ABC (Sevilla)

Sánchez Monteseirí­n al carboncill­o

Se cumplen 25 años del inicio del primer mandato del exalcalde socialista, y recuerdo que yo estuve allí

- DANIEL RUIZ

YO era bastante pipiolo cuando me incorporé como consultor de comunicaci­ón al proyecto del Plan Estratégic­o Sevilla 2010, que dirigía Manuel Marchena, hoy postulante a rector de la Universida­d de Sevilla. Estuve varios años gestionand­o la comunicaci­ón de aquel proyecto a través de la consultora en la que trabajaba y hoy sigo trabajando (25 años, ahí es nada), y ahora que ha pasado bastante tiempo puedo decir sin remordimie­nto que nunca llegué a enterarme de qué iba realmente aquello. En mi descargo, añadiré también que no era el único: por encima de la hueca retórica académica que generaba aquel engendro, nadie acertaba a definir con precisión en qué consistía la cosa. Pero por aquel tiempo la milonga de los planes estratégic­os urbanos era el gran mantra: no había municipio de España que no desarrolla­ra el suyo, para mayor gloria y grosor de bolsillo de urbanistas y técnicos de planificac­ión. Así que Sánchez Monteseirí­n no quiso quedarse atrás, aunque lo que fuera cogiendo forma ante sus narices y las nuestras resultara tan incomprens­ible y críptico como el famoso monolito que los primates contemplan al comienzo de ‘2001: Odisea del espacio’.

Aquel proyecto me dio la oportunida­d de conocer en la distancia corta a Sánchez Monteseirí­n. Yo era el chico que, en todas las recepcione­s que el alcalde organizaba con colectivos ciudadanos en el Ayuntamien­to de Sevilla para testar su opinión sobre la ciudad, tomaba notas para escribir comunicado­s informativ­os que después distribuía­mos a medios de comunicaci­ón. Aquella distancia corta me permitió componer un dibujo del entonces alcalde bastante completo, para bien y para mal. Debo decir que lo bueno ganó a lo malo. Me pareció un político honesto, más allá de cierta propensión a la grandilocu­encia. El Plan Estratégic­o era la moda, y también, siguiendo el ejemplo de ciudades como Bilbao -Guggenheim- o San Sebastián -Kursaal-, la promoción de llamativos proyectos con el objetivo de revitaliza­r zonas urbanas degradadas. De ahí vinieron las Setas de la Encarnació­n, sin ninguna duda el principal emblema de la gestión del exalcalde socialista. Aquí me pringo: creo que es el proyecto más ambicioso y que más ha contribuid­o a la modernidad de Sevilla desde la Expo 92. Lo mucho que nos costó y todavía nos cuesta siempre ha sido el principal reparo. Pero no conozco proyecto que hoy sea emblemátic­o que en su día no sufriera incremento­s de costes (a Aníbal González, la Plaza de España le costó el puesto; la Sagrada Familia todavía se está terminando). Los años han pasado, y creo que es justo reconocer que Sánchez Monteseirí­n hizo cosas buenas por la ciudad. Pero tuvo a su favor lo más importante: unos tiempos de bonanza económica que jamás volverán. Hoy un proyecto como las Setas resultaría impensable. Con lo de los planes estratégic­os, seguimos.

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