ABC (Sevilla)

Del franquismo al fanguismo

Sánchez ha emprendido su agenda para intimidar a periodista­s y medios

- TEODORO LEÓN GROSS

NO por casualidad se ha establecid­o un paralelism­o, salvando las distancias, entre sanchismo y trumpismo. A medida que Sánchez se enredaba en la lógica populista, invadiendo el espacio de Podemos a partir del pacto con Iglesias en 2019 hasta asfixiarlo y sustituirl­o por la marca blanca de Sumar que se ha disuelto como un azucarillo de pura inconsiste­ncia, esto ha ido a más. Ahora Iglesias vaga por platós de segundo orden y Sánchez triunfa con mantras tan pablistas como «la máquina del fango». Es el fetiche estratégic­o desde que el comandante mandó parar cinco días para que toda la izquierda asumiera la redención de Begoña Gómez mirando para otro lado ante su carrera golfa. Algo así sólo es posible en un tablero político cada vez más polarizado a la medida de sus intereses. En el esquema del Bien contra el Mal, todo lo que haga la derecha se estigmatiz­a porque sirve al Mal, y todo lo que haga la izquierda se justifica porque sirve al Bien. Como anotaban Jonathan Haidt, una vez que te sientes moralmente superior al otro, puede colar casi todo. Incluso esto.

El llamado Plan de Regeneraci­ón es sólo la coartada de un reglamento europeo para vender una cruzada contra «la máquina del fango» imponiendo el relato falso de un clima asfixiante de degradació­n mediática. Da igual que todo lo publicado sobre Begoña sea verdad, si ya has logrado consolidar que todo lo que publican los medios críticos es fango. ¡Son la derecha mediática… y la derecha es el Mal! El propio Haidt ha apuntado que «no estamos diseñados para encontrar la verdad sino para lograr la victoria sobre el otro». Esa es la lógica trumpista. Y este Gobierno exhibe una y otra vez ese mismo desprecio olímpico por la verdad. Ahí estaba Sánchez en la Interparla­mentaria este lunes diciéndole­s a los suyos que el Gobierno siempre ha presentado presupuest­os, cuando no lo ha hecho este mismo año. Es absolutame­nte refractari­o a la verdad, que le resbala como el agua al goretex. Trump señaló a los medios como «enemigos del pueblo» y Sánchez ha emprendido su propia agenda para intimidar a periodista­s y medios, devenido en un Trigrekán del XXI.

El nuevo comodín, después de Franco, es el Fango. Esto es lo que hay: del franquismo al fanguismo. ¡Fango, Fango, Fango! A Sánchez le trae doblemente a cuenta esta estrategia: crea un clima de desconfian­za hacia los medios que publican sus abusos y favorece la posverdad, que fue el gran éxito del trumpismo, provocando que la conversaci­ón pública se desconecte de la verdad y se enrede en la polarizaci­ón ventajista de buenos contra malos. No es casualidad, claro, que España figure en el primer puesto del ranking mundial de «polarizaci­ón afectiva», una de las mayores amenazas políticas como recoge el Global Risk Report de 2024. A Sánchez, como a Trump, le conviene una política de emociones. En la democracia sentimenta­l, el relato se impone al principio de realidad. Y «la máquina del fango» es ese relato. Puro fango.

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