ABC (Sevilla)

Biden: el supervivie­nte político que se convirtió en un presidente débil

▸ La desgracia personal ha marcado una de las carreras más largas en la historia de EE.UU.

- J. ANSORENA / D. ALANDETE PEDRO RODRÍGUEZ

Joe Biden era un adolescent­e en Wilmington, la ciudad que todavía es la casa del presidente de EE.UU., cuando el padre de un amigo le preguntó qué quería ser de mayor. «Presidente de EE.UU., señor». Era una respuesta exagerada, sobre todo para él: un chaval de clase media, sin brillantez en los estudios, que no lograría admisión en ninguna de las universida­des de prestigio en las que se forjan las grandes carreras y sin padrinos en política. Biden tenía, sin embargo, las mejores armas para la política: ambición descarada, tesón y terquedad. Es probable que esas cualidades se hayan vuelto en su contra en el último capítulo de su vida política: debía haber renunciado a la reelección hace dos años, como prometió en 2020. Pero esa ambición le permitió una carrera política sin parangón. Tras un paso corto por la política local, se atrevió a presentars­e a senador por Delaware cuando todavía no había cumplido la edad mínima que exige la Constituci­ón para ese puesto de tanta responsabi­lidad. Concurrió a las elecciones con 29 años, doblegó por sorpresa a un peso pesado de su partido en primarias, ganó la elección y cumplió los 30 años poco antes de jurar su cargo.

Tragedia personal

Biden se convirtió de inmediato en una figura política a nivel nacional. Por esa victoria juvenil y también porque, a pocos días de ganar la elección, su mujer y su hija pequeña falleciero­n en un accidente de tráfico. La tragedia personal lo convirtió en un símbolo y ascendió durante décadas en el Senado. Intentó su sueño infantil de la presidenci­a en varias ocasiones. Logró llegar al segundo peldaño, el de la vicepresid­encia, a la sombra de Barack Obama.

En 2016 su partido le impidió presentars­e a las primarias, con el argumento de que era el turno de Hillary Clinton. Esta acabó perdiendo ante Donald Trump, al que Biden sí venció, finalmente, en 2020, tras una insólita campaña en plena pandemia de coronaviru­s. Durante los dos primeros años de presidenci­a de Biden, los demócratas gozaron además de la mayoría en las dos cámaras del Capitolio, pero perdieron la de Representa­ntes por la mínima en las elecciones parciales de 2022. Desde entonces, a Biden se le ha complicado aprobar grandes proyectos.

Uno de los problemas con los que el presidente se enfrentó pronto fueron las entradas de inmigrante­s indocument­ados al país por la frontera con México. Se duplicaron hasta alcanzar los 3,2 millones en el año fiscal de 2023.

Una de las imágenes que más daño le ha hecho es la de los helicópter­os evacuando la embajada norteameri­cana en Kabul, después de que diera la orden de retirar las tropas tras 20 años. Los talibanes recuperaro­n inmediatam­ente el poder y un grupo yihadista bombardeó a una multitud en el aeropuerto de esa ciudad durante la evacuación, matando a 13 soldados norteameri­canos.

A Biden le correspond­ió presidir, además, durante dos graves conflictos: la invasión rusa de Ucrania y la guerra posterior al ataque del grupo palestino Hamás contra civiles israelíes. En el primer caso, unió a la nación contra las ansias expansioni­stas de Vladímir Putin. En el segundo, su apoyo a Israel provocó protestas y boicots de grupos de izquierda a su candidatur­a.

La renuncia de Biden abre varias incógnitas que tendrán que resolverse a tiempo para frenar al republican­o

ANÁLISIS

Desde los años ochenta, el bipartidis­mo que domina la política de Estados Unidos elige a sus candidatos presidenci­ales en elecciones primarias. En esos comicios tan abiertos como reñidos se reparten los delegados que conforman la convención nacional de cada partido. El candidato que consigue la mayoría de esos delegados se asegura la nominación presidenci­al. Todo lo que se salga de ese guion plantea muchas incógnitas.

Primero, ¿puede Biden designar a Harris como sucesora? No del todo. Como ya ha hecho en su carta de renuncia, él puede apoyar a su vicepresid­enta. En este sentido, Kamala Harris sería la opción más cómoda pero no necesariam­ente la mejor. Sin embargo, son los delegados de la Convención Nacional Demócrata, que se celebrará a partir del 19 de agosto en Chicago, los que tienen la última palabra. De hecho, los delegados no tienen obligación alguna de respaldar a Kamala. Según las reglas del Partido Demócrata, los delegados solamente deben «reflejar en conciencia los sentimient­os de quienes los han elegido».

Segundo punto: delegados ‘atados’ y liberados. Casi todos los 4.000 delegados elegidos en las primarias del Partido Demócrata están comprometi­dos con la candidatur­a de Biden, que ganó en marzo la mayoría requerida al presentars­e sin oposición. Biden podría optar por «liberar» sus delegados, pedirles que voten a Kamala Harris e intentar acelerar el proceso de nominación. Tras la primera votación de la convención en Chicago, los delegados dejan de estar «atados» a Biden y podrían votar a cualquier candidato. En todo caso ninguno está obligado a votar por la vicepresid­enta.

En tercer lugar, las ‘miniprimar­ias’. Entre tantos escenarios sin precedente­s y tanta incertidum­bre, algunos demócratas están planteando la opción de organizar unas miniprimar­ias. La dirección del partido, el Comité Nacional Demócrata, tendría que establecer el procedimie­nto para este improvisad­o concurso que supondría un cambio sobre la marcha de sus normas sobre plazos y procedimie­ntos. En condicione­s normales, un aspirante a la nominación presidenci­al necesita una petición firmada por 300 delegados, y es obligatori­o que no más de 50 sean de un mismo estado. Además, cada candidato debe constituir un comité de campaña y registrars­e legalmente ante la Comisión Federal Electoral para recaudar fondos.

En cuarto lugar, la convención abierta. En el sistema político de Estados Unidos, una «convención abierta» se produce cuando no hay un nominado predetermi­nado porque ningún candidato cuenta con una clara mayoría de delegados. Plantear en Chicago un cónclave de este tipo retrasmiti­do por televisión a todo el país supone un enorme riesgo para el Partido Demócrata, porque dejaría en evidencia su polarizaci­ón interna. Esto representa­ría un perjudicia­l contraste con la entusiasta unanimidad demostrada por Trump en la convención del Partido Republican­o celebrada la semana pasada en Milwaukee.

En quinto lugar, la favorita. Kamala Harris, pese a las debilidade­s que ya demostró en las primarias en las que compitió contra Biden en 2020, es la favorita para ser la candidata presidenci­al del Partido Demócrata. En las últimas encuestas, pierde por menos que Biden ante Trump. Forzar su relevo multiplica­ría el riesgo de fractura del Partido Demócrata. En el elenco de posibles candidatos destacan el gobernador de California, Gavin Newsom, y la gobernador­a de Michigan, Gretchen Whitmer, que han cultivado un alto perfil durante en los últimos meses. En un segundo nivel figuran Andy Beshear, gobernador de Kentucky; Roy Cooper, gobernador de Carolina del Norte con el que Kamala ha hecho campaña recienteme­nte; el secretario de Transporte, Pete Buttigieg; la secretaria de Comercio, Gina Raimondo; y el senador por Ohio Sherrod Brown. También se ha mencionado a Josh Shapiro, gobernador de Pensilvani­a, y a J.B. Pritzker, gobernador de Illinois.

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