ABC (Sevilla)

La lección del Sena

- SILVIA TUBIO

SEVILLA AL DÍA

Nuestro río tiene aún mucho potencial que explotar

PASADA de sobra la resaca de la fiesta inaugural de los Juegos Olímpicos, si algo me quedó bien claro del show que montaron los franceses es su orgullo por la historia de su nación, sin complejos y le pese a quien le pese. Aquí en España vivimos en un permanente revisionis­mo de nuestros orígenes, que complica mucho que cualquier creador se atreva a hacer bandera simbólica de las conquistas y de las huellas imborrable­s que dejaron en la historia mundial compatriot­as nuestros que en muchos casos son sólo respetados más allá de nuestras fronteras.

Quitando esa envidia sana que me produjeron los franceses; bien es cierto que la ceremonia erró porque relegó a un quinto plano al elemento esencial sobre el que tuvo que pivotar la gala: el deporte y el olimpismo. París aprovechó la coyuntura para venderse como ciudad en el mundo una vez más, obviando que se estaba festejando la apertura de la gran cita deportiva. Y ese olvido consciente es causa de suspenso absoluto.

Eso sí, sacar la ceremonia de un estadio y llevarlo a la ciudad, fue ambicioso. A mí me gustó mucho esa puesta en escena sobre el río Sena. Un pasillo fluvial al que nada le debe envidiar nuestro Guadalquiv­ir, por muchos complejos que nos frenen a la hora de declararlo a viva voz. Nuestro río tiene mucho potencial aún por explotar. La ciudad debe mirar más hacía su cintura de agua donde no sólo residen posos de su historia. Ese espejo sobre el que se mira la ciudad es una seña de identidad que forma parte del ADN de la ciudad, reconocibl­e en todo el mundo. Es además una lámina de agua privilegia­da cuyo curso no debe ser sólo la autopista por la que atraviesen cruceros o barcos mercantes; debe ser también una pista deportiva para deportes acuáticos como el remo o el piragüismo; un escenario singular para espectácul­os y una atracción no sólo para los turistas.

Ya se dan iniciativa­s en este sentido pero aisladas y sin que formen parte de una estrategia global y bien definida. Se hace necesario que el río ser integre de manera definitiva en las políticas de la ciudad como un recurso de peso en oro. Pero eso, además, tiene que ir acompañado de mejoras evidentes que se deben realizar en el entorno de ese pasillo azul. Por ejemplo, el acceso al río por el tramo que discurre desde Torre Sevilla hasta los jardines del Guadalquiv­ir es muy precario. Esa fachada de la ciudad, que en su día se pensó como vergel botánico, roza el abandono institucio­nal a pesar de que los sevillanos insisten en darle vida cuando se les ve haciendo deporte.

Tampoco se vigila con especial celo la calidad de las aguas del Guadalquiv­ir. Sirva la lección que también ha dado el Sena en este sentido. Su estado ha generado polémica, cuestionán­dose que se pudieran realizar pruebas olímpicas en su curso. Eso es algo que bien podría ocurrirle al Guadalquiv­ir. Nuestro río puede ser explotado como pista deportiva de primer nivel para deportes acuáticos como ya hacen clubes locales. Ahora que todos miramos al deporte más allá del fútbol, toca reivindica­r que Sevilla resucite sus otros estadios olímpicos.

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