«Piensan que tienen derecho sobre cada aspecto de tu vida»
Solo pasaron unos meses entre las dos veces que Gloria Ruiz fue gestante por subrogación; pero ambas experiencias se parecen como el día y la noche. Mujer de un militar afincado en California (Estados Unidos), lo hizo para ahorrar para su hijo con autismo. Los comitentes que encargaron el primer bebé «siempre me preguntaban qué necesitaba. Todavía tenemos contacto». Aun así, era reticente a repetir. «La agencia me presionóhastaqueaccedí».enlaprimera entrevista con la nueva pareja —unespañolyunaestadounidense—, Ruizpusocomocondiciónquelascitas médicas fueran en su ciudad, por las necesidades de su hijo. «Dijeron que sí, pero no se firmó nada». Cuando le mandaron a una clínica de fertilidadlejanayquisoecharseatrás,la amenazaronconexigirle5.000euros que ya habían invertido.
Siguió adelante y enseguida empezaron los problemas. Una forma extrema de náuseas y vómitos le impidió comer y beber en todo el embarazo. Perdió mucho peso y no podía nilevantarsedelacama.en26semanas necesitó ir a urgencias 15 veces. «Apenas podía conducir», pero los comitentesleimpusieronunhospital a una hora de distancia en vez del de suciudad.siibaaotrocentroviolaría el contrato, le dijo la agencia.
A las 28 semanas, el cuerpo de la mujer no aguantó más y se puso de parto. Los médicos lo detuvieron hasta la semana 33, cuando por una grave hemorragia decidieron que el bebé tenía que nacer ya. En ese momento crítico, los «compradores» — así los llama Gloria— no dieron señalesdevidadurantehoras.cuando recogieron al pequeño no le permitieron estar una hora con él, como estipulabaelcontrato,porque«lepodía contagiar algo». Solo le hicieron llegar un escueto «gracias» en un pósit. Seis semanas después seguía sangrando y con una fuerte anemia. Sin embargo, ya no tenía cobertura médica para esas complicaciones. Para ayudarla, le exigían que primero les enviara unos documentos que necesitaban. Humillada, se negó. Su médico tuvo que engañar al seguro para que recibiera tratamiento.
Ruiz tardó en recuperarse físicamente, aunque se ha quedado estéril. Mentalmente, mucho más. Pasó dos meses en una clínica psiquiátrica. «Me había quedado vacía, sentía mucha presión por haber entregado un bebé a unos monstruos», recuerda. Tampoco le han pagado. De hecho, «aún me deben dinero y ningún abogado me quiere ayudar» frente a un adversario con muchos recursos. Compartió su testimonio para alertar a otras mujeres y desde entonces recibemultituddetestimoniossimilares. «¿Cuántas han sufrido estos abusos y tienen miedo a hablar?». Lashaanimadoaasociarse,pero«es difícil;muchassoloquierenolvidar».
Estamujerhalogradocompaginar su amistad con los primeros padres con su lucha contra la gestación subrogada.pertenecealaongdeclaracióndecasablanca,quepromuevesu abolición internacional. La semana pasada escribió al Gobierno de Albania, que quiere legalizarla. Para ella noesincompatibleconunabuenaexperiencia porque cree que la terrible segunda vez no fue solo mala suerte: «Hay un problema de fondo. Estas personas piensan que tienen derecho sobre cada aspecto de la vida de la gestante. Es la definición de esclavitud». Además, incluso si se fortalecelaproteccióndelamujer,«ninguna ley puede proteger al bebé».
Gloria fue gestante por subrogación dos veces en EE. UU. La segunda le quebró física y psíquicamente. No fue mala suerte: «Hay un problema de fondo», asegura