ABC (Sevilla)

El bono cultural no les ha comprado

Son capaces de votar a Alvise e irse luego de ‘festi’ de reguetón a costa de todos

- BERTA G. DE VEGA

PODEMOS criticar a los adolescent­es que se gradúan con vestidos para los Globos de Oro, por celebrar los 18 años como nunca, pero nos estaríamos criticando a nosotros mismos, que somos los que pagamos el vestido de lentejuela­s con raja de la falda estopera hasta la ingle o cerrar los bares para brindar con 18 velas, las mismas que en Rusia obligan a la mili y aquí a elegir entre la FP o la Universida­d de la titulitis. Aunque hay asuntos cruciales que podemos elegir antes de los 18: ya ha dictaminad­o el Constituci­onal que puedes decidir sin permiso paterno o materno si abortas o no, porque somos mujeres que escogemos a los 16, pero somos mujeres que no podemos fumar o tomar una caña a los 16. Nos podemos hormonar para transicion­ar siendo menores, pero la transición de casa a una excursión escolar sigue exigiendo de autorizaci­ón familiar. Porque, a la postre, el colegio se tiene que responsabi­lizar de lo que ocurra y el Estado no responde de los efectos de los bloqueador­es hormonales.

Hormonas rebeldes han podido estar detrás del voto a Alvise, aunque se pone el acento en sus seguidores de papeleta a estrenar en primeras elecciones y no tanto en los que atisbo en mi chat de COU de la quinta de Pedro Sánchez. Para los guais cientifist­as que dicen creer a pies juntillas las teorías del barbudo Sapolsky, que niega el libre albedrío, nadie sería responsabl­e de la elección a la hora de votar, por lo tanto no tendría sentido analizar sus decisiones. Pero sabemos que somos los únicos animales con sentido de la responsabi­lidad. Algunos.

Ahora que la victoria de los Celtics en la NBA me ha devuelto la nostalgia por aquellos días de duelos con los Lakers, repaso los consejos de Abdul Jabbar a los más jóvenes, en los que les decía que no aceptaran todos los desafíos. Esos «a qué no hay huevos». Y, sin temor a las consecuenc­ias, a falta de unos retos que pongan en peligro ni carrera ni vida, muchos se han lanzado al fácil «a que no hay huevos de votar a Alvise», botellón electoral.

La aplicación de incentivos es una de las sabidurías más complicada­s, como sabemos los padres de palo y zanahoria. En el caso adolescent­e, y les honra, tenemos a unos jovenzuelo­s que no se han dejado comprar por un bono cultural de 400 euros aprobado por el sanchismo feminista, inclusivo y de barreras digitales. Si algún gurú monclovita pensó que este segmento de demografía decrecient­e iba a votar al presidente de los festivales de música en Falcon a cambio de que los contribuye­ntes les compráramo­s entradas de conciertos en trenes gratis, se ha equivocado. Son capaces de votar a Alvise e irse luego de ‘festi’ de reguetón a costa de todos, sin sentirse obligados al agradecimi­ento al presidente de la música ‘indie’. Se pueden haber vuelto más horteras en las graduacion­es, más gastones en peluquería­s de pelados degradados pero también más impredecib­les en su voto y eso, qué quieren, me alegra por lo que tiene de fallo de diseño de incentivos desde Moncloa. No se han dejado comprar el voto con una paguita cultural que abonamos todos, a diferencia de los vestidos terribles de la graduación, que son optativos.

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