ABC (Sevilla)

Los caballos son marqueses

Láser para regeneraci­ón celular, arena de sílice en la pista, masajes con fisios o controles veterinari­os para asegurar que no hay golpes o lesiones, entre los cuidados de los equinos olímpicos

- MARTA SAN MIGUEL ENVIADA ESPECIAL A PARÍS

El sendero está encharcado, pero por los márgenes se puede caminar sin notar que las suelas son ventosas que se hunden. La lluvia caída los primeros días en París hacen de los Jardines de Versalles, donde se celebra la hípica, una bellísima estampa pastosa y húmeda que trepa de los pies hasta las rodillas de los pantalones dejando un rastro de barro gris. ¿Cómo es posible, entonces, que los caballos que están galopando en la pista de arena tengan las manos y los pies impolutos, si ese suelo también ha estado a la intemperie? Los jinetes de doma clásica están probando la pista. Es una toma de contacto en la que muestran a los animales el escenario donde van a competir, pero la arena sobre la que trotan y galopan no tiene ni un charco, ni tan siquiera un brillo acuoso. «El metro cuadrado de esta arena cuesta una millonada», dice un miembro del equipo de la delegación española. ¿Define millonada? Pero, como sucede en este deporte, la hipérbole deja en lo económico un libre vuelo a la imaginació­n porque esa arena que no se moja, esa arena de sílice con volutas de celulosa se ha tragado el diluvio parisino, y al pisarla, lejos de mojarte, notas que caminas sobre la alfombra que tiene Zeus a los pies de su cama. ¿Por qué tantos cuidados con el suelo que pisan los caballos? Y la respuesta obliga a hablar no solo de la tierra, sino hasta del aire que respiran estos atletas olímpicos.

En la pista, es imposible no mirar al equipo español titular formado por ‘Frizzantin­o FRH’, de Borja Carrascosa, ‘Euclides Mor’ de Juan Antonio Jiménez y ‘Malagueño LXXXIII’, de José Daniel Martín Dockx, y el binomio de reserva formado por ‘Hi-Rico do Sobral’ y Claudio Castilla, sin dejarse llevar por el hipnótico sentido que tiene la belleza. Los caballos de doma no pisan la arena, la rozan; acarician ese sílice con las herraduras y precisamen­te es esa sensibilid­ad de sus tendones la que requiere a diario atenciones que se equiparan a las de cualquier deportista de élite hasta a veces superarla. Los caballos hacen hidroterap­ia (caminan sobre una cinta transporta­dora con el agua por encima de los corvejones), reciben masajes de fisioterap­eutas, tratamient­os con campos electromag­néticos para desinflama­r las articulaci­ones, o con láser para la regeneraci­ón celular. «Estos animales están controlado­s las 24 horas del día para que su estado físico y mental sea óptimo», dice Víctor Díaz, el veterinari­o español de la delegación de doma. Y solo hay que ir a las cuadras para comprobarl­o. En el momento que se entra en el lugar de residencia de estos atletas, lo que sería su villa olímpica, la tie

rra se transforma en una goma mullida. En vez de habitacion­es, se alojan en boxes de dimensione­s colosales, y del techo blanco y alto y ventilado cuelga una tubería gruesa y silenciosa que genera aire limpio y sobre todo, fresco. «¿Eso es aire acondicion­ado?». Y Esteban Benítez se ríe mientras acaricia la frente de su yegua ‘Utrera AA 35’ con la que acaba de competir: «Yo me alojo en la villa olímpica con un ventilador y los caballos tienen aire acondicion­ado».

El cuartel general de la delegación española de hípica ocupa dos cuadras aledañas: en una están los caballos de completo (que ayer terminaron su participac­ión, y cederán su espacio al equipo de salto, que llega este martes), y en la otra cuadra, los cuatro ejemplares de la disciplina de doma, que arranca hoy con ‘Malagueño LXXXIII’, de José Daniel Martín Dockx, si se recupera de las molestias cervicales que al cierre de esta edición padecía. Si los ejemplares de completo son más pequeños, más finos y rápidos, como ‘Utrera’, los de doma clásica son mucho más grandes, de pechos marmóreos, y sin embargo, flexibles como un gimnasta. «Tienen una estructura inmaculada porque se trabaja mucho el dorso, el cuello y la grupa para que puedan hacer, por ejemplo, una pirueta, botando sobre sus pies», explica el veterinari­o español, que vigila de cerca los movimiento­s de ‘Hi-Rico do Sobral’ para el control veterinari­o que tendrá que pasar como el resto de los caballos del equipo. Además del dopaje, como cualquier otro deportista, se vigila que no tengan lesiones o alguna dolencia, como sucedió ayer con ‘Malagueño’, con molestias cuyo origen es de difícil determinac­ión (del viaje o incluso por el propio aire acondicion­ado).

En el control se buscan también rastros de golpes, con controles térmicos sobre el cuerpo antes de entrar en la pista. La organizaci­ón olímpica se asegura así de que el animal está en perfecto estado y que el equipo correspond­iente no le va a obligar a competir con dolor o lesiones camufladas con algún tipo de infiltraci­ón. La insistente manera de prevenir el maltrato hace que sobrevuele en los jardines de Versalles la histo

«Yo me alojo en la villa olímpica con un ventilador y los caballos tienen aire acondicion­ado»

ria de la campeona británica, Charlotte Dujardin, apeada de los Juegos tras publicarse un vídeo en que se veía cómo pegaba a un animal: «Si enseñas a un caballo a base de golpes y fustazos, en el momento en que no tengas la fusta, ese caballo no te va a responder. Hay que trabajar con paciencia, a diario, poco a poco, y dejar que el animal llegue adonde tú quieres. Si pegas a un animal, su reacción ante ti será violenta, nerviosa, ¿ves a alguno así?», dice el jinete Claudio Castilla. A su lado, ‘Hi-Rico’ lleva puesta la cabezada, el mozo que lo cuida a diario lo lleva de las riendas mientras el animal mira goloso alrededor, relincha, busca, husmea, y trota y juega como si vacilara a su equipo con brincar en cualquier momento con su media tonelada de músculo, elegancia y testostero­na.

El jinete más veterano

Hay algo en las manos del jinete Juan Antonio Jiménez Cobo que logran colocar el cuello de ‘Euclides Mor’ como si no hiciera fuerza, como si solo estuvieran sujetando las riendas con las que lo guía. Son los dedos que de joven trabajaron en un taller de coches y, ahora, los de un deportista que lleva toda su vida ejercitand­o esa aparente facilidad: es cuestión de técnica y también de veteranía, y la suya le ha traído hasta París para convertirs­e en el olímpico español más longevo de la historia: 65 años y 81 días cuando compita este miércoles en Versalles en la prueba por equipos.

Nacido en Castro del Río (Córdoba), trabajó en un taller mecánico antes de dedicarse por entero a la afición que tenía desde niño. En casa le decían que debía buscar un trabajo estable, con sueldo fijo, pero al final acabó cambiando los coches averiados por caballos de doma vaquera. El salto a la doma clásica llegó cuando vio esta competició­n en Barcelona 92 y decidió dedicarse por entero a esta disciplina con la que ha conseguido llegar a lo más alto: los Juegos Olímpicos. En Atenas 2004 fue medalla de plata por equipos, y tras participar también en los de Sidney 2000, llega a París para participar en su tercera cita olímpica sin ánimo de bajarse del caballo sino, más bien, de subirse a un podio.

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// MARTA SAN MIGUEL En la mano izquierda, la yegua recibe tratamient­o de láser para la regeneraci­ón celular
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