ABC (Sevilla)

El Profeta se queda en el bronce

▸ En un combate reñido contra Alfonso, también de origen cubano, cae el español

- PÍO GARCÍA

Enmanuel Reyes, ‘El Profeta’, regresará de París con una medalla de bronce colgada del cuello. En un combate reñido, entre dos boxeadores de la misma ciudad pero de escuelas muy diferentes, Loren Berto Alfonso se impuso al púgil español y se clasificó para la final. El Profeta trató de ganar el duelo con un estilo ofensivo, directo, a veces un poco confuso, pero se topó con un enemigo sutil, que bailaba con los puños bajos, como ofreciéndo­le la cara, aunque luego sabía conectar golpes sorprenden­tes a gran velocidad.

El resultado final fue 4-1, pero la igualdad presidió todos los tramos del combate. El segundo asalto acabó por determinar la superiorid­ad del azerí, si bien en el primero pareció imponerse claramente el español. En el último ‘round’, las acometidas febriles de El Profeta, a la búsqueda del golpe definitivo, no fueron suficiente­s para burlar la defensa del púgil de Azerbaiyán, que rehuyó la pelea y se dedicó al baile, paseándose por el ring siempre con la guardia baja. «No soy un boxeador fajador», reconocía Loren Berto Alfonso al acabar el duelo. Su estilo limpio, nada embarullad­o, que aprovecha las acometidas del rival para soltar golpes reactivos, agradó a los jueces, que le concediero­n el triunfo final.

Lamentos arbitrales

En cualquier caso, Reyes consigue por fin la medalla olímpica que llevaba al menos cuatro años buscando con desesperac­ión. En Tokio se quedó a las puertas, pero en París ha podido saborear a qué sabe un metal. Aunque sea de bronce. El púgil afincado en La Coruña se creía ganador y lamentó que los jueces se inclinaran por premiar al que esquiva y no al que propone. «Parece que ahora se prima el boxeo de levantar la mano sin dar golpes», ironizaba Reyes. Muchos púgiles, como Loren Berto Alfonso, lo hacen así para engañar al jurado, haciéndole­s ver que han acertado en el rostro del rival más veces de las que realmente lo han hecho. El púgil estaba caliente al bajar del ring: «El boxeo está cayendo por los árbitros», dijo molesto por el criterio de los jueces en darle la victoria al rival en los primeros asaltos.

La derrota, sin embargo, no le borró a Enmanuel la sonrisa que tiene desde el 1 de agosto, cuando ganó su combate de cuartos al belga Schelstrae­te: «Estoy contento con la medalla y muy agradecido a Dios. Por fin he podido aportar mi granito de arena a la delegación española», subrayaba El Profeta, que ya está deseando participar en la ceremonia de entrega de medallas en Roland Garros. ¿Habrá más Juegos para él? «Voy a tener un descanso muy merecido, y luego voy a seguir luchando y dando palos».

Un bronce para un púgil de azarosa vida, que escapó de Cuba harto de la falta de oportunida­des y viajó por media Europa antes de afincarse en La Coruña. «De Cuba salí porque tenía que salir y porque quería lograr esto.

España me ha dado la oportunida­d y ahora le empiezo a agradecer todo lo que ha hecho», había dicho el jueves al garantizar­se el bronce.

La vida de Enmanuel Reyes Pla, el boxeador cuyo objetivo en París es «arrancar cabezas» daría para una serie. Quizá se animen los de Netflix. Se marchó de la Habana, entró en Europa por Bielorrusi­a y viajó hacia Moscú, en donde estuvo cuatro meses encerrado en un piso por miedo a que lo deportaran. Allí trazó un plan para «brincar fronteras» y meterse en la Unión Europea. Lo detuvieron en la frontera entre Alemania y Francia y lo recluyeron en un centro para emigrantes, del que no podía moverse. «Eso era una cárcel», dice. Al cabo de unos meses lo devolviero­n a Austria, en donde había pedido asilo político, pero entonces decidió que ya estaba bien de dar tumbos. Cogió un avión, aterrizó en Barcelona, visitó a su familia en La Coruña y llamó a la Federación de Boxeo. En 2020, el Consejo de Ministros le otorgaba la nacionalid­ad española «por circunstan­cias excepciona­les».

A El Profeta le ha costado, pero ya tiene su medalla. El niño que empezó a boxear a los seis años para defenderse de los matones del colegio ha alcanzado la gloria olímpica. Desde ayer tiene un bronce colgado del cuello. Y no es un metal cualquiera.

Enmanuel Reyes consigue la primera medalla para el boxeo español desde hace 24 años, cuando el actual selecciona­dor, Rafa Lozano, logró su segundo metal en Sydney, una plata en la categoría minimosca. La siguiente llegará en los próximos días, cuando el marbellí Ayoub Ghadfa dispute su combate de semifinale­s frente al francés Aboudou. Esa pelea ya no se celebrará en el París Nord Arena, sede habitual del boxeo, sino en el magno escenario de Roland Garros. No lo tendrá fácil el púgil andaluz porque deberá imponerse en un escenario hostil, ruidoso, con el público en contra y ante un enemigo poderoso. Si pierde, al menos habrá asegurado el bronce. Dos medallas para certificar el éxito del boxeo español en París.

Enmanuel Reyes Boxeador español «Por fin he podido aportar mi granito de arena a la delegación española»

«Parece que ahora se prima el boxeo de levantar la mano sin dar golpes» «El boxeo está cayendo por los árbitros»

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Reyes trata de golpear a su excompatri­ota Alfonso y su particular estilo de boxear con los brazos abajo // EFE
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