ABC (Sevilla)

La rebelión del subdesarro­llo

▸ Sudán del Sur vuelve a retar a EE. UU. tras perder por un punto antes de los Juegos

- JAVIER ASPRÓN

Según datos del Banco Mundial, Sudán del Sur se encuentra a la cola del planeta en cuanto a desarrollo humano. Al margen de su ubicación geográfica, en pleno África Oriental, el país más joven que existe (se independiz­ó en 2011) ha tenido que enfrentar en las últimas décadas dos cruentas guerras contra sus vecinos del norte y una guerra civil que dio sus últimos coletazos en 2020. Su historia reciente solo entiende de hambre, violencia étnica y desplazami­entos masivos de personas. Decenas de miles de sursudanes­es abandonaro­n su país para acabar en campos de refugiados en Kenia, Uganda o Etiopía. Otros muchos se exiliaron a Europa, Australia o Estados Unidos.

Uno de esos refugiados era Luol Deng. Su familia huyó a Egipto cuando él era pequeño y, tras recibir asilo político, recalaron en Gran Bretaña. Deng comenzó a jugar y a destacar en el baloncesto hasta que a los 16 años fue reclutado y becado por una prestigios­a academia de Nueva Jersey. Más tarde dio el salto a la Universida­d de Duke, donde solo estuvo un año. Ese verano fue elegido en el número 7 del draft e inició una prolífica carrera en la NBA, donde permaneció 18 años. Chicago, Cleveland, Miami, Los Ángeles Lakers y Minnesota fueron sus equipos. En dos ocasiones llegó a disputar el Partido de las Estrellas. También participó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 integrando la plantilla de Gran Bretaña.

Deng nunca olvidó sus raíces. En 2005 decidió crear una fundación en Sudán del Sur para ayudar a los chicos más pobres a jugar al baloncesto. Allí se pusieron los cimientos de lo que hoy es una realidad. «Tenía la convicción de que había el talento, de que éramos uno de los mejores equipos de África, que podíamos dominar el básquet como Kenia y Etiopía dominaban el atletismo, como Jamaica en el esprint», explica Deng.

Manute Bol fue una leyenda en la NBA. No tanto por sus números, sino por convertirs­e en el jugador más alto de la historia, con sus 2, 31 metros. Su origen también era sursudanés. «Cuando vas por los caminos te encuentras pastoreand­o ovejas a muchos chicos Dinka (una de las tribus del país) con alturas por encima de los dos metros». Deng tuvo la suerte de conocer a Bol en Egipto, y reconoce que siempre fue su gran inspiració­n: «Manute representa­ba las cosas correctas. Era famoso, jugaba al baloncesto, todo el mundo hablaba de su altura… Pero siempre volvía a casa y agradecía por lo que tenía. Eso es lo que era y el baloncesto no lo cambió».

No es solo la altura, también la complexión física, lo que convierte al jugador sursudanés en un diamante en bruto. Una vez retirado, Deng se convirtió en el presidente de la Federación de su país de origen, contrató para el banquillo a su amigo de la NBA Royal Ivey y juntos se pusieron a buscar todo el talento repartido por el mundo. Consiguier­on juntarlos en un ‘training camp’ en Uganda, y en pocas semanas habían conformado un fantástico equipo. El primer hito fue clasificar­se para el Mundial del año pasado. Cayeron en la primera fase, pero se ganaron la plaza para los Juegos tras acabar el torneo como primer país africano.

En París se han presentado con un ‘roster’ variopinto. Cuentan con un NBA, JT Thor (Charlotte Hornets) y varios jugadores que se desempeñan en las ligas china y australian­a. También tienen dos ‘europeos’: Wenyen Gabriel (Maccabi) y Carlik Jones, recién fichado por el Partizan de Belgrado. Este último fue la estrella en el partido de preparació­n para los Juegos que los enfrentó a Estados Unidos. Se convirtió en el primer jugador en anotar un triple-doble contra un Dream Team (15 puntos, 11 rebotes y 11 asistencia­s), y dirigió las operacione­s que llevaron a su equipo a rozar una gesta absolutame­nte legendaria. Solo una canasta in extremis de LeBron James impidió la derrota de los americanos (101-100).

Este miércoles se vuelven a enfrentar en Lille, ya en el torneo oficial (21.00), y los africanos no pueden ocultar que hay cierto aire de revancha. Los dos equipos llegan empatados en la clasificac­ión después de que Sudán del Sur ganase a Puerto Rico en su debut olímpico. Solo esa victoria ya valdría su participac­ión, pero sus jugadores no se conforman. A ese partido salieron enrabietad­os después de que la organizaci­ón confundies­e su himno con el de Sudán del Norte, el país contra el que batallaron durante décadas. Y confían en que ese fuego desatado se mantenga ante los todopodero­sos estadounid­enses, que en su estreno contra la Serbia de Nikola Jokic no dieron margen a la sorpresa (101-84). Será más complicado que en el amistoso, donde faltó un Kevin Durant que se convirtió en el mejor de los suyos ante los balcánicos.

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// AFP Los jugadores de Sudán, tras derrotar a Puerto Rico

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