ABC (Sevilla)

El bañador y olvido

Casi nos da igual si Biden se jubila o no, si Begoña se traspapela otro rato, o si Morante resucita

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

CREO que fue Cortázar quien arriesgó que existían «los días entre paréntesis». Pues en eso estamos, en unos días de acotación, en unas jornadas de retranqueo, en unas horas vacantes, a orillas del almanaque mismo. Porque ahí viene el veraneo, o el ferragosto, palabra que ya no se emplea y que a mí me gusta. Casi nos va a dar un poco igual el menú previsible de incendios, porque si vas a pillar un recreo en Marbella, ahí quedas a salvo de todo, mientras no te pille un tiroteo de discoteca, eso sí, acaso con la figuración vivaqueant­e de Froilán al fondo, que es un zagalón que siempre aparece donde no toca. Y también casi nos da igual si Biden se jubila o no se jubila, si Begoña se traspapela otro rato, si Morante resucita, si resucita Puigdemont. Parece, en estos días de tiempo sin tiempo, que Putin se hubiera ido un momento a la piscina, dejando la guerra para pasado mañana, cuando los que estamos en la piscina somos nosotros, y en la guerra se siguen matando incluso las verdades, como siempre. Estos días son la víspera del ‘ferragosto’, palabra hermosa, sólida y recalidísi­ma, que viene a encerrar la ociosa copa festiva de mitad de agosto, pero que yo veo en vigor ahora mismo, cuando hemos dado por concluido el cabaré de la crispación, y la monarquía del bulo, y el pastón de los alquileres, y otras dolencias que pueden ir poniendo ustedes mismos. Ni nos interesan los sucesos, tan del estío. Todo está ahí, acechante, pero no, porque vivimos ‘el ferragosto’ al final de julio, y sólo nos ocupa el bañador, el rato de uso del bañador, que es un modo de olvido, tal y como va la vida que no va. El asco, y el embuste, y el hastío, han venido dando un museo de postales, en los meses últimos, pero cuatro ratos de alegrón de sangría, y tres de sombrilla mirando el horizonte resuelto, no nos los va a quitar nadie. Siquiera sea como premio frente a tanto mal calendario que pasa, que no pasa. Se llama ferragosto el alivio, y es una urgencia del ánimo. Bendito sea. Toca bañador, ajuar soleado del olvido.

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