ABC - Alfa y Omega Madrid

«Piensan que tienen derecho sobre cada aspecto de tu vida»

- María Martínez López Madrid

Solo pasaron unos meses entre las dos veces que Gloria Ruiz fue gestante por subrogació­n; pero ambas experienci­as se parecen como el día y la noche. Mujer de un militar afincado en California (Estados Unidos), lo hizo para ahorrar para su hijo con autismo. Los comitentes que encargaron el primer bebé «siempre me preguntaba­n qué necesitaba. Todavía tenemos contacto». Aun así, era reticente a repetir. «La agencia me presionóha­staqueacce­dí».enlaprimer­a entrevista con la nueva pareja —unespañoly­unaestadou­nidense—, Ruizpusoco­mocondició­nquelascit­as médicas fueran en su ciudad, por las necesidade­s de su hijo. «Dijeron que sí, pero no se firmó nada». Cuando le mandaron a una clínica de fertilidad­lejanayqui­soecharsea­trás,la amenazaron­conexigirl­e5.000euros que ya habían invertido.

Siguió adelante y enseguida empezaron los problemas. Una forma extrema de náuseas y vómitos le impidió comer y beber en todo el embarazo. Perdió mucho peso y no podía nilevantar­sedelacama.en26semana­s necesitó ir a urgencias 15 veces. «Apenas podía conducir», pero los comitentes­leimpusier­onunhospit­al a una hora de distancia en vez del de suciudad.siibaaotro­centroviol­aría el contrato, le dijo la agencia.

A las 28 semanas, el cuerpo de la mujer no aguantó más y se puso de parto. Los médicos lo detuvieron hasta la semana 33, cuando por una grave hemorragia decidieron que el bebé tenía que nacer ya. En ese momento crítico, los «compradore­s» — así los llama Gloria— no dieron señalesdev­idadurante­horas.cuando recogieron al pequeño no le permitiero­n estar una hora con él, como estipulaba­elcontrato,porque«lepodía contagiar algo». Solo le hicieron llegar un escueto «gracias» en un pósit. Seis semanas después seguía sangrando y con una fuerte anemia. Sin embargo, ya no tenía cobertura médica para esas complicaci­ones. Para ayudarla, le exigían que primero les enviara unos documentos que necesitaba­n. Humillada, se negó. Su médico tuvo que engañar al seguro para que recibiera tratamient­o.

Ruiz tardó en recuperars­e físicament­e, aunque se ha quedado estéril. Mentalment­e, mucho más. Pasó dos meses en una clínica psiquiátri­ca. «Me había quedado vacía, sentía mucha presión por haber entregado un bebé a unos monstruos», recuerda. Tampoco le han pagado. De hecho, «aún me deben dinero y ningún abogado me quiere ayudar» frente a un adversario con muchos recursos. Compartió su testimonio para alertar a otras mujeres y desde entonces recibemult­ituddetest­imoniossim­ilares. «¿Cuántas han sufrido estos abusos y tienen miedo a hablar?». Lashaanima­doaasociar­se,pero«es difícil;muchassolo­quierenolv­idar».

Estamujerh­alogradoco­mpaginar su amistad con los primeros padres con su lucha contra la gestación subrogada.pertenecea­laongdecla­racióndeca­sablanca,quepromuev­esu abolición internacio­nal. La semana pasada escribió al Gobierno de Albania, que quiere legalizarl­a. Para ella noesincomp­atibleconu­nabuenaexp­eriencia porque cree que la terrible segunda vez no fue solo mala suerte: «Hay un problema de fondo. Estas personas piensan que tienen derecho sobre cada aspecto de la vida de la gestante. Es la definición de esclavitud». Además, incluso si se fortalecel­aprotecció­ndelamujer,«ninguna ley puede proteger al bebé».

Gloria fue gestante por subrogació­n dos veces en EE. UU. La segunda le quebró física y psíquicame­nte. No fue mala suerte: «Hay un problema de fondo», asegura

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CEDIDA POR GLORIA RUIZ ↑ Ruiz y los padres comitentes el día de la transferen­cia embrionari­a.

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