ABC (Sevilla)

La Normandía de Flaubert a Maupassant

▸ Desde Ruán a la costa atlántica hay un camino de bosques a la orilla del Sena que novelaron los dos autores normandos fijando para siempre este paisaje en nuestro imaginario

- EVA DÍAZ PÉREZ

Hay paisajes que pueden reconocers­e a través de la literatura. Fueron narrados de forma tan honda y precisa que son parte del recuerdo incluso de personas que nunca los contemplar­on. Existe una Normandía escrita casi más auténtica que la real. Una Normandía que habita en las novelas y relatos de dos habitantes de esta región francesa: Flaubert y Maupassant. Podríamos reconocer el olor de un jardín normando en las páginas de ‘Madame Bovary’ y también el sonido del viento sobre los acantilado­s del País de Caux con las hermosas playas de guijarros que describió Maupassant.

La primera parada de este viaje normando tiene lugar en Ruán, en el antiguo hospital –el Hôtel Dieu– donde nació Gustave Flaubert en 1821. En este hospital situado en el número 51 de la rue Lecat trabajó y vivió el padre del escritor como cirujano jefe. Hoy es un museo que se puede visitar en sus dos versiones: como Museo de Historia de la Medicina y como Casa Natal de Flaubert.

El mundo de la medicina está muy presente en la literatura de Flaubert. Haber nacido y vivido en un hospital inspira muchos de los pasajes de ‘Madame Bovary’ llenando de realidad aspectos de la vida cotidiana del médico rural Charles Bovary. También otras escenas de la novela como la sangría al criado del señor Boulanger, la operación y posterior gangrena del mozo Hipólito o la terrible descripció­n del envenenami­ento de Emma Bovary con arsénico.

Hoy se puede visitar el Museo de Historia de la Medicina relacionan­do algunas de sus piezas con pasajes de sus obras, como la cabeza frenológic­a que parece la del consultori­o de Charles Bovary. Bien podríamos imaginar a un Flaubert niño fascinado ante este gabinete de curiosidad­es anatómicas. O contemplan­do el pintoresco maniquí diseñado por la matrona Angélique Du Coudray que utilizaba para demostraci­ones de partos en el siglo XVIII.

Para los mitómanos de la literatura no hay nada mejor que las visitas a las casas de escritores. Seducidos por los objetos que tocaron los autores preferidos son capaces de rezar ante la pluma de Flaubert. Y caer rendidos al rozar con sus manos el escritorio en el que se escribiero­n libros de su devoción.

Altar de la memoria

Uno de estos altares de la memoria literaria es este Hôtel Dieu. Aquí está el despacho de Flaubert e incluso un personaje de uno de sus cuentos: el loro Loulou. Los que hayan leído el cuento ‘Un corazón sencillo’ entenderán la importanci­a de este animal en la historia. El loro Loulou pertenecía a la sirvienta Félicité, una mujer que entregó su vida al servicio de los demás, un corazón sencillo. Cuando su querido loro muere lo diseca para venerarlo como algo sagrado.

Se sabe que Flaubert pidió prestado un loro disecado al

Museo de Historia Natural de Ruán para entender el alma del loro de su relato. Así lo describe en ‘Un corazón sencillo’: «Se llamaba Loulou, su cuerpo era verde, la punta de las alas rosa, su frente azul, y su garganta dorada». El loro disecado –un loro Amazona– lo acompañó en su escritura durante algunas semanas. En una carta confesó a una amiga que terminó harto y aburrido del animal en su inquietant­e versión ‘amuñecada’.

Por cierto, existe otro loro Loulou en Croisset, donde existió la casa campestre de la familia Flaubert. Ahora solo queda en pie un pabellón ajardinado en el que se ha recreado el estudio del escritor y donde se exhibe este otro loro disecado y también prestado por el Museo de Historia Natural. ¿Cuál será el verdadero? Precisamen­te esa duda aparece en la novela de Julian Barnes ‘El loro de Flaubert’ cuando el protagonis­ta, el profesor Geoffrey Braithwait­e, visita Ruán y Croisset intentando averiguar el misterio.

Pero volvamos a Ruán para seguir buscando las huellas de Flaubert. El escritor estudió en el Collège Royal –que hoy se llama Lycée Pierre-Corneille– donde vivió experienci­as negativas que refleja en ‘Las memorias de un loco’ y ‘Noviembre’, obras autobiográ­ficas de su etapa de juventud. Al pasear por las animadas calles de Ruán aún podemos adivinar algo del espíritu flaubertia­no que ha quedado en la ciudad. Ahí están las mismas casas con tejados de pizarra y entramados de madera que parecen surgir de las publicacio­nes ilustradas del siglo XIX. Y también el clásico Gros Horloge (Gran Reloj) convertido en icono de la ciudad o la Place du Vieux Marché (Plaza del Viejo Mercado) donde fue quemada Juana de Arco.

Al llegar a la catedral descubrimo­s otros rastros del escritor. Por ejemplo, la vidriera dedicada a San Julián ins

Haber nacido y vivido en un hospital inspira a Flaubert muchos de los pasajes de ‘Madame Bovary’

piró el cuento ‘La leyenda de San Julián el Hospitalar­io’. Y el bajorrelie­ve de Salomé que aparece en una de las puertas del templo se convierte en materia literaria en el relato ‘Herodías’.

Esta fabulosa catedral gótica también pertenece a nuestro imaginario cuando recordamos cómo Claude Monet la pintó en distintas horas del día para mostrar las variacione­s de la luz en los mudables colores de la piedra: del bronce, ocre y dorado del amanecer a los azules y malvas del atardecer que concluyen en la oscuridad y negrura de la noche.

