ABC (Sevilla)

Ledecky, la leyenda de los nueve oros

▸La nadadora estadounid­ense iguala el récord absoluto de títulos olímpicos de la rusa Larissa Latynina tras lograr su cuarta corona consecutiv­a en los 800 libres

- JAVIER ASPRÓN ENVIADO ESPECIAL A PARÍS

Apura la piscina sus últimos coletazos en estos Juegos aún con mucho que ofrecer. Irrumpe de nuevo el emperador Léon Marchand, esta vez sin premio en el 4x100 estilos mixtos, y cede los aplausos a una leyenda. Katie Ledecky nada como siempre para lograr en La Defense su cuarto oro consecutiv­o en los 800 metros, una barbaridad en estos tiempos de irrupcione­s adolescent­es. Precisamen­te con una de ellas comparte el brillo del penúltimo día de la natación. Summer McIntosh, 17 años, reclama su pedazo de gloria con su tercer oro en París. Está reñido el trono femenino del agua, aunque Ledecky se impone por jerarquía y porque con su victoria iguala los nueve oros olímpicos de la gimnasta rusa Larissa Latynina, récord absoluto en la historia de los Juegos.

Su salida al escenario, envuelta en el aparatoso plumas de color blanco del Team USA, se produce entre una sonora ovación, porque hay figuras que traspasan fronteras y son recibidas con honores en cualquier país. ‘Deckster’ suma ya tres medallas en la capital de Francia. El oro del 1.500, la plata del 4x100 femenino y el bronce del 400 libre. Pero es el 800 en donde todo el mundo quiere ver a la de Washington. Es su prueba, la misma que lleva dominando con puño de hierro desde Londres 2012. Revalidó en Río y en Tokio, pero hay dudas de si podrá hacerlo también en París. Son 27 años, que en realidad no son nada pero son mucho. En la calle de al lado la observa detrás de sus gafas Ariarne Titmus, 23 años. La derrotó en el 400, donde logró el primero de sus dos oros, y es la gran candidata a cortar la extraordin­aria racha de Ledecky.

Es la estadounid­ense quien manda desde el inicio, pero Titmus es una sombra constante, una lapa en el costado. Se pasa el primer 100 y la distancia entre ambas es de apenas 20 centésimas. Llega el 200 y siguen igual. Ledecky, ritmo implacable, de metrónomo, saca la cabeza por el lado contrario al que le persigue Titmus. No ve a su rival, pero la intuye. A mitad de carrera parece que la australian­a está en disposició­n in

cluso de alcanzar la cabeza, pero la estadounid­ense, nueve oros olímpicos ya, no permite el sorpasso.

Titmus acaba claudicand­o en el último 200, donde ve incluso peligrar la segunda plaza ante la remontada de la otra estadounid­ense, Paige Madden. A esas alturas la multitud ya acompaña

las últimas brazadas con un murmullo ensordeced­or. Tienen ganas de jalear el triunfo de Ledecky, que para el crono en 8:11.04, lejos del récord del mundo que estableció en Río, pero suficiente para imponerse con más de un segundo de ventaja sobre Titmus y Madden. No hay otra nadadora americana como ella en la historia, con un palmarés cubierto de tanto brillo. Lo mejor es que aún tiene la ambición de continuar. Quiere seguir, al menos, hasta los Juegos de Los Ángeles. Nadar en casa, aunque sea una prueba más, y rubricar la despedida perfecta. El reto de los diez oros, a su alcance.

Al público, la exhibición de Ledecky les compensa la frustració­n al ver volar una quinta medalla de Marchand. La estrella de Francia no es suficiente para que la anfitriona suba al podio en el 4x100 estilos mixtos. Antes, la velocista sueca Sarah Sjoestroem sorprende con un récord olímpico en las semifinale­s del 50 libre femenino (23.66), a solo cinco centésimas de su plusmarca mundial, y los focos apuntan a la juvenil McIntosh, convertida en una esbelta y potentísim­a sirena. Domina los 200 estilos con la misma solvencia que demostró en el 400 y en los 200 mariposa.

La canadiense Summer McIntosh, de solo 17 años, logró su tercer título olímpico en París al vencer en los 200 estilos

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// EFE Katie Ledecky, durante la final del 800 libres femenino
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