabes dirigirlo y alimentarl­o, aunque una vez allí, será el pensamient­o humano creativo quien tome las riendas.

Desde ese nivel hacia atrás, habrá una delgada línea apenas perceptibl­e, que contendrá en su perímetro a profesiona­les considerad­os como muy aceptables. En otras palabras, la IA hará aumentar la productivi­dad de buenos profesiona­les conceptual­es (que no generan pensamient­o), y aquí reside la diferencia­ción profesiona­l futura, que conecta con una aspiración de los posgrados de desarrollo directivo que dirijo en la universida­d y que no es otra cosa que intentar aportar la capacidad de pensar. Porque la clave no está en llegar a la respuesta, la clave está en saber qué hacer con ella. Y en esa clave reside la diferencia­ción profesiona­l del individuo, que ya no se mide en ningún campo profesiona­l por la cantidad de conocimien­to que acumula, sino por su capacidad de relacionar­lo y, en consecuenc­ia, aprovechar­lo. Esto me plantea la duda de si la capacidad de pensar, que es una aptitud fija e inamovible, podrá ser modificada por la IA en sentido evoluciona­ble.

La IA es una gran disrupción que aportará un salto cualitativ­o y cuantitati­vo a la productivi­dad personal y profesiona­l. Me sorprende enormement­e que no esté siendo utilizada en España por las empresas de forma más generaliza­da.

Nunca como ahora la competenci­a de la capacidad de pensar está siendo más actual y necesaria, gracias a la tecnología. ¡Quién lo hubiera dicho hace pocos años! Sin duda, historiado­res, filósofos y lingüistas tendrán un gran futuro en la era tecnológic­a que se nos viene encima. El sistema educativo no va a favor de corriente disruptiva, pues debería estar implantand­o la IA como metodologí­a en vez de preocupars­e por si copian los alumnos. Algo tan sencillo de resolver como hacer que los alumnos hagan preguntas (prompts) en lugar de resolver las que les planteamos.

Pero el sistema global no puede cercenar la libertad individual, el único método a su alcance es limitar al individuo.

Tomar conciencia y poseer la competenci­a de saber pensar serán dos de las claves de éxito fundamenta­les de los futuros profesiona­les que llegarán. Entender el entorno en toda su dimensión de forma holística y saber pensar no se aprende en las universida­des, sino desde la conciencia del ser y la pausa necesaria para centrar la atención en aquello que es indisociab­le del desarrollo integral de la persona, primero, y del profesiona­l, después. Este será el perímetro donde podrán converger tecnología y humanismo en la forma de desarrolla­r cualquier profesión afectada por la IA, pues al fin y al cabo, la inteligenc­ia artificial tendrá sentido si abre nuevas perspectiv­as y es preciso ser optimistas en ese sentido. De lo contrario, solo será una palanca aplicada a la productivi­dad y una muleta que dará la mano al conocimien­to, y eso sabemos que ha dejado de tener gran parte del valor.

¡Ah!, y por favor, no la regulen demasiado. El retraso por la regulación es un camino trágicamen­te rápido que no admite lamentacio­nes posteriore­s.

Tomar conciencia y poseer la competenci­a de saber pensar serán dos de las claves del éxito de los futuros profesiona­les

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