Otra reforma que pagará de su bolsillo
Es probable que la reducción de la jornada laboral sea otra reforma del tipo quiero y no puedo de Yolanda Díaz. De la misma manera que su reforma laboral, con la creación de los fijos discontinuos, no ha logrado reducir realmente la precariedad, sino trasladarla a un epígrafe distinto, la reducción de la jornada de trabajo repercutirá en las rentas de los trabajadores. Cualquier mejora del bienestar que no vaya acompañada de aumentos de productividad la terminamos pagando con rentas. Por eso llevamos casi todo el siglo XXI retrocediendo en ese aspecto en relación con la UE.
Economistas como Ignacio Conde Ruiz, Manu García o Luis A. Puch firmaron en diciembre pasado un estudio que confirma que la reforma laboral ha conseguido reducir la temporalidad en el empleo de manera contractual, pero no en la realidad: los antiguos precarios se han sustituido por ‘fijos discontinuos’, con la misma intermitencia y temporalidad que la figura anterior.
La cuestión es todavía peor. Antes, los empresarios sabían que podían acudir a la bolsa de precarios para encontrar un trabajador que, con suerte, se adaptara a sus necesidades, ahora basta con tenerlo en el régimen zombi de fijo discontinuo y contar con que lo tiene a su servicio incluso cuando no le puede dar trabajo. ¿Quién va a hacer fijo a alguien que tiene disponible como fijo discontinuo casi con toda seguridad?
Díaz quiere que nos olvidemos de su chapuza con la reducción de la jornada, una medida que tiene muchos adeptos. Sólo los países gobernados por la izquierda van en ese sentido. Las naciones que aún creen en la relación del trabajo y la productividad, no hacen más que aumentar las horas trabajadas (hay que ver Singapur o Tailandia). El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha pedido que la reducción de 40 a 37,5 horas semanales se diseñe con cuidado para mitigar su impacto en la producción. La reforma de las 35 horas en Francia pesa en la memoria.
La medida, además, añade presión a los costes laborales, un caladero al que Yolanda Díaz llega tarde porque José Luis Escrivá ya lo ha esquilmado para financiar su reforma de pensiones. Es llamativo que estos gobiernos progresistas, tan preocupados por la sostenibilidad medioambiental, crean que las empresas son un pozo sin fondo.