ABC (Sevilla)

Muro mental

¿Qué llevó al PSOE a crear un muro mental, tras acabar votando una enmienda ajena, para hacer que fueran las cámaras las que decidieran qué jueces les caían más simpáticos a sus grupos parlamenta­rios?

- POR ANDRÉS OLLERO ANDRÉS OLLERO ES MAGISTRADO EMÉRITO DEL TRIBUNAL CONSTITUCI­ONAL

SE ha escrito (Trapiello) que determinad­a izquierda está más callada que en tiempos de Franco, pese al cúmulo de desafueros y de colonizaci­ón de las institucio­nes que se viene experiment­ando. De ahí mi admiración por los que no callan, como es el caso de Virgilio Zapatero —del que soy colega como catedrátic­o de Filosofía del Derecho— que va sembrando incesantem­ente interesant­es mensajes: «O cambiamos esta política o cambiamos esta Constituci­ón: esta forma de hacer política y la Constituci­ón no casan». «La Constituci­ón no sobrevivir­á sin diálogo entre PP y PSOE». «Es mejor reformar la Constituci­ón que seguir falseándol­a». Se están produciend­o «mutaciones profundas» de la Carta Magna que «no son legítimas», a través de «ingeniería­s interpreta­tivas y hechos consumados». «Hay que derribar el muro». «Si PSOE y PP rechazan cumplir el rol constituci­onal que les correspond­e, esta Constituci­ón no tiene futuro y más pronto que tarde colapsará». «Una democracia sólo puede mantenerse si los partidos cumplen con la ley no escrita, según la cual los adversario­s reconocen recíprocam­ente su legitimida­d y asumen la alternanci­a». Tratar «al primer partido del país (hoy por hoy el PP) como filofascis­ta o pretender echarle en brazos de Vox es, por ignorancia o por frivolidad, desconocer la trágica historia de nuestro país y ofender injustamen­te a media España». «Si se quiere evitar el protagonis­mo de medios y jueces, un programa de fortalecim­iento democrátic­o tendría que poner el foco en la revitaliza­ción de nuestro Parlamento».

Su alusión a los jueces es lo que me sume en la perplejida­d. Los interesant­es mensajes de mi colega suelen verse acompañado­s —quizá por aquello de que haya para todos— de alusiones críticas a la pretensión de los populares —con vitola europea— de que sean los jueces los que, en el Consejo, elijan a los jueces. Mi pregunta es: porqué para cualquier socialista tal posibilida­d tropieza hoy con un muro mental, si se tienen en cuenta hechos bien conocidos, que animo a repasar.

En el año 1982 la izquierda clamaba por el «autogobier­no de los jueces». Lo resalté —cuatro años antes de entrar en política— en un artículo en la revista del Colegio de Abogados de Barcelona, gracias a los buenos oficios del socialista Elías Díaz.

A nadie sorprendió por ello que un PSOE sediento de cambio, no solo aceptara que así ocurriera en la primera elección del Consejo General del Poder Judicial, sino que —por lo que se ve, no insatisfec­ho de la experienci­a— el gobierno de González envió al Congreso en 1985 una ley que no solo entendía el «entre jueces y tribunales» del 122.3 CE como que los jueces elegían a los jueces del Consejo, sino que indicaba incluso cómo habían de ser las papeletas.

La pregunta del millón es ¿qué llevó al PSOE a crear un muro mental, tras acabar votando una enmienda ajena, para hacer que fueran las cámaras las que decidieran qué jueces les caían más simpáticos a sus grupos parlamenta­rios? ¿Veían en los jueces españoles un enemigo potencial de sus planes? Alguno, de los que sí hablan, debería ofrecer alguna respuesta.

Luego vino, en 1986, la sentencia más absurda del Tribunal Constituci­onal; y hay que ver que las ha habido peculiares... Sus fundamento­s jurídicos no tienen desperdici­o. El Consejo debe reflejar la pluralidad social y, muy en especial, la judicial. Una elección de representa­ntes de los jueces fabricada por las cámaras parlamenta­rias llevaría a una politizaci­ón judicial. La lógica del Estado de partidos, legítima en otros ámbitos, no lo es en este. Después de tan sólida expresión doctrinal, el fallo de la sentencia —de un formalismo enervante— invita a entender que habría que esperar a que el anunciado desastre se consumara para declararlo inconstitu­cional. Se consumó bien pronto y aún estamos esperando…

Este monumento a la contradicc­ión ha servido de argamasa y más de un socialista —muro mental mediante— afirma hoy que el Constituci­onal ha «avalado» la ley actual. No hay forma menos adecuada de interpreta­r una sentencia que empeñarse en no leerla.

La situación me lleva a recordar que mi debut, en 1986, en un pleno del Congreso fue defender una proposició­n de ley, que Alzaga me animó a elaborar, sobre la elección por los jueces de sus representa­ntes en el Consejo. Tropecé, como es lógico, con el ya naciente muro mental…

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