La foto: el niño que susurraba a los caballos
Juan Ramón Lucas montado a caballo, no podía ser otra la imagen que acompañara esta entrevista: «Tendría unos seis años y me lo trajeron Los Reyes Magos. Le tengo mucho cariño a esta foto porque creo que fue en ese momento cuando empecé a sentir la llamada de mi amor por los animales». Aquel niño era, según sus padres, «inquieto, curioso, pendiente de ver y tocar con sus propias manos para creerse las cosas». Asturias fue la tierra que le dio una infancia feliz y libre: «Jugaba por las callejas de los pueblos con mis primos, saltaba las vallas para coger manzanas, asustaba a las gallinas, salía a coger las vacas…». Hay dos olores que le retrotraen a aquellos tiempos: «El del estiércol del ganado y el de la la hierba puesta a secar. Ambos me evocan la infancia y me hacen sentir como en casa». Del colegio recuerda con cariño a la señorita Ana, «que me dedicaba una atención especial. Yo era un poco revoltoso y no me concentraba, prestaba poca atención en clase. Era un estudiante del montón, pero siempre sentí mucha curiosidad por aprender, aunque luego no tuviera buenas notas». A los siete años escribió su primer relato, ‘Las aventuras de Manolito’, que presagiaban un futuro en el que encontraría su hueco en la literatura. Si pudiera viajara en el tiempo y reencontrarse con aquel guaje, Lucas reconoce que «al pequeño no le diría nada, porque todo aquello que viví me sirvió para tener conciencia del mundo y para desarrollar mi relación con los animales. Al adolescente le aconsejaría que se centrase, que apostara por aquello que le gusta de verdad y sabe hacer, dejando de lado otros caminos que solo sirven para perderse».