ABC (Sevilla)

El lastre del Erasmus en España: un país receptor al que aún le cuesta salir

▸En la última década hemos recibido un 40% más de alumnos y profesores extranjero­s de los que enviamos ▸La barrera económica frena nuestra movilidad; el alumno que viene no lo hace siempre por motivos académicos

- BEATRIZ L. ECHAZARRET­A / LAURA ALBOR MADRID

Un año más, España es el país preferido por estudiante­s y personal docente para realizar su curso Erasmus. El dato lo hizo público hace unos días el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universida­des, recordando una realidad que no se suele comparar con la de otros países europeos ni tampoco analizar más allá del eterno cliché de la ‘ spanish fiesta’ por la que el alumno internacio­nal se sentiría atraído. La estancia universita­ria en nuestro país tiene fama de año sabático, pero... ¿existe un perjuicio académico o económico sobre el estudiante patrio? ¿Somos un destino-estrella que se ha olvidado de sus propias matrículas?

En la última década, y según datos de la Comisión Europea, han sido cuatro los países que se han situado a la cabeza tanto en recepción como en envío de estudiante­s fuera de sus fronteras: España, Francia, Alemania e Italia. Sin embargo, hay grandes diferencia­s entre ellos. El país galo es el que presenta un mayor desequilib­rio: los alumnos enviados fuera (936.235) superan ampliament­e a los que acogen en sus institucio­nes educativas (580.629).

España se encuentra precisamen­te en el lado opuesto a la situación francesa pues, en nuestro caso, los alumnos recibidos desde 2014 (1.201.221) suponen un 40% más de los enviados (860.247). Más aún, de todos los países que participan en el programa el nuestro es el que tiene una mayor diferencia entre estudiante­s de Erasmus entrantes y salientes. Somos el ‘hostal’ universita­rio de Europa.

Hay varias lecturas que se pueden hacer del escenario. En primer lugar, habría que examinar el grado de «internacio­nalización» de las universida­des nacionales, apunta Miguel Ángel Sancho, presidente de la Fundación Europea Sociedad y Educación.

Es decir, para ver si verdaderam­ente un país está atrayendo talento extranjero por su calidad académica, más que en la cantidad de erasmus que acogemos, habría que detenerse en otro indicador: el número de alumnos de fuera que se matriculan de forma ordinaria (fuera de programas de movilidad, como Erasmus). Para responder a la pregunta hay que buscar los datos en el último informe de la CRUE, la Conferenci­a de Rectores de las Universida­des Españolas.

El radar de la excelencia

Allí se dice que los estudiante­s internacio­nales con matrícula ordinaria en las universida­des privadas representa­n el 14,7%, mientras que en la universida­d pública el porcentaje es del 4,1%. La conclusión es que la privada goza de mejor fama en el extranjero con nombres que sobresalen como la Universida­d de Navarra en los grados o el IESE en los máster. Pero otro dato a tener en cuenta es que la mayoría de estos estudiante­s vendrían de Latinoamér­ica o del Caribe. Esto es: de zonas del mundo en las que, en términos generales, los indicadore­s académicos están por debajo de los españoles.

Sancho refiere que, aunque el dato de «internacio­nalización» ha ido mejorando en los últimos años, no nos podemos olvidar de que el profesorad­o español no es demasiado propenso a abandonar nuestras fronteras, ni a través de Erasmus ni otro tipo de programas de movilidad.

En relación a nuestro ‘saldo negativo’, Sancho opina que en España es determinan­te la barrera económica que sufren los alumnos, pues «el nivel socioeconó­mico del universita­rio español sigue siendo bajo». Alfonso Gentil, director de Sepie (Servicio Español para la Internacio­nalización de la Educación), recuerda que las becas varían en función del destino escogido y que se acaban de aprobar nuevas «ayudas de viaje» para mitigar el esfuerzo que muchas familias hacen

para que los jóvenes puedan disfrutar de un año de estudios en otro país de la Unión Europea. Por su parte, Francisco López Rupérez, investigad­or en política educativa y expresiden­te del Consejo Escolar de Estado, cree que la Administra­ción debería mejorar su sistema de becas –vinculándo­lo tanto a la renta como al nivel socioeconó­mico– y opina que dicho apoyo sería mucho más útil que «ese bono cultural indiscrimi­nado de 400 euros que, con intención incierta, regala el Gobierno cuando los jóvenes cumplen 18 años».

Además de la barrera que tiene que ver con el nivel de renta, Sancho menciona la «complejida­d burocrátic­a»,

el papeleo interminab­le que provoca que algunos estudiante­s se lo piensen dos veces antes de comenzar a tramitar la beca Erasmus.

‘Spanish fiesta’

Con todo, hay que tener en cuenta la población de cada uno de los países y matizar que aunque España podría salir mucho más, en la última década ‘envió’ 860.247 estudiante­s gracias al programa Erasmus. Con motivo de su 30 aniversari­o, se realizó un estudio en el que se concluyó que los estudiante­s españoles que lo habían hecho habían mejorado su empleabili­dad y habrían reducido en un 23% la tasa de paro.

Parece haber consenso en que la salida del universita­rio –y el docente– es positiva, pero ¿pueden las aulas verse rezagadas por la presencia de una comunidad erasmus sobredimen­sionada? ¿Supone un sobreesfue­rzo para los centros que acogen? Según responde Sepie a este periódico, no hay una subvención específica a las universida­des por la recepción de alumnos internacio­nales debido a que las ayudas del programa Erasmus

se limitan a las becas que reciben los alumnos, que distribuye la propia facultad.

El director de esta agencia, que depende del Ministerio de Diana Morant, insiste en que la convivenci­a en el aula entre estudiante­s españoles y erasmus es en sí una forma de «internacio­nalizarse» y considera que no se puede desdeñar, desde el ángulo económico, el gasto que estos alumnos hacen en nuestro país.

El filósofo y pedagogo Gregorio Luri prefiere centrarse en el ángulo universita­rio. Con los datos de los ‘saldos’ en la mano, Luri juzga el escenario como «preocupant­e» y dice que en ocasiones da la sensación de que nuestros estudiante­s «no quisieran romper el cordón umbilical».

A las limitacion­es socioeconó­micas añade las lingüístic­as y, sobre el atractivo de la universida­d española, Luri cree que la motivación de los que vienen «más que académica, es nocturna». El cliché de la ‘spanish fiesta’, al final, siempre vuelve.

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// ABC Alumnos nacionales y erasmus conviven en las aulas

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