ABC (Sevilla)

No coja el teléfono

Algo no va bien, será que voy necesitand­o vacaciones

- YOLANDA VALLEJO

COMPLEMENT­O CIRCUNSTAN­CIAL

ESTE verano me hice el propósito de quitarme de Yolanda Díaz, entiéndame, hice el propósito de dejar de seguir sus aventuras y desventura­s en el Gobierno. He fracasado, tengo que confesarlo, porque nuestra vicepresid­enta nunca decepciona cuando se trata de ofrecer titulares –procuro no ir más allá, salvo que la cosa prometa- que ejercen sobre mí una atracción fatal. «Tenemos un país ciertament­e anómalo» ha dicho recienteme­nte, como si aquí nadie se hubiese dado cuenta de que las anomalías son el pan nuestro de cada en este país desde que nos gobiernan ellos y ellas. Alguien debería recopilar las ocurrencia­s de la eternament­e Yolanda antes de que se acabe la legislatur­a, sobre todo para que no se nos olviden, que la memoria es tan endeble y torticera como las últimas propuestas de la vicepresid­enta.

La última, ya lo sabe, ha sido la fantasía de reducir la jornada laboral. Y digo fantasía porque la idea parece prima hermana de aquella que proponía la eliminació­n del trabajo nocturno, ¿se acuerda? «trabajar de noche conlleva problemas para la salud», dijo entonces, alegando que estaba a favor «de la buena vida y de la vida buena» –como todo el mundo, dicho sea de paso-, lo que casi le cuesta un disgusto con el presidente y con la patronal de hostelería. O como cuando prometió la herencia universal de veinte mil euros al cumplir la mayoría de edad; o como cuando decía «no es normal que convoquemo­s reuniones en España a las 8 de la tarde». Qué quiere que le diga, intento quitarme, pero Yolanda Díaz nunca defrauda.

Aunque, eso sí, cada vez recula antes. Ni una semana le ha durado el empeño de la reducción de jornada. Ahora dice que prefiere «perder la negociació­n y llegar a un acuerdo», como si llegar a un acuerdo con la patronal y los sindicatos no fuese lo deseado en una democracia, sino un daño colateral a sus intencione­s. «Sé que estoy en una disyuntiva difícil», admite la vicepresid­enta que ya intuye el recorrido de su propuesta. Al menos, en esto lleva razón; y no solo en esto, porque Yolanda Díaz ha puesto el dedo, sin darse cuenta quizá, en la llaga que nadie quería destapar, porque cada vez está más infectada y porque cada vez necesitamo­s más eso que el Ministerio de Trabajo llama la desconexió­n digital.

Y es que de aquellos barros de la pandemia nos quedaron otros lodos, como la secuela de contestar a las llamadas del jefe, responder los correos electrónic­os o los menajes, sea la hora que sea, sin posibilida­d de computar ese tiempo como parte de la jornada laboral. Porque supimos librarnos de los operadores de telefonía móvil a la hora de la siesta, pero aún no hemos aprendido que nuestro tiempo de descanso es sagrado y que el trabajo es un castigo divino, que ya lo dice el Génesis.

Yo había hecho el propósito de quitarme de Yolanda Díaz, y ya ve, al final, le voy a dar la razón. Algo no va bien, será que voy necesitand­o vacaciones.

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