ABC - Alfa y Omega Madrid

En el ojo del huracán

- ESTER MEDINA Fotoperiod­ista

Hace siete años me encontraba en la ciudad marroquí de Alhucemas en un cuartucho a cielo abierto que me consiguió una gente con la que había contactado. Durante unos días estuve fotografia­ndo una de las mayores manifestac­iones convocadas por el Movimiento Popular del Rif. Allí, entre gases lacrimógen­os y al verme con una cámara, la gente me gritaba: «¡Ven, ven!» para que fotografia­ra lo que sucedía a su alrededor, ya fueran sus seres queridos inconscien­tes o cómo desde los balcones las mujeres arrojaban cebollas para mitigar el efecto de los gases.

Es ahí donde piensas que todo el mundo debería ver aquello y que tú tienes un altavoz para hacerlo. El fotoperiod­ismo a lo largo y ancho del mundo y de la historia ha sido —y sigue siendo— esencial para destapar escándalos y denunciar guerras olvidadas. Así lo ratifica el Princesa de Asturias de la Concordia 2024 concedido recienteme­nte a Magnum Photos, la primera cooperativ­a de fotógrafos del mundo que, entre otras cosas, consiguió que conservara­n los derechos de sus propias imágenes ya que, hasta entonces, los medios que compraban sus fotografía­s las podían usar siempre que quisieran sin volver a pagar. Un reconocimi­ento, dice el jurado, «por elevar la conciencia de la humanidad a través de la imagen».

Sin duda, esta prestigios­a agencia es un faro para todos los que se dedican al fotoperiod­ismo, pero este premio reconoce también el arduo trabajo de tantos fotógrafos que siguen estando hoy en día en el ojo del huracán. A los profesiona­les palestinos que han seguido trabajando mientras asesinaban a sus familias, a los jóvenes sudaneses que han visto en sus cámaras una forma de contar al mundo la guerra en la que viven o a los fotógrafos mexicanos que trabajan con miedo a ser asesinados. Todos ellos tienen algo de este premio.

Muchas veces me he visto envuelta en alguna discusión en la que se defendía a capa y espada que no se puede hacer fotoperiod­ismo con un móvil o sin viajar lejos. ¿Acaso preguntan a los escritores si sus novelas están hechas a máquina o en ordenador? ¿No hay historias que contar en nuestros propios barrios? Educar la mirada. Ese es realmente el secreto. Mantener la sensibilid­ad. Ir más allá. Porque, como me dijo Gervasio Sánchez en una entrevista: «Una sociedad sin una buena fotografía documental o periodísti­ca está condenada al fracaso y a la manipulaci­ón».

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