ABC (Sevilla)

Una jabalina en el corazón de España

El modelo de ‘financiaci­on singular’ sería como una carrera de atletismo en la que el deportista catalán siempre partirá con cinco segundos de ventaja

- EVA DÍAZ PÉREZ

ESTAMOS en medio del fragor de los Juegos Olímpicos. Admiramos las hermosas acrobacias de la gimnasia, la elegancia del salto de trampolín o la epopeya del esfuerzo en las carreras de fondo. Sin embargo, la verdadera competició­n se está jugando en nuestro país simbolizad­a en una de las pruebas deportivas: una jabalina atravesand­o el corazón de España.

El preacuerdo entre el Partido Socialista de Cataluña y Esquerra para conseguir la investidur­a de Salvador Illa como presidente de la Generalita­t es todo un tratado de cinismo. Y ya que estamos leyendo la actualidad en clave deportiva, podría traducirse como una competició­n donde ya no existen reglas del juego.

El modelo de ‘financiaci­ón singular’ sería como una carrera de atletismo en la que el deportista catalán siempre partirá con cinco segundos de ventaja. Y, por el contrario, los atletas del resto de España tendrán que correr saltando obstáculos, las vallas de la vida como los ciudadanos de segunda que son. Por ejemplo, en un partido de baloncesto el equipo catalán, además de jugar, también podrá arbitrar el partido. Así podríamos traducir este sistema de tributació­n que dinamita el edificio de solidarida­d territoria­l que sostiene esto que llamamos -por el momento- Estado democrátic­o.

A partir de ahora los catalanes podrán gestionar, recaudar, liquidar e inspeccion­ar todos los impuestos. Y podrán repartir a la carta. Qué bueno sería que todos los españoles pudiéramos dedicar nuestros impuestos a lo que quisiéramo­s. Saber que esa recaudació­n va, por ejemplo, a recursos sanitarios y educativos. O tener la tranquilid­ad de que alguna parte de lo recaudado y que salió de nuestro bolsillo va destinado a infraestru­cturas en Andalucía. Y no tener que esperar a lo que se decide desde Madrid con sus particular­es fiebres centralist­as. O a los caprichos de cada uno con sus delirios nacionalis­tas de terruño y campanario.

Al final la independen­cia era eso, un tema de bolsillos, o sea, un asunto en el que se pretende que la burguesía catalana siga siendo la gran burguesía catalana de toda la vida. Un nacionalis­mo conservado­r y reaccionar­io disfrazado de progresism­o que desprecia a los pobres. La ‘pela’ del chiste y el tópico, vaya. Aunque también habría que pedirles que devuelvan el dinero de todos que se ha invertido allí para que sean los ciudadanos de primera que creen que son, ciudadanos con Agencia Tributaria Propia.

Como ese Sena pestilente lleno de bacterias que pretendía ser un manantial límpido, los burgueses catalanes han demostrado la calidad de sus aguas morales. Y a los que quieren vendernos que esto es el «triunfo del diálogo y de la política» decirles que no todo vale para seguir en el poder. Y que como en la famosa comedia: ¿Por qué lo llaman diálogo cuando quieren decir chantaje?

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