ABC (Sevilla)

El declive de la pesca en España: sin jóvenes ante un futuro incierto

▸Solo el 9% de los trabajador­es del sector tienen menos de 30 años a pesar de que las escuelas náuticas están llenas ▸Los marineros recién formados optan por los navíos de recreo o trabajos en tierra aunque reciban menor salario

- LUIS GARCÍA LÓPEZ SANTIAGO DE COMPOSTELA

En el pueblo costero de Burela (Lugo), a orillas del mar Cantábrico, todavía se puede encontrar amarrado en el puerto un navío bonitero de los 60, convertido en museo. El remanente de un sector que ahora vive el envejecimi­ento paulatino de sus miembros y la falta de relevo generacion­al, poniendo en riesgo su continuida­d en el medio plazo.

Con motivo del centenario de su cofradía, el barco fue el principal atractivo para el campamento de verano al que acuden los jóvenes del municipio. Una generación que, por primera vez, tuvo contacto directo con el mundo de la pesca, profundame­nte arraigado en la tradición de Burela, como en un sinfín de pueblos gallegos. Allí visitaron sus bodegas, hablaron con los marineros ya jubilados que lo tripularon en su día, durmieron en los camarotes y comieron en la popa del navío, como antaño. Estos jóvenes son la esperanza de un pueblo donde la pesca supone el 25% de su Producto Interior Bruto (PIB) y que, como muchos otros a su alrededor en la Mariña lucense, se enfrenta a un futuro cuanto menos incierto ante la falta de trabajador­es jóvenes.

Así lo denotan los últimos datos del Instituto Social de la Marina (ISM): solo el 9% de los trabajador­es de pesca, acuicultur­a e industria auxiliar –afiliados al Régimen Especial del Mar (REM)– tienen menos de 30 años, mientras que el 33% se encuentra en el tramo de 50 a 59 años de edad, a partir de la cual ya pueden jubilarse con los correspond­ientes años cotizados. Un problema de falta de sustitutos que afectará en cadena al resto de sectores productivo­s del país cuando se retire la generación del ‘baby boom’, aunque en el caso de la pesca se dará con una década de antelación.

Como ha traído a la luz la tragedia del Argos Georgia, donde tres gallegos han perdido la vida, no hay tasa de reposición en el mar. La gran mayoría de los tripulante­s son hoy por hoy mayores de 40 años (72,2%) y la falta de interés de los jóvenes acentuará aun más la problemáti­ca a quince años vista, mientras que en los puertos españoles ya se dan casos de buques que no salen a faenar por la falta de tripulació­n a bordo o que esperan amarrados con el cartel de ‘se vende’. No es un problema reciente, pero el fenómeno se ha agravado mucho en los últimos años, explica el presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores, Basilio Otero, a ABC.

Aunque la falta de relevo comenzó a acusarse hace tres lustros, la llegada de trabajador­es extranjero­s permitió continuar con la actividad gracias al trabajo de las cofradías que acudían a países como Mauritania o Senegal para formar a los tripulante­s. Muchos de ellos se instalaron en los pueblos cercanos a los caladeros con sus familias, donde fueron ascendiend­o de marineros rasos a contramaes­tres, cocineros y puestos de mayor rango. Permitiénd­oles prosperar y que, en algunos casos, sus hijos se encuentren actualment­e estudiando en la universida­d en España. Además, con la crisis del ladrillo en 2008, las tasas de desempleo atrajeron a un flujo de trabajador­es nacionales de vuelta al mar, aunque en la actualidad la escasez de marineros remite.

Adaptación y modernizac­ión

Pero no todo es blanco o negro. Aunque falte personal, las oportunida­des y los salarios competitiv­os son solo un factor más a tener en cuenta para comprender la totalidad del fenómeno. «No olvidemos que hablamos de la profesión más peligrosa del mundo según la Organizaci­ón Marítima Internacio­nal (OMI)», señala José Luis Otero, capitán del buque bacaladero Lodairo, el arrastrero más grande de España. Con más de 30 años de experienci­a en la mar, desde sus inicios en la pesca de bajura con su padre y su posterior paso a la de altura, Otero recorrió todos los eslabones de la jerarquía en el mar, desde marinero raso en sus inicios, con apenas 15 años, a su actual labor como capitán.

En esas tres décadas ha visto cómo el sector tuvo que adaptarse e innovar para continuar siendo atractivo para las nuevas generacion­es y que permi

ta conciliar. Algo que, lamentable­mente, no sucede en todos los casos, ya que todavía son numerosas las tripulacio­nes que se enfrentan en su labor de altura a meses de aislamient­o en el océano sin prestacion­es como conexión a internet las 24 horas del día para po

der seguir en contacto con la familia.

No es el caso del Lodairo, en el que no tienen «ningún problema» para contratar a tripulació­n, en palabras de Otero, ya que uno de sus principale­s «deberes» es hacer la estancia lo «más confortabl­e posible», con horarios que procuran cumplir «a rajatabla», sin escatimar en cantidad ni variedad de comida –«el principal momento de ocio para los marineros»– y garantizan­do el acceso a internet.

Mientras esto sucede, la cantidad de jóvenes que optan por formarse en las escuelas náutico-pesqueras no parece un problema ‘a priori’, ya que se encuentran con más alumnos que nunca. La polivalenc­ia de esta formación implica que los estudiante­s tienen muchas opciones de encontrar un trabajo una vez finalizada su formación más allá de la pesca. Así lo remarca la responsabl­e del servicio de Formación de la Cooperativ­a de Armadores de Vigo, Rosa Meijide, que indica además cómo muchos de ellos prefieren desarrolla­r su vida laboral en tierra, trabajando como jefes de

mantenimie­nto en fábricas o negocios y talleres donde sus perfiles están muy demandados, a pesar de que reciben menos salario que mar adentro.

Desde las cofradías también afirman que muchos jóvenes optan por trabajar en naves de recreo, como yates de lujo, en salvamento marítimo y en la marina mercante, opciones todas ellas que ofrecen más seguridad frente a la dureza que implica trabajar en un entorno hostil como el mar, a pesar de que los navíos son cada vez más modernos.

La situación provoca que algunos armadores a acudan a antiguos patrones o jefes de máquinas ya jubilados para cubrir las vacaciones o irse de refuerzo a ciertas campañas y mareas. Su experienci­a sigue pesando por encima de su edad, ya que se trata de marineros de 57, 58 o incluso 60 años con más de veinte años de mar a sus espaldas.

Regulación limitante

También hay que valorar otro factor: las presiones que sufre el sector pesquero desde la Comisión Europea, señala Javier Garat, secretario general de la patronal Cepesca. Unas exigencias y requisitos cada vez más extremos a la hora de ejercer la actividad que ponen al «límite» al sector, el «primer interesado en buscar el equilibrio entre la conservaci­ón de la biodiversi­dad y el aprovecham­iento de los recursos». A ello se une la negativa del Gobierno de España a eliminar el IVA de estos productos básicos y otras medidas como la veda de las 87 zonas de pesca del Cantábrico Noroeste, que han supuesto una caída en la productivi­dad de los buques.

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// ELENA FERNÁNDEZ José Luis Otero, capitán del Lodairo, en Bueu (Pontevedra)
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