ABC (Sevilla)

La Fundación Casa de Alba exhibe el lado más íntimo de Colón

La institució­n, ligada al Nuevo Mundo desde el siglo XVI, inaugura el próximo 19 de septiembre una exposición que incluye decenas de cartas, documentos, mapas, cuadros y objetos relacionad­os con el almirante

- MANUEL P. VILLATORO MADRID

El cartógrafo revolucion­ario; el descubrido­r del Nuevo Mundo; el explorador tenaz que viajó en cuatro ocasiones hasta los límites de un imperio que echaba a andar. Ese hombre al que Fray Bartolomé de las Casas, cronista de la época, definió como «el primero que abrió las puertas deste mar Océano» y como un tipo «católico y de mucha devoción». Esta es la imagen que ha permeado de don Cristóbal Colón, y no es poca. A cambio, la otra cara del almirante ha permanecid­o oculta bajo la alfombra durante nada menos que cinco siglos... Hasta ahora. «No solemos detenernos en su faceta más personal, más íntima. Pero, gracias a esta nueva exposición, el público tendrá la posibilida­d de conocerla a través de documentos inéditos o muy poco conocidos».

La que habla es Consuelo Varela, investigad­ora de la Escuela de Estudios Hispanoame­ricanos del CSIC y una autoridad en la figura del Almirante. Se muestra exultante al otro lado de la línea; y es lógico porque, tras meses de trabajo intenso, de documentos centenario­s para arriba y lienzos para abajo, ya está preparada la nueva exposición de la que es comisaria: ‘Cartas de Colón. América en la Casa de Alba’. Una muestra que ronda las 180 piezas y que, a partir de este 19 de septiembre, abrirá sus puertas en el madrileño Palacio de Liria. «Exhibiremo­s 24 autógrafos del personaje, cartas a sus familiares, un retrato que no se muestra al público desde 1834...», sostiene la experta.

El valor de las piezas es igual de colosal que la gesta de unir dos mundos separados por miles de kilómetros. Pero, como no habría descubrido­r sin continente descubiert­o, ni América sin nobleza rojigualda, la muestra se adentra también en la relación que la Casa de Alba mantuvo con el Nuevo Mundo. Que vaya si la hubo. «Hasta ahora no habíamos sido consciente­s del gran fondo que atesorábam­os. La institució­n no actuó solo como conservado­ra de documentos, sino que participó de forma activa en el gobierno de los virreinato­s y estuvo relacionad­a de forma íntima con los presidente­s del Consejo de Indias», afirma a ABC Álvaro Romero Sánchez-Arjona, director cultural de la Fundación Casa de Alba, organizado­ra de la muestra.

Alba, Colón y América

La exposición estará dividida en cinco salas que se adentrarán a fondo en todos estos temas. La primera servirá de introducci­ón y explicará, a golpe de cartela y cuadro, cómo los parientes del almirante y la familia nobiliaria más popular de España acabaron caminando por la misma senda. «Diego, el hijo del descubrido­r, contrajo matrimonio con la sobrina del Duque de Alba, María de Toledo y Rojas», desvela Romero. De esa rama de descendien

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tes fue alumbrada Catalina Ventura Colón de Portugal en 1690; y esta se casó, a su vez, con Jacobo Fitz-James Stuart, II duque de Berwick, II duque de Liria y ascendente del actual titular de la Casa de Alba.

El matrimonio dio a los descendien­tes de Catalina y Jacobo «una relación de parentesco directo con Cristóbal Colón». Además, hizo que la familia accediera a un caudal inigualabl­e de objetos que habían pertenecid­o al Almirante y a un archivo documental envidiable. Romero suelta una risotada cuando le pedimos que nos repita este complejo y frondoso árbol genealógic­o. «En la actualidad, la Casa de Alba es la unión de más de treinta estados nobiliario­s, hay muchos títulos agregados. Es lógico que te pierdas», desvela. Pero, sin piedad alguna, introduce un nombre más en esta ecuación: el de la duquesa Rosario Falcó. Y es que fue ella quien encontró los autógrafos del almirante perdidos en un archivo allá por el siglo XIX. «A ella le dedicamos también un espacio», añade.

Otra de las salas analizará la relación de la Casa de Alba con el gobierno de las Américas. «El VII conde de Lemos, por ejemplo, fue presidente del Consejo de Indias, el organismo encargado de marcar las actuacione­s y los límites de los virreyes», explica el director cultural. A esta le seguirá un espacio dedicado al nobiliario de Indias: medio centenar de escudos de armas entregados, entre otros tantos destinatar­ios, a ciudades de nueva creación. La muestra contará con la ‘Cédula real a la ciudad de los Reyes’, el documento con el que se le concedía esta distinción a Lima a petición de Francisco de Ceballos.

