ABC (Sevilla)

Ucrania se defiende

El cambio de estrategia al que se resistía Biden aporta una valiosa ambigüedad estratégic­a

- MONNET & CO. JOSÉ M. DE AREILZA

La respuesta de Estados Unidos y Reino Unido a la adquisició­n por Rusia de misiles iraníes para intensific­ar sus ataques a Ucrania no se ha hecho esperar. El consenso surgido de las conversaci­ones estos días en Washington entre Joe Biden y Keir Starmer es levantar las restriccio­nes para que el gobierno de Kiev utilice en su respuesta misiles británicos de largo alcance (y más adelante, estadounid­enses). Se trataría de destruir objetivos selecciona­dos y pactados dentro del territorio ruso, empezando por bases militares, aeropuerto­s y líneas de logística.

Este cambio de estrategia al que se resistía Biden, unido a la operación para controlar el territorio ruso de Kursk este verano, aporta una valiosa ambigüedad estratégic­a a los ucranianos y debilita la guerra de desgaste y atrición que promueve el país invasor. Las sanciones occidental­es, por su parte, también hacen mella, aunque son incompleta­s y permiten a Rusia re-orientar su economía hacia otros países.

Putin ha declarado que la decisión tomada en Washington sobre este nuevo uso de misiles por Ucrania equivale a una declaració­n de guerra de la OTAN. Nada nuevo: su retórica de doblar la apuesta y mencionar una escalada nuclear suicida es la misma de siempre.

En el fondo, la verdadera jugada del dictador ruso es que Donald Trump gane las elecciones del 5 de noviembre y cumpla con su promesa de poner fin al conflicto de Ucrania en veinticuat­ro horas. El único modo de hacerlo es recompensa­r al invasor ruso y permitirle que se quede con las provincias del Este. De paso, se crearía una inestabili­dad permanente en la frontera oriental de Europa y se animaría a un Xi Xinping en busca de éxitos internacio­nales a poner todavía más presión sobre Taiwan. Trump se ha quejado durante la campaña de lo mal que tratan los países occidental­es a Vladímir Putin, un líder al que respeta y admira, y con el que siente que puede pactar. Unos pocos miles de votos en media docena de los llamados estados bisagra decidirán las elecciones en Estados Unidos y, de paso, la suerte de Ucrania y la seguridad europea y global.

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