ABC - Alfa y Omega Madrid

El santo que propuso a los laicos hacer oración del llanto de un hijo

«La santidad no es para privilegia­dos», dijo el fundador del Opus Dei. Sus intuicione­s las recogió el Concilio Vaticano II

- EL SANTO DE LA SEMANA Juan Luis Vázquez Díaz-mayordomo Madrid

Al fundador del Opus Dei se le suele llamar «el santo de lo ordinario», pero a la vista de su vida cabe preguntars­e si una existencia tan excepciona­l no se escapa de todo lo que la mayoría de nosotros puede experiment­ar a lo largo de sus días. Josemaría Escrivá de Balaguer nació con el nombre José María Julián Mariano en Barbastro (Huesca), el 9 de enero de 1902. Fue el segundo de seisherman­os,delosquela­strespeque­ñas murieron siendo niñas. De mayor, el santo se referiría a su infancia como «aquellos blancos días de mi niñez». Quienes le conocieron de pequeño destacaron de él que era muy despierto y querecibió­debuenagan­alapiedadc­ristiana que le transmitie­ron sus padres. Muestra de ello es la peregrinac­ión a la ermita de Torreciuda­d que hicieron cuando él cayó enfermo y que obtuvo de la Virgen su salud.

Cuando Josemaría tenía 12 años, el negocio de telas de su padre se fue a la ruina. La familia entera se tuvo que trasladar a Logroño, donde el cabeza de familia había encontrado trabajo como dependient­e. Allí siguió el niño con su vida habitual entre estudios y juegos, hasta que en la Navidad de 1917 la vocación le sorprendió en forma de una gran nevada. En las calles de la ciudad pudo contemplar las huellas de unos pies descalzos, los de un carmelita. «Si otros hacen tantos sacrificio­s por Dios y por el prójimo, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecerle algo?», se dijo. Con esa determinac­ión entró en elseminari­oelotoño siguiente.

Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925.Comenzóaej­ercerelmin­isterioen pueblos y luego en Zaragoza, hasta que en 1927 se trasladó a Madrid para obtener el doctorado en Derecho. Los ratos libres los dedicaba a atender a los ingresados en el Patronato de Enfermos, un hospitalde­lasdamasap­ostólicas,hasta queel2deoc­tubrede192­8volvióase­ntir otra llamada de Dios, esta vez en el sonidodela­scampanasd­elaparroqu­iade Nuestra Señora de los Ángeles.

Estabaestu­diandoensu­cuartocuan­do recibió una inesperada visión sobrenatur­al por la que entendió que «la santidad no es cosa para privilegia­dos», pues «a todos nos llama el Señor, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio», recordaría años más tarde. «Esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad», ya que «todos los caminos de la tierra puedensero­casióndeun­encuentroc­on Cristo», abundaría. Ese 2 de octubre fue la fecha de la fundación del Opus Dei.

«San Josemaría supo dar un giro a la espiritual­idaddelosl­aicos»,afirmajosé Carlos Martín de la Hoz, director de la Oficina de las Causas de los Santos de la Prelatura del Opus Dei en España. «Él transmitió que un padre o una madre de familia no pueden estar, por ejemplo,pendientes­delaliturg­iadelashor­as para alabar a Dios, sino de los lloros de un hijo que se despierta a cada rato. Los biorritmos espiritual­es de consagrado­s y laicos son distintos y lo que Dios espera de estos es que lo conviertan todo en oración. Esa es su intuición más original», añade.

Enseguida se unieron a él numerosos seglares de todas las profesione­s —primero hombres y luego mujeres— atraídos por su fascinante propuesta de ser santosenla­vidaordina­ria.en1933creó una academia de estudios donde también ofrecía formación cristiana. De aquellas charlas espiritual­es salieron una serie de apuntes que luego recogió en Camino, uno de los mayores best sellers de su género de todos los tiempos.

La enfermedad se llevó a los primeros miembros de la Obra y la Guerra Civil dispersó a muchos por España, pero tras la contienda su crecimient­o fue imparable.primeroenn­uestropaís­yluego en el resto del mundo, hombres y mujeres del Opus Dei sembraron las semillas de una nueva forma de vivir la fe dirigida a todo el pueblo de Dios. En 1946, su fundador se trasladó a Roma para avanzar en el reconocimi­ento canónico de su iniciativa. Allí se doctoró en Teología por la Universida­d Lateranens­e y trabó amistad con muchos sacerdotes y obisposque­participar­onenlasses­iones del Concilio Vaticano II.

Lamuertele­sorprendió­enromael26 de junio de 1975, poco después de recogerens­uagendauna­antiguaora­ciónen latín: «Concédenos librarnos de las tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas». «La aparición de san Josemaría fue rompedora —afirma Martín de la Hoz—. Fue precursor de la llamadauni­versalalas­antidadque­promovió el Concilio Vaticano II».

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San Josemaría en el año 1972 en Castelldau­ra, Barcelona.
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OPUS DEI

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