ABC (Sevilla)

Roca Rey se lo lleva calentito: cuatro orejas y llenazo en su salvaje verano

▸ Arrasa una tarde más, apabullant­e ante la exigente corrida de ‘Juampedro’; Juan Ortega se inventa una obra de arte

- JESÚS BAYORT HUELVA

Llevó la gente, se llevó el triunfo y segurament­e se habrá llevado –sería lo justo– la bolsa de los billetes. Es decir, Roca Rey se lo llevó calentito en la tarde que confirmó las evidencias: vuelve lucir su mejor versión. Después del arranque de temporada más diluido de su carrera, el gallo volvió sacudir sus plumas. Cuatro orejas –un premio a todas luces desorbitad­o– que lo elevaron sobre la compleja corrida de Juan Pedro Domecq, que dejó la clase en Lo Álvaro para embarcar el fondo de temperamen­to, la exigencia y una medida entrega. Una tarde, la de Roca Rey, sonreída por la gracia de Juan Ortega, que se inventó una bellísima faena, tirada por el desagüe de su imperdonab­le espada.

A las siete y cuarto de la tarde, cuarenta y cinco minutos antes de la corrida –bueno, algunos más porque el flamante presidente Ruciero no se está caracteriz­ando por ser excesivame­nte puntual–, el entorno de la Merced era otro. Volvía la masa, como hacía tiempo que no veíamos. Ni en estas Colombinas, ni en toda Andalucía – uno diría que desde la pasada Feria de Abril–. Se daban todos los condiciona­ntes a su favor: el día grande de Huelva, que cayó en sábado, y el encadenado verano de Roca Rey, que vuelve a despertar ilusión entre los suyos. Que son mayoría. Aquí ya está todo inventado: torero taquillero que deja de triunfar, torero que deja de interesar; torero mediático que no deja de triunfar, torero que difícilmen­te deja de interesar.

Y cuando las cosas se ponen así, los toros salen con las orejas cayéndose por los suelos. Aunque no lo pongan fácil. Como Tesonero, que se fue desorejado sin que muchos comprendie­ran verdaderam­ente cómo había estado el torero ante él. Le vieron pegar pases, arrimarse y matar con más efectivida­d que lucidez. Dos orejas. Pero lo cierto es que estuvo inmenso con ese toro: lo recogió de los medios en un vehemente inicio sobre los pies con el capote. Una catapulta de casta era este tercer ‘juampedro’, con lujo y categoría en su fachada. Muy serio, pero muy guapo. Casi como el resto: en el punto de equilibrio colombino. Sin exageracio­nes ni limitacion­es. Una corrida bien rematada en sus cuatro años, redonda por todos sus flancos. Muy fuerte se fue al relance Tesonero al caballo que montaba Sergio Molina, valiente y brillante con su mano izquierda. ¡Ole los buenos y valientes caballista­s! No terminó de descolgar el toro, siempre reservón en su temperamen­tal final. Fue ésta la gran faena de Roca, por la importanci­a del compromiso en su encaje y el pulso en su muleta. Claves para entender a un toro tan exigente. Con una oreja hubiera estado bien. Como con una oreja, o una ovación, hubiera bastado con el sexto, un animal sin en

trega, humillació­n y estilo. A éste sí lo mató extraordin­ariamente bien.

Cumbre de Ortega

Más extraordin­ario fue lo de Juan Ortega, que merece un castigo ejemplar por emborronar con la espada una faena tan genial. Digna de un torero artista, de una persona creativa. Suyos fueron los muletazos más hondos y... ¡qué despacito, ‘joe’! Un manso de libro fue el bastito Nigromante –segundo–, que al menos se templaba cuando encontraba la muleta entre oleadas. Cuatro veces fue al caballo, cuatro veces huyó. El inicio genuflexo será de las pocas cosas que mañana, o nada más salir de la plaza, recuerden los aficionado­s. Pases con una rodilla clavada hasta que casi en los medios le cogió el punto, se arrodilló por completó y giró en un muletazo eterno. Nada nuevo en él: hacer del tremendism­o arte. «Ya volverá», decían siempre los antiguos. Y volvía, con ritmito. Como la faena de Ortega: no se puede estar mejor con menos toro. El animal corriendo por la plaza, él racheando detrás. ¿A cuántos toreros le hubiera servido este toro? Mejor: ¿cuántos toreros hubieran dicho algo con este toro? Le cortó la oreja al quinto porque, tiene guasa la cosa, mató de categoría. ¡Muy mal, Juan!

Muy áspero fue el primero de Talavante, más comprometi­do que en El Puerto, y más triunfalis­ta con el cuarto, el de mejor estilo –sin volvernos locos– de la corrida.

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// FOTOS: SERGIO BORRERO Roca Rey toreó con profundida­d al temperamen­tal Tesonero, un toro bastante exigente
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Juan Ortega lo bordó en su inicio genuflexo

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