En este lugar recordamos la escena en la que Emma Bovary y su amante Leon Dupuis

El Atlántico suena en las novelas, cuentos y crónicas de Maupassant

abandonan precipitad­amente la catedral sin ver los pórticos de la Resurrecci­ón, el Juicio Final, el Paraíso, el rey David y los Condenados en el Infierno. Sucede entonces un viaje en diligencia por las calles de Ruán con los amantes consumando el adulterio mientras el cochero los lleva sin rumbo por la ciudad. Un paseo que Flaubert detalla con intención. Podemos ver la secuencia en el carruaje que atraviesa la rue Grand Pont, la Place des Arts, el Quai Napoleon, el Pont Neuf o el paso ante la estatua de Pierre Corneille sin que nada de eso importe a los amantes rendidos a las urgencias de la lujuria.

‘Bola de sebo’

Otro viaje en diligencia que también parte de Ruán tiene su proyección en gloriosas páginas literarias. Se trata de la travesía que sucede en el cuento ‘Bola de sebo’, de Guy de

Maupassant, el otro gran autor normando. En la diligencia viajan varias personas de Ruán a Le Havre durante la guerra francoprus­iana de 1870. Maupassant retrata otro corazón sencillo como el de Elizabeth Rousset, la joven de vida galante, y critica con su habitual sarcasmo al resto de personajes que se aprovechan de la joven de ‘malas costumbres’.

Con la lectura de ‘Bola de sebo’ –que inspiró a John Ford en su película ‘La diligencia’– podríamos recorrer hoy estos bosques de Normandía, reconocien­do la galería de personajes del mundo rural que retrató en su obra. Incluso recuperand­o algunos de los momentos gastronómi­cos que aparecen en sus libros. Ahí están los banquetes de la novela ‘Bel-Ami’ con asados de perdices y foie-gras o los sencillos almuerzos campestres con arenques y sidra.

Guy de Maupassant nació en 1850 en el castillo de Miromesnil, distrito de Tourvilles­ur-Arques situado en la región del Sena Marítimo, pero también vivió y estudió en Ruán donde conoció a Flaubert convirtién­dose en amigo y discípulo. Maupassant describe la ciudad en su cuento ‘Un normando’: «Ruán, la ciudad de las iglesias y de las torres góticas, cinceladas con minuciosid­ad de figurillas de marfil». Pero el mundo más reconocibl­e de Maupassant es el de los caminos que se suceden en las orillas del Sena y que culminan en la llamada Costa de Alabastro con los portentoso­s acantilado­s blancos frente al Canal de la Mancha.

Muchos pasajes de sus cuentos normandos se desarrolla­n en el curso del Sena.

En realidad son páginas literarias que tienen su versión pictórica en los lienzos de los artistas impresioni­stas que eligieron el Sena como inspiració­n de sus cuadros. Es la hermosa galería del plenairism­o, del ‘au plein air’ o pintura al aire libre, que realizaron Edouard Manet, Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir o Claude Monet, del que se puede visitar su casa en Giverny con el famoso estanque de los nenúfares.

Mundo fluvial

La NormandíaN­orma fluvial fue patrimonio narrativo de Maupassant, entre otras cosas, por su afición a la navegación recreativa. En sus relatos aparecen r canoas, esquif fes, yates y yolas y todo t el mundo de bateleros te del Sena. Incluso cl tuvo una canoa que qu llamó ‘Madame’ y que los investigad­ores re de la Asociación de Am Amigos de Flaubert y Maupassant han reconstrui­do para recrear ese mundo acuático del escritor. Un mundo fluvial que aparece en cuentos como ‘Sobre el agua’ o ‘Mosca. Recuerdos de un remero’. En este último relato asoma con tierna ironía el punto erótico de Maupassant al llamar a la yola ‘Feuile à l’envers’ (Hoja al revés), que se refiere a una expresión popular de la época que denominaba a las parejas que se entregaban a ejercicios amorosos ‘a plein air’ y, por lo tanto, veían las hojas de los árboles al revés.

Llegamos por fin al mar, ese Atlántico que suena en las novelas, cuentos y crónicas de Maupassant. Dos pueblos costeros que pertenecen al territorio literario del autor normando son Dieppe y Etretat en la Alta Normandía. En Etretat tuvo el autor una casa que aún existe, ‘La Guillette’, y que fue famosa por sus fiestas.

Donde se ve el farallón de Etretat, Maupassant nos narra el paisaje sonoro en una de las crónicas que publicó en el diario ‘Le Gaulois’. Cerremos los ojos y oigamos cómo suena esta costa: «Cuando, sobre una playa a pleno sol, la ola veloz hace rodar a los finos guijarros, un ruido fascinante, seco como el desgarro de una tela, alegre como una risa, y cadencioso, corre todo a lo largo de la orilla, ondea al borde de la espuma, parece bailar, se detiene un segundo, después vuelve a comenzar con cada regreso de la ola».

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Guy de Maupassant
La Plaza del Viejo Mercado de Ruán, donde fue quemada Juana de Arco
฀ Catedral de Ruán, que sufrió un incendio este verano ฀ Casa natal de Flaubert en Ruán, convertida hoy en un museo ฀ Gustave Flaubert ฀ Casa de Monet en Giverny, donde creó un jardín y un estanque con nenúfares Guy de Maupassant La Plaza del Viejo Mercado de Ruán, donde fue quemada Juana de Arco
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