ABC (Sevilla)

El buque encallado que agita la geopolític­a en Asia

- JAIME SANTIRSO

El futuro aguarda agazapado en los lugares más insospecha­dos. Del mismo modo que la pandemia surgió en un anodino mercado de la ignota ciudad de Wuhan, un barco en descomposi­ción enclavado doscientos kilómetros mar adentro desde hace un cuarto de siglo bien podría provocar la Tercera Guerra Mundial. Con sus cien metros de eslora reducidos a apenas un cascarón, el BRP Sierra Madre, que participó en incontable­s batallas, lucha ahora una última y agónica contienda contra los elementos, pues su quilla representa el alfiler que sostiene el ‘statu quo’ en el mar de China Meridional, una espina clavada en el orgullo de la potencia emergente y sus hegemónica­s aspiracion­es.

La aventura de la nave comenzó en la otra punta del globo y con diferente nombre. A principios de octubre de 1944, los trabajador­es portuarios de Evansville (Indiana) botaron a aguas del río Ohio el buque de desembarco de tanques USS LST-821. Este navegó Misisipi abajo hasta Nueva Orleans, desde donde zarpó para participar en las operacione­s de Estados Unidos en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior ocupación de Japón. En 1946, habiendo cumplido su objetivo, regresó a la reserva.

Su descanso duró casi dos décadas, hasta que en 1964 el falaz incidente del golfo de Tonkín detonó la guerra de Vietnam. Renombrado en referencia a un condado de Carolina del Norte, el USS Harnett County volvió a levar anclas rumbo a Oriente. Allí acabó transferid­o a la Armada de Vietnam del Sur, donde pasó a denominars­e RVNS My Tho. Cada rincón de la nave, con capacidad para doscientos cincuenta marineros, fue aprovechad­o para evacuar a tres mil refugiados en vísperas de la caída de Saigón. Tras dramáticas circunstan­cias, arrió la bandera de un Estado que ya no existía y acabó por tomar tierra en la bahía de Súbic, Filipinas. Como parte del acuerdo para el desembarco el buque quedó bajo control del país, que lo rebautizó en honor de su mayor cadena montañosa: Sierra Madre.

Corría el año 1999 cuando el gobierno presidido por Joseph Estrada –su auténtico apellido es Ejército– lo encalló deliberada­mente en el banco de arena Ayungin, un atolón con forma de lágrima y casi tantos kilómetros de largo, veinte, como diferentes apelativos: Ren’ai Jiao para los chinos, Bai Co May para los vietnamita­s, Second Thomas Shoal para los angloparla­ntes. El Sierra Madre cumple desde entonces su misión final: la de resistir como puesto de avanzada y reafirmaci­ón de la soberanía filipina contra China y contra el tiempo.

Lucha de gigantes

Este bajío forma parte de las islas Spratly, un centenar de cayos y arrecifes donde colisionan las reclamacio­nes territoria­les superpuest­as de China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwán y Brunei. Todos los países, a excepción del último, controlan algún rincón frente a reclamacio­nes ajenas. Su relieve no incide solo en los bancos de pesca, en las rutas del comercio, ni siquiera en las reservas de combustibl­es fósiles, sino en aquella dimensión que permite salvaguard­ar todas a la vez: el archipiéla­go constituye una atalaya estratégic­a para blindar la supremacía militar en la región –en particular para China, que carece de salida oceánica expedita–.

Así, cada contendien­te esgrime sus argumentos. Filipinas, la tierra más próxima, reclama Ayungin de acuerdo a la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la cual fija la zona económica exclusiva de cada país en una franja marítima de doscientas millas náuticas desde la costa. China, por contra, reivindica una supuesta soberanía histórica –sus pescadores faenarían allí desde el siglo II a.C. y aparecería en mapas de la época– para imponer la a todas luces abusiva Línea de Nueve Puntos que rebaña las aguas por entero.

El árbitro ya ha hablado. En enero de 2013, Filipinas presentó una reclamació­n ante el Tribunal Permanente de La Haya, institució­n que en julio de 2016 falló a su favor, dictaminan­do que «no hay base legal para la reclamació­n de derechos históricos por parte de China». Países involucrad­os como Vietnam o Malasia han reconocido la sentencia; no así el régimen, que aguarda la resolución, no tan justa como efectiva, de otro juicio: la fuerza. A lo largo de la última década, China ha empezado a crear islas artificial­es militariza­das, dotadas de tropas, pistas de aterrizaje y puertos, en arrecifes vecinos como Fiery Cross o Subi.

Quebradizo, pero a flote

Entretanto el Sierra Madre persiste, fáctico y quebradizo. Lo hace gracias a misiones de reaprovisi­onamiento que surten a la decena de marineros a bordo de víveres y, más vital si cabe, materiales de construcci­ón. «La estrategia de Pekín consiste en esperar a que el barco se deteriore por causas naturales, y le preocupa que Manila busque fortificar­lo furtivamen­te para convertirl­o en un puesto de avanzada permanente», apuntaba semanas atrás un informe de la consultora Eurasia. «Informacio­nes recientes han confirmado estos temores, indicando que Filipinas habría logrado reconstrui­r parcialmen­te partes del buque abandonado».

Estas misiones se han convertido en escenario de escaramuza­s de intensidad creciente. El punto álgido –por ahora– llegó a mediados de junio, cuando los guardacost­as chinos desplegado­s ante el atolón abordaron naves filipinas blandiendo cuchillos y hachas, acción que dejó ocho heridos entre la tripulació­n. Desde entonces, la diplomacia ha calmado las aguas hasta timonear la semana pasada «un arreglo temporal para desescalar la situación». El incremento de la hostilidad coincide con un marcado alineamien­to de Filipinas con Estados Unidos desde que Ferdinand Marcos Jr. sucediera a Rodrigo Duterte al frente del país.

«A pesar de una reducción a corto

Aumentan los choques violentos alrededor del herrumbros­o barco Sierra Madre en las disputadas aguas del mar de China Meridional, representa­ción de la legitimida­d de Filipinas ante el expansioni­smo del régimen de Xi Jinping

El Sierra Madre resiste como puesto de avanzada y reafirmaci­ón de la soberanía filipina contra China y contra el tiempo

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El buque Sierra Madre, que Filipinas usa como puesto de avanzada // ABC
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