ABC (Sevilla)

El fiscal general debe dimitir

- POR SALVADOR VIADA BARDAJÍ

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

«La situación del fiscal general del Estado desde la admisión de la querella era difícil: como autor de un hecho que los jueces (y los querellant­es, y la mitad de la Junta de Fiscales de Sala) consideran delictivo tiene derecho a la defensa; pero como fiscal general tiene la obligación de establecer la verdad de lo ocurrido. Tiene que perseguir los delitos, pero no puede hacerlo, ya que el autor, si fuera delito lo que se le reprocha, es él» L Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha elevado una solicitud de asunción de la investigac­ión del fiscal general del Estado (FGE) por delito de revelación de secretos, dado que se trata de un aforado, ante el Tribunal Supremo. Será ese órgano el que decida o no continuar con la causa, en el caso de compartir el parecer jurídico del TSJM. El tema abochorna, ya que el FGE es quien debe velar para que la ley se cumpla en España, y no solo se le reprocha por un tribunal que no lo haya hecho, sino que se considera que puede haber cometido un delito de revelación de secretos, con grave violación de derechos procesales de un ciudadano vinculado a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Y, además, cometido cuando un vendaval mediático sacudía el entorno del presidente del Gobierno. Si el FGE no renuncia al cargo, le podemos llegar a ver en el acto solemne de apertura del Año Judicial, delante de Su Majestad el Rey, explicando, quizá, que él solo desmentía un bulo. Quiero explicar algunas cosas por las que creo que debe marcharse, incluso si no hubiera habido esa petición del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.

El pasado 15 de abril, el FGE, en una declaració­n institucio­nal expresada solemnemen­te en una toma de posesión de fiscales, justificó la nota emitida por la Fiscalía de Madrid, el anterior 14 de marzo, sobre las comunicaci­ones entre el abogado de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid y la Fiscalía, y sostuvo que «como FGE estaba informado de los acontecimi­entos y de la publicació­n de un comunicado que se limitaba a desmentir (…) informacio­nes falaces e interesada­s», asumiendo «la responsabi­lidad última de esa nota de prensa» y añadiendo que «no voy a tolerar que ningún fiscal tenga que soportar las consecuenc­ias del funcionami­ento transparen­te de la institució­n». Ocultó, sin embargo, el FGE en esa declaració­n institucio­nal datos muy importante­s que solo se han conocido después, tras la investigac­ión judicial: ocultó que no es que ‘estuviera informado’, sino que él mismo era el impulsor de la nota en cuestión. No explicó tampoco por qué no sacó la nota su propia oficina de prensa, y presionó a subordinad­os para que la sacara otra Fiscalía. En el momento de su declaració­n, el Colegio de Abogados de Madrid anunciaba una querella, y el perjudicad­o la había interpuest­o ya en fecha 21 de marzo contra dos fiscales.

El FGE sabía que esa querella no se dirigía contra todos los responsabl­es, porque el principal de ellos era él. Sabía eso y, sin embargo, no reconoció su propia autoría, aliviando la carga de esos fiscales (o, al menos, a uno de ellos, que se limitó a obedecer las órdenes a las que está obligado), y utilizó sus poderes en la institució­n para ocultar su responsabi­lidad. El FGE sabía, cuando hizo la declaració­n del 15 de abril, que él había ordenado a la fiscal superior

Ede Madrid («es imperativo sacarla», «nos van a ganar el relato») que publicara la nota. No es lo mismo «estar informado y asumir la responsabi­lidad última» que obligar a los subordinad­os a que actúen para sacar la nota, que es lo que en realidad hizo. El FGE fue reconocien­do mayor responsabi­lidad (incluso presentó el 10 de junio un escrito ante el TSJM, reclamando la remisión de las actuacione­s al Tribunal Supremo), pero eso ocurrió después de sus primeras intervenci­ones.

Antes del 15 de abril, el FGE, que sabía que era el responsabl­e de la nota, a pesar de anunciar que se abstenía de actuar como fiscal en este asunto, no reconoció su intervenci­ón directa a los fiscales encargados de la llevanza del caso abierto por la querella del perjudicad­o; al contrario, la ocultó. La secuencia de los hechos determinó que los fiscales del TSJM encargados del caso tuvieron varias reuniones en la Fiscalía General (¡incluso con los fiscales querellado­s!) y, finalmente, ante las órdenes reiteradas de la teniente fiscal del Tribunal Supremo de que pidieran el archivo del caso y su resistenci­a a ello, fueron –tras una muy dividida Junta de Fiscales de Sala, celebrada el 24 de abril– relevados de la llevanza del asunto.

Tampoco comunicó el FGE a la Junta de Fiscales de Sala que el autor directo de la nota había sido él mismo, ocultando otra vez un dato esencial a quienes habían de decidir sobre la actuación de la Fiscalía.

Esos datos, que evidencian la responsabi­lidad principal del FGE, se averiguan en la investigac­ión judicial. No los proporcion­a gallardame­nte el fiscal general, como por otra parte reclamó de la Fiscalía el juez instructor del TSJM: los ‘ whatsapp’ a la fiscal superior de Madrid, las conversaci­ones con la fiscal jefe de Madrid, el mismo origen de la nota, las órdenes al fiscal, al que sacan de un campo de fútbol para mandar los correos reservados, entre otros. Y es que la situación del FGE desde la admisión de la querella era difícil: como autor de un hecho que los jueces (y los querellant­es, y la mitad de la Junta de Fiscales de Sala) consideran delictivo tiene derecho a protegerse, a la defensa; pero como fiscal general tiene la obligación de establecer la verdad de lo ocurrido. Tiene que perseguir los delitos, pero no puede hacerlo, ya que el autor, si fuera delito lo que se le reprocha, es él. Y su posición es pésima para determinar si el hecho es delictivo o no. Son muchos los acusados que sostienen que lo que hicieron no es delito, pero no es suya la decisión de si lo es o no, naturalmen­te. Pero el FGE trata de librarse, él y los fiscales querellado­s, negando el delito en la nota, combatiend­o la investigac­ión. Así que opta por defenderse de la peor manera, incluso al coste de dañar la institució­n que dirige, subordinán­dola a sus intereses procesales y al sufrimient­o procesal de un fiscal. Sí, de un fiscal que soporta una querella (y busca un abogado, y declara como investigad­o) durante casi cuatro meses, ante el silencio del auténtico responsabl­e de los hechos. Por eso el FGE debe irse y, de paso, disculpars­e públicamen­te ante ese fiscal victimizad­o, y ante la Fiscalía entera. Mejor, debería haberse ido el día que se admitió la querella, sabiendo que, tanto si era delito lo publicado como si no lo era, el responsabl­e directo era él.

Es quizá procedente reseñar que esa situación del FGE afecta también al funcionami­ento de la Fiscalía. El art. 145 del Reglamento del Ministerio Fiscal establece que, cuando un fiscal aparece incurso en un procedimie­nto penal, el FGE podrá acordar su suspensión cautelar. La fiscal jefe de Madrid está en esa situación, pero, ¿cómo va a acordar su suspensión, analizando con imparciali­dad la cuestión, si él mismo es el autor último de la nota? Por último, ¿cree alguien que está la institució­n preparada para actuar con imparciali­dad en una causa penal contra el FGE, que se mantiene al mando, en caso de que el Tribunal Supremo admita la petición del TSJM?

Salvador Viada Bardají es fiscal del Tribunal Supremo y vocal de la APIF en el Consejo Fiscal

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