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Curioso y «mentirosil­lo»

Pero el corazón de la exposición es uno, y no trino: Cristóbal Colón. Entre las piezas dedicadas al Almirante destacan 24 rúbricas plasmadas en documentos únicos. Desde la ‘Bula InterCaete­ra’ de Alejandro VI, que apostilló el marino, hasta cartas personales e íntimas que escribió –y autografió– a familiares y amigos de la talla de Fray Gaspar Gorrico. Y va un ejemplo que envió a su hijo: «Tu padre que te ama como a sí».

«Es curioso ver los tres tipos de firmas que utilizó. Cuando te enfrentas a ellas, te das cuenta de que no las hacía igual de joven, que cuando estaba a punto de morir y se encontraba enfermo. El trazo denota que en la última etapa de su vida estaba muy cansado», sostiene Varela.

A los expertos les cuesta selecciona­r una carta predilecta. ¿A qué hijo se quiere más? Aunque ambos coinciden en que hay una que desvela mucho sobre su personalid­ad. El 29 de abril de 1504, Colón envió una misiva a su hijo acompañada de una pepita de oro de medio kilogramo de peso. Sus órdenes fueron claras: que entregara aquel tesoro, famoso ya al otro lado del océano, a su gran valedora. «Sabía como

Para la ejecución de la empresa de las Indias no me aprovechó razón, ni matemática, ni mapamundos. Se cumplió lo que dijo Isaías

ganarse a la reina. Por entonces pasaba una mala época y necesitaba todo el apoyo de Isabel. Con aquel tesoro esperaba agradarla y lograr que hiciera caso de sus peticiones», explica la comisaria de la exposición. Dice Varela que, con este documento, el marinero demostró su lado más adulador y perspicaz. «Le pidió que se la diera después de comer, cuando sabía que estaba más contenta», sentencia.

La ingente cantidad de cartas que se exhibirán en el Palacio de Liria ponen sobre la mesa, en palabras de la experta, otras tantas facetas obviadas de Colón: «Era un hombre de gran curiosidad. En los escritos demuestra que su afán por conocer lo que le rodeaba era colosal». Ejemplos los hay a pares, pero nos regala uno que el Almirante escribió en plena exploració­n del territorio americano: «Veo mil maneras de árboles, que tienen cada uno su manera de fruta».

Aunque tampoco falta algún aspecto algo más oscuro. «También era un poco mentirosil­lo. En una ocasión, cuando informó de que las simientes que llevaban consigo no habían crecido, dijo que era porque no se habían plantado en el mejor momento», completa la comisaria.

Hombre sin rostro

Además de las misivas, la muestra del Palacio de Liria cuenta con dos piezas sobre las que los expertos ponen el acento. La primera es el escudo de armas que los Reyes Católicos le entregaron al descubrido­r y a sus descendien­tes en 1493. Varela se abalanza emocionada sobre el tema cuando le preguntamo­s: «Es increíble ver el documento en el que se representa. Solo se ha expuesto una vez, y fue en la exhibición de Chicago de 1892».

Romero se dispone también a dar su opinión sobre este tesoro. Antes, sin embargo, insiste en agradecer al propietari­o del documento su cesión . Y es que, sin él –y sin otras tantas institucio­nes que les han prestado material–, habría sido imposible abrir la exposición. Después, continúa: «Incluye por primera vez unas islas y una masa continenta­l. Supone la primera representa­ción de América, aunque sea idealizada».

La segunda pieza que señalan los expertos viene con misterio. Como el Almirante nunca se hizo un retrato en vida, se desconoce cuál era su verdadero rostro. Cuadros hay muchos, sí, pero todos han sido elaborados sobre las descripcio­nes de su hijo, Hernando, y de Bartolomé de las Casas. «Exponemos un cuadro de la Biblioteca Nacional que, según los expertos, es el que más se acerca a la realidad», afirma Varela.

Siguiendo la estela de este cuadro, también expondrán el ‘Estudio de la cabeza de Colón’ que Daniel Vázquez Díaz alumbró en 1792. «Hemos traído varios retratos, algunos de ellos guardados en la Fundación Mapfre, porque muestran cómo la cara del marino se ha ido ajustando a los gustos estéticos de cada época», sentencia Romero.

Porque sí, todavía quedan muchos misterios alrededor del descubrido­r de América. Aunque ahora, alguno menos.

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