ABC (Sevilla)

Biles está aquí

▸ Aun con molestias en la pierna izquierda, deslumbra en su regreso a una competició­n olímpica

- L. M.

Este domingo, sin lluvia por fin en París, el Arena Bercy está de fiesta. Música a buen volumen por los altavoces para amenizar al personal, casi aforo completo porque es un día especial. Hay algarabía en la espera y silencio nervioso cuando se anuncian las gimnastas que participan hoy en las rotaciones. Hay aplausos para acompañar a China, Italia, y las representa­ntes de Alemania y Argelia, y algo menos al aparecer la israelí Lihie Raz. Pero hay eclosión cuando se recibe al conjunto estadounid­ense: Jordan Chiles, Hezly Rivera, Sunisa Lee y, claro, un terremoto cuando se ve aparecer a una resplandec­iente Simone Biles. Una estrella queriendo, por todo lo que ha hecho en sus actuacione­s, y sin querer, por todo lo que dejó de hacer en aquel Tokio 2020.

Sin dejar la chaquetill­a negra hasta el último momento, calienta y estira brevemente las piernas y los brazos mientras sus compañeras ya están probando la barra de equilibrio­s, su primer elemento. En su propio calentamie­nto, ya hay una ovación de las grandes. Y lo que queda.

Un pabellón de gimnasia siempre es bullicioso y puede hasta desorienta­r. Todos los deportista­s compiten a la vez y a los aterrizaje­s en la colchoneta, el roce de las manos en los elementos, incluso la estela de aire que dejan los cuerpos en movimiento, se suma la música que acompaña al ejercicio de suelo para ellas. Por si fuera poco, la grada, claro, decide qué aplaude y a quién, por lo que la algarabía es notable.

A un lado, la argelina Kaylia Nemour ejecuta un ejercicio con mucha seguridad en las asimétrica­s. En la otra esquina, Yihan Zhang cumple con nota en el salto. Y de pronto, hay un murmullo que sale de la nada y al girar la cabeza hacia el origen se descubre que Simone Biles se acerca a su primera actuación,

Biles realizó un ejercicio de suelo con un triple doble inicial, de una gran dificultad (6.800), pero sacó un pie en la recepción y fue penalizada. La nota final, 14.600, no gustó al público. en la barra de equilibrio­s. De vuelta la estadounid­ense al lugar del vértigo, pues hace tres años se despidió de Tokio 2020 en este mismo aparato tras un plan acortado por los fantasmas: la presión atenazó su cabeza y se bajó de las finales por equipos e individual.

La estadounid­ense lidera la gimnasia con una gracia natural, como si no. Que mide 142 centímetro­s, pero llena la escena como si midiera el triple. El ajetreo de alrededor cesa de inmediato. Nadie salta, nadie gira, nadie calienta, nadie se mueve, nadie habla. Se ha bajado el volumen de la música y de la grada; parece haberse encendido un escenario distinto, especial y único por el que desfila la exclusivid­ad. Es el turno de Biles. Y el planeta gimnasia se para.

Solo ella se mueve, impecable, firme, segura. Un 14.733 en su primera nota de París 2024 que la sitúa segunda tras la china Yaqin Zhou. Mano derecha dos veces al pecho al terminar. Estoy aquí. Biles ha vuelto.

Para brillar en individual y para hacer equipo: habla con las compañeras, mueve los hombros para bailar y despejarse, no para en la silla, observa, aplaude, anima, la primera en abrazar a Jade Carey tras una caída que la dejó fuera de los límites en su ejercicio de suelo. Y para remontar la puntuación del grupo, claro, que en este ejercicio es donde se nota que Biles juega a otro deporte que se llama gimnasia, pero porque no hay todavía otra denominaci­ón. La altura que alcanza, los giros que consigue, la valentía que se permite están en registros de otra liga superior, a pesar de un pie fuera en una recepción: 14.600, que se lleva el desagrado del público en forma de silbidos.

El reto contra sí misma todavía es más desigual en el salto. Levanta los brazos y dirige las emociones del personal como una directora de orquesta. Porque en esos pocos segundos de carrera, impulso y vuelo, la grada contempla un ejercicio matemático de ángulos, alturas y vértices que deja el aliento contenido hasta que el aterrizaje activa el botón de expulsar el aire y del aplauso apoteósico. En ella, sonrisa amplia, alegría y alivio, para un 15.800 de nota en el primer salto; un poco más seria en el segundo, 14.800. Hay unas molestias en la zona del tobillo izquierdo, y vendaje, pero ninguna intención de retirarse ahora que ha vuelto con toda la fuerza mental y física. Que esto es solo clasificac­ión (a cinco finales de seis), pero en el duelo contra la gravedad, Biles empuja todavía más los límites de lo posible. Sin vértigos ni fantasmas. Biles está aquí.

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