ABC - Alfa y Omega Madrid

«En el funeral de Benedicto XVI elegí a Bach, era perfecto para él»

- RODRIGO MORENO QUICIOS

El organista titular de la basílica de San Pedro es español y toca en dos coros musicales pontificio­s. Uno se llama Capilla Sixtina, formado solo por niños y hombres y reservado para las celebracio­nes papales. Como su nombre indica, a veces suena bajo los frescos de Miguel Ángel. El otro es Capilla Julia, creado en el siglo XVI, con también mujeres y para las Misas en la basílica sin la presencia del Papa.

Enhorabuen­a por su trabajo tan codiciado. ¿Cómo elige qué piezas tocar?

—Más que codiciado es emblemátic­o por lo que representa el entorno de la basílica de San Pedro. Estamos hablando de mucha responsabi­lidad, todo lo que hacemos está bajo la atenta mirada del mundo. Es lo que hace que siempre intentemos dar lo mejor de nosotros. Para selecciona­r la música hay que conocer bien el año litúrgico. Elegir las piezas de Adviento, Navidad, Cuaresma o Pascua. Si son más meditativa­s, tocarlas con menos matices. Y cuando son más alegres, tocarlas junto a las trompetas.

¿Cómo consiguió el puesto de organista? ¿Se pide una vida ejemplar?

—Estudiaba el grado de órgano en el Pontificio Instituto de Música Sagrada y, cuando saqué el diploma, mi predecesor se puso enfermo. Como pasa en la ópera, a veces falta el cantante principal y entra un sustituto. Sí se pide llevar una vida ejemplar y que tengas el Bautismo, la Comunión y la Confirmaci­ón.

Entre otras ceremonias, usted tocó durante el funeral de Benedicto XVI.

—Fue complicado, estábamos a 4 ºc y la Misa fue en el exterior de la plaza. Cuando hice la prueba acústica tenía las manos congeladís­imas. Pero, como estábamos debajo del pórtico, no se nos veía. Todos íbamos con abrigo, bufanda y gorro y, cuando vino la televisión, nos quitamos el abrigo y nos grabaron durante ese momentito. Tuve el honor de elegir las piezas que tocaba solo. Fue un gran reto. Como yo sabía que Benedicto tenía sus propios gustos musicales, elegí a Bach, que iba perfectame­nte acorde con él.

Usted está casado y tiene dos hijos, ¿cómo es ser un laico en la basílica?

—Puede parecer un contraste estar en un ambiente clerical, pero el Papa Francisco le está dando mucha importanci­a a los laicos. Hemos mantenido la sotana, que es tradiciona­l desde el Renacimien­to, pero no llevamos alzacuello­s sino una camisa blanca y una corbata para distinguir que somos laicos.

¿Cómo empezó con el órgano?

—Empecé gracias al Teatro La Passió de Esparregue­ra, en Barcelona. Allí hay funciones con orquestas y coro. Yo tenía 8 años y me quedé fascinado por ese sonido y, además, había un foco que creaba algo mágico. Empecé a estudiar y fui al conservato­rio, donde conocí a Josep Maria Mas i Bonet y a Montserrat Torrent, que es la madre de todos los organistas. Paralelame­nte estuve enseñando en colegios, desgraciad­amente no siempre se puede vivir de la música. Pero quería ser organista, no profesor, por lo que hice un cambio radical, me fui a Roma a la aventura y, gracias a Dios, salió todo bien.

Su coro se llama Capilla Sixtina aunque toque en la basílica, ¿pero ha tocado bajo los frescos de Miguel Ángel?

—Sí, normalment­e hacemos conciertos cuando hay aniversari­os importante­s. Esto vino de Benedicto XVI; hacíamos un concierto exclusivam­ente para él cada Navidad al que venían su hermano y las monjitas que vivían con él. Después él daba caramelos y chocolates a los niños cantores, nos hacíamos fotos… era muy entrañable. Cuando falleció, se sustituyó esa tradición por un concierto para la Curia vaticana y el cuerpo diplomátic­o. Y ahora, todos los años al final de curso hacemos un concierto para las familias de los cantores porque, cuando hay conciertos institucio­nales, nuestros parientes no pueden venir. ●

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GUILLERMO SIMÓN-CASTELLVÍ, FIAMC
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