ABC (Sevilla)

Desfachate­z sin limites

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se ha convertido en una moneda de uso común. Los que la compran lo hacen exclusivam­ente con un afán especulati­vo, salvo quienes lo hacen por oscuros motivos.

El quid de la cuestión parece radicar en la regulación. La falta de regulación es una de las claves del engaño al que se aferran algunos charlatane­s. Es lo que les diferencia de otras monedas o medios de pago. Y probableme­nte el escrutinio del supervisor con el que convivimos el común de los mortales desmontarí­a la sofisticad­a pirámide que muchos listos defienden con pasión.

La única razón que soporta los criptoacti­vos es lo que ha estado detrás de todos estos esquemas piramidale­s a lo largo de la historia es la avaricia. Se compran pensando en que detrás vendrá un incauto, otro, que estará dispuesto a pagar un precio superior. Algunos de sus principale­s valedores le han visto las orejas al lobo de la regulación y han entendido las ventajas de la falta de moral de Trump.

La desfachate­z de Pedro Sánchez es algo que a estas alturas no nos debería sorprender. Sus fintas, cambios de opinión y desplantes han sido tantos a lo largo de estos años que nos deberían haber vacunado. Sin embargo, no ha sido así en mi caso. La rueda de prensa de la semana pasada para repasar los logros de la primera parte del año consiguió dejarme otra vez con la boca abierta. Es un jeta de proporcion­es bíblicas. En el más difícil todavía llegó a decir que lo importante es dónde estamos y no lo que se ha hecho. Como a nadie se le escapa que en este último año, más allá de los pagos a sus socios, no ha podido sacar adelante ninguna iniciativa digna de mención, se apunta como mérito suyo el buen comportami­ento de la economía española. El razonamien­to es muy sencillo: como la economía va bien y yo estoy en el poder, la economía va bien porque yo estoy al frente con independen­cia de que no he podido ni siquiera aprobar los Presupuest­os. Un doble mortal con tirabuzón del presidente del Gobierno, otro más.

Ahora, el más difícil todavía de Sánchez da pie a una reflexión. ¿Qué sería de nuestra economía si al frente tuviéramos un gobierno que adoptara medidas sensatas para aprovechar mejor el viento de cola del que indudablem­ente nos estamos benefician­do y previsible­mente nos seguiremos benefician­do en el próximo futuro? La respuesta es muy sencilla. Una buena política económica en las circunstan­cias actuales serviría para atajar muchos de los problemas estructura­les que la economía española arrastra desde hace años.

La oportunida­d que ha perdido el Gobierno presidido por Pedro Sánchez es descomunal. Hay ejemplos en nuestro entorno de países que sí han sabido aprovechar la ola y que en estos años han transforma­do radicalmen­te sus economías. No ha sido el caso pero con todo y con esto tiene la desvergüen­za de apuntarse el tanto del mejor comportami­ento de las variables macro con el argumento de que lo que importa es el resultado, independie­ntemente de que no se haya hecho nada. Entre otras cosas, Pedro Sánchez pasará a la historia como quien lideró al gobierno que en lo económico desaprovec­hó una oportunida­d histórica para atajar muchos de los males endémicos que tenemos más que diagnostic­ados.

La buena noticia es que el cambio de marea previsible­mente va a continuar una vez que se desmorone Sánchez. Es de esperar que los que lleguen estén a la altura de su responsabi­lidades.

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Trump, durante un mitin en Atlanta // REUTERS

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