Sánchez Monteseirín al carboncillo
Se cumplen 25 años del inicio del primer mandato del exalcalde socialista, y recuerdo que yo estuve allí
YO era bastante pipiolo cuando me incorporé como consultor de comunicación al proyecto del Plan Estratégico Sevilla 2010, que dirigía Manuel Marchena, hoy postulante a rector de la Universidad de Sevilla. Estuve varios años gestionando la comunicación de aquel proyecto a través de la consultora en la que trabajaba y hoy sigo trabajando (25 años, ahí es nada), y ahora que ha pasado bastante tiempo puedo decir sin remordimiento que nunca llegué a enterarme de qué iba realmente aquello. En mi descargo, añadiré también que no era el único: por encima de la hueca retórica académica que generaba aquel engendro, nadie acertaba a definir con precisión en qué consistía la cosa. Pero por aquel tiempo la milonga de los planes estratégicos urbanos era el gran mantra: no había municipio de España que no desarrollara el suyo, para mayor gloria y grosor de bolsillo de urbanistas y técnicos de planificación. Así que Sánchez Monteseirín no quiso quedarse atrás, aunque lo que fuera cogiendo forma ante sus narices y las nuestras resultara tan incomprensible y críptico como el famoso monolito que los primates contemplan al comienzo de ‘2001: Odisea del espacio’.
Aquel proyecto me dio la oportunidad de conocer en la distancia corta a Sánchez Monteseirín. Yo era el chico que, en todas las recepciones que el alcalde organizaba con colectivos ciudadanos en el Ayuntamiento de Sevilla para testar su opinión sobre la ciudad, tomaba notas para escribir comunicados informativos que después distribuíamos a medios de comunicación. Aquella distancia corta me permitió componer un dibujo del entonces alcalde bastante completo, para bien y para mal. Debo decir que lo bueno ganó a lo malo. Me pareció un político honesto, más allá de cierta propensión a la grandilocuencia. El Plan Estratégico era la moda, y también, siguiendo el ejemplo de ciudades como Bilbao -Guggenheim- o San Sebastián -Kursaal-, la promoción de llamativos proyectos con el objetivo de revitalizar zonas urbanas degradadas. De ahí vinieron las Setas de la Encarnación, sin ninguna duda el principal emblema de la gestión del exalcalde socialista. Aquí me pringo: creo que es el proyecto más ambicioso y que más ha contribuido a la modernidad de Sevilla desde la Expo 92. Lo mucho que nos costó y todavía nos cuesta siempre ha sido el principal reparo. Pero no conozco proyecto que hoy sea emblemático que en su día no sufriera incrementos de costes (a Aníbal González, la Plaza de España le costó el puesto; la Sagrada Familia todavía se está terminando). Los años han pasado, y creo que es justo reconocer que Sánchez Monteseirín hizo cosas buenas por la ciudad. Pero tuvo a su favor lo más importante: unos tiempos de bonanza económica que jamás volverán. Hoy un proyecto como las Setas resultaría impensable. Con lo de los planes estratégicos, seguimos.