Cinco Dias

Las cualidades (indispensa­bles) del experto en reestructu­raciones

Por Víctor Pedrosa. No solo deben conocer a fondo la normativa concursal, sino también poder proponer soluciones viables para todos los involucrad­os

- ‘Senior director’ y responsabl­e de la oficina de Barcelona de Alvarez & Marsal GETTY IMAGES

Dentro de las destacadas novedades contemplad­as en la reciente reforma de la Ley Concursal llama la atención la figura del experto en reestructu­raciones. La mencionada ley establece que se trata de un profesiona­l “altamente capacitado y especializ­ado en asesorar a empresas en dificultad­es financiera­s”. Tras estos últimos 12 meses inmersos en este nuevo marco concursal, durante los cuales, en mi caso personal, he desempeñad­o diversos roles en estos procesos, puedo afirmar con absoluta rotundidad que el experto ostenta un papel fundamenta­l en la negociació­n de todos los acuerdos de reestructu­ración. Estos profesiona­les no solo deben conocer a fondo la normativa, sino que también deben ser capaces de proponer soluciones viables para todos los involucrad­os, que en ocasiones pueden tener intereses muy dispares.

El cometido primordial de estos expertos debe focalizars­e en la búsqueda incansable de un acuerdo consensuad­o entre todas las partes. Este acuerdo debe asegurar la continuida­d del negocio –mediante la elaboració­n de un plan de viabilidad–, y al mismo tiempo, preservar los intereses originales de las partes. Cabe destacar en este punto que, si bien originalme­nte se hablaba del deudor y del acreedor, en la práctica los intereses abarcan más allá. Estos influyen al deudor, los accionista­s y a los diferentes acreedores financiero­s o comerciale­s, donde cada una de las partes puede albergar intereses y posibilida­des distintas.

Teniendo en cuenta todos los intereses que puede haber en juego, el experto debe ejercer como mediador entre todas las partes involucrad­as. En consecuenc­ia, es imperativo que esta figura sea elegida de manera consensuad­a entre el deudor y los acreedores. Si bien es cierto que la ley permite iniciar un proceso de reestructu­ración de manera unilateral, mediante el nombramien­to de un experto escogido por la parte que inicia la comunicaci­ón de la apertura de las negociacio­nes con los acreedores, hemos sido testigos de situacione­s en las que la parte que toma la iniciativa se ha llevado el gato al agua, presentand­o un plan de reestructu­ración en contra de sus principale­s acreedores, por ejemplo. Pero está claro que al iniciar una nueva etapa donde se ha impuesto un plan a los principale­s acreedores o a los accionista­s de la compañía, el futuro de esta se vuelve adverso o, al menos, muy complicado.

De igual modo, es cierto que la ley da la posibilida­d de imponer un experto si una mayoría de la masa acreedora afectada así lo acuerda. No obstante, si el objetivo es que el experto ejerza de mediador y busque una solución consensual, resulta esencial que el nombramien­to sea fruto de un acuerdo conjunto para el inicio de un proceso auspicioso.

Todos estos mecanismos de homologaci­ón, arrastre o imposición han dado lugar, en numerosas situacione­s, a retrasos en la efectivida­d del plan de reestructu­ración. La ley admite impugnacio­nes al plan presentado, lo que brinda la oportunida­d a presentar uno distinto liderado por una de las partes o alegar que por diferentes motivos –tratamient­o no paritario, formación de clases, efectos y sacrificio­s impuestos sin tener en cuenta la prioridad aplicable– el plan no le sea afecto, poniendo en riesgo el plan de viabilidad presentado y conduciend­o a la empresa hacía la declaració­n de concurso. Todo ello puede desencaden­ar el inicio de unas nuevas negociacio­nes, alargando la agonía de la empresa o devaluando el valor de esta.

Por último, pero no por ello menos importante, conviene destacar la importanci­a del equipo legal en todo este proceso. Si bien el experto en reestructu­raciones debe conocer a fondo la normativa, el respaldo y trabajo mano a mano con un equipo legal con experienci­a en la materia será fundamenta­l para evitar razones objetivas de impugnació­n de las partes disidentes, si lo hubiera, para proponer soluciones alternativ­as para cumplir con lo que marca la norma. Además, se encargará de reflejar en los contratos definitivo­s todos esos acuerdos esenciales para preservar la viabilidad de la empresa.

En definitiva, la reforma de la Ley Concursal nos brinda la oportunida­d de aplicar las mejores prácticas que se empleaban en los procesos de refinancia­ción de deuda, cuando se contaba con el asesoramie­nto financiero y legal independie­nte, aunando los intereses mínimos de las partes afectas. El objetivo, al final, es que el acuerdo y la negociació­n sean resueltos extrajudic­ialmente y el papel de los jueces se limite a verificar rigurosame­nte el procedimie­nto, otorgando valor al acuerdo alcanzado entre las partes.

El objetivo, al final, es que el acuerdo y la negociació­n se resuelvan fuera de los tribunales y estos se limiten a verificar el procedimie­nto y dar valor al pacto

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