Escrivá contra Escrivá
El nuevo gobernador del Banco de España no cuenta ni con los cien días de cortesía para calibrar su gestión. Es lo que tiene pasar directamente del Consejo de Ministros a una institución que exige independencia. En el Gobierno se temen que ahora se pase d
OTRA institución ha caído en la saca del sanchismo y con ella la presunción de profesionalidad de uno de los técnicos con mejor preparación del panorama administrativo español. José Luis Escrivá llega como nuevo gobernador al Banco de España (BdE) rodeado de polémica cuando menos la necesita el órgano supervisor y rotos los puentes con la oposición por un nombramiento que consideran sectario y apartado de la lógica pactista entre ambos grandes partidos que parecía haberse retomado con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El
Partido Popular se puso exquisito y perdió la camisa y la cuota de
subgobernadora pensando quizás que así sonroja a un Gobierno que ha perdido no ya los complejos sino el oremus conciliador.
El caso es que los cambios introducidos en el organigrama esta semana –que algunas voces competentes, por cierto, catalogan de lógicos, pero de deplorables por las formas– no ayudan a quienes defendían que Escrivá impondría la sensatez en el Banco de España
y evitaría escandaleras a corto plazo para no pisar los callos de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde,
y sortear la alargada sombra del vice de esta, Luis de Guindos.
Pero, ¡qué va! Hay quienes siempre tiran al monte y dejan poco margen a la duda. El control de la comunicación del Banco de España se ha convertido en la primera señal que ha querido dejar sobre la mesa nada más acomodarse en el sillón de su antecesor,
Pablo Hernández de Cos. Las lecturas son divergentes. Y las dudas, decía, pues, haberlas, lógico, haylas: sobre qué ocurrirá ahora con el Servicio de Estudios de la autoridad monetaria española, por ejemplo; o sobre la valoración que harán de los Presupuestos
Generales del Estado, si es que finalmente los hay algún año; y sobre todo respecto a un hipotético autoexamen de la reforma de las pensiones ‘made in Escrivá’, si bien en este caso ni se lo cuestionen ustedes. Dudas, cero.
Además, ha sido llegar al puesto de gobernador y ya parece un ‘hooligan’ el bueno de Fernando Fernández –único consejero propuesto por el PP que sobrevive en el Banco de España, y el último pacto normal entre el PSOE y los populares en la institución, que entró además en la comisión ejecutiva– a quien el equipo de opinión sincronizada de La Moncloa se ha esforzado en presentar como un inflamado
consejero de las derechas que boicotea la labor conciliadora y dialogante de Escrivá. Interesante relación la que les espera a ambos los próximos cuatro años que aún tiene por delante Fernández.
Pero, en verdad, Escrivá tiene en
Escrivá a su peor enemigo. Por eso hace solos unos días se presentó en la sede del BCE con, digamos y con perdón, cara de cordero degollado o, si lo prefieren, de barón socialista en los comités de Sánchez. Callado e intentando pasar inadvertido, el gobernador se limitó a escuchar los votos de confianza de sus colegas europeos, que ya habrá tiempo para imponer su impronta en territorio patrio. Me apuesto un sugus de piña a que ya tiene pensado un nuevo diseño del « Informe Anual del BdE» , documento clave donde se exponen los grandes retos estructurales de la eximia economía española. De momento, y para abrir boca, el 17 de septiembre está previsto que el Banco de España publicará el «Informe trimestral y las previsiones sobre la economía española», que elabora la dirección general de Economía, al frente de la que figura aún Ángel Gavilán que veremos si continúa o no.
Escrivá sabe que el diablo está en los detalles, y así acaricia la idea de un nuevo plan estratégico de la institución, que actualice la versión a punto de expirar y arrope una amplia batería de enfoques que le permitirán dirigir su mirada analítica hacia el vértice más conveniente. Ya veremos para quién, porque la vida da muchas vueltas y el mandato del gobernador supera la legislatura y media.
Mientras tanto, Sánchez cierra su semana en bici, ahora que sabemos de su afición por un modo de transporte que imaginamos va a imponer a todo su Gabinete en el próximo Consejo de Ministros por aquello de gobernar desde el ejemplo y la coherencia. Y así tenemos otro muro levantado entre la España de los ‘lamborghinis’ y la de los ruedines, que toda polarización ayuda, por pequeña y ridícula que sea.
Tú haz lo que yo diga y no hagas lo que yo hago es la máxima de un
Ejecutivo que con la misma bloquea a los húngaros de Magyar alegando autonomía estratégica y defensa de valores progresistas y aplaude la entrada de indubitadas democracias como China y sus coches eléctricos o los saudíes de STC en Telefónica, quienes tras un año de silencio y reflexión parece que están próximos a asentarse en la operadora española con la bendición de Sánchez y el aplauso fervoroso de quienes criticaban sin rubor los excesos verbales del
presidente argentino, Javier Milei, hace un par de meses y ahora se esconden y callan ante la represión y dictados de Nicolás Maduro en
Venezuela. Todo muy humano, oiga.
En definitiva, España, señores, va bien. Escrivá, en el Banco de España; Broncano, en TVE y Sánchez y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero haciendo campaña en Europa a favor de
China y sus libertades. Debe de ser cosa de la «ética del engaño» de Diego Rubio, nuevo jefe de Gabinete monclovita y flamante faro intelectual de quienes engatusan con la letanía de que no mienten nunca y jamás dicen una verdad.