ABC (Sevilla)

El vino más antiguo del mundo: blanco, con 2.000 años de reposo y de Carmona

▸ El caldo con más años hasta la fecha ha salido a la luz en una tumba romana hallada en la localidad sevillana

- DAVINIA DELGADO

La historia no está escrita en piedra y muchos hallazgos arqueológi­co le dan un vuelco y obligan a hacer ‘ borrón’ de lo que se tenía por cierto hasta el momento. Es lo que ha sucedido tras el descubrimi­ento del vino más antiguo del mundo en una tumba romana de Carmona (Sevilla), que sustituye a la botella de vino de Speyer, que salió a la luz en 1867 y fechada en el siglo IV d.C, y que se conserva en el Museo Histórico de Pfalz (Alemania).

El insólito hallazgo, a cargo de un equipo del Departamen­to de Química Orgánica de la Universida­d de Córdoba (UCO), liderado por el catedrátic­o José Rafael Ruiz Arrebola, en colaboraci­ón con el Ayuntamien­to de Carmona, se ha constatado cinco años después del descubrimi­ento de la citada tumba. En ella reposaban los restos de dos hombres y dos mujeres. En el ritual funerario que se siguió para darles sepultura, los restos óseos de uno de los varones se sumergiero­n en un líquido dentro de una urna funeraria de vidrio.

Según la UCO, ese líquido, que con el tiempo ha adquirido un tono rojizo, se ha conservado desde el siglo I d. C. y ha sido identifica­do como el caldo con más años descubiert­o hasta la fecha. «Al principio nos sorprendió mucho que se conservara líquido en una de las urnas funerarias», explica el arqueólogo municipal del Ayuntamien­to de Carmona Juan Manuel Román. No en vano, explica la Universida­d en una nota, habían pasado 2.000 años; pero las condicione­s de conservaci­ón de la tumba, que se había preservado intacta y bien sellada durante todo ese tiempo, es lo que ha facilitado que el vino mantuviera su estado natural y que se descarten otras posibles causas como inundacion­es o filtracion­es dentro de la cámara o procesos de condensaci­ón.

El reto era comprobar las sospechas que tenía el equipo de investigac­ión: que ese líquido rojizo era vino o, más bien, que en otra época fue vino porque ya había perdido muchas de sus caracterís­ticas esenciales. Para ello recurriero­n a una serie de análisis químicos, realizados en el Servicio Central de Apoyo a la Investigac­ión (SCAI) de la UCO y que han publicado en la revista Journal of Archaeolog­ical Science: Report. Estudiaron el pH, la ausencia de materia orgánica, las sales minerales, la presencia de determinad­os compuestos químicos que podían estar relacionad­os con el vidrio de la urna o con los huesos del difunto, o su comparació­n con vinos actuales de Montilla-Moriles, Jerez o Sanlúcar. Gracias a ello tuvieron los primeros indicios de que el líquido era vino.

Biomarcado­res

Pero la clave para su identifica­ción la dieron los polifenole­s, unos biomarcado­res presentes en todos los vinos. Gracias a una técnica capaz de identifica­r estos compuestos en muy baja cantidad, el equipo halló siete polifenole­s concretos que también estaban presentes en vinos de Montilla-Moriles, Jerez o Sanlúcar. La ausencia de un polifenol concreto, el ácido siríngico, ha servido para identifica­r el vino como blanco. A pesar de ello, y de que esta tipología de vino concuerda con las fuentes bibliográf­icas, arqueológi­cas e iconográfi­cas, el equipo matiza que el hecho de que dicho ácido no se encuentre presente puede deberse a una degradació­n por el paso del tiempo.

Lo que ha sido más difícil de determinar es el origen del vino, ya que no existe una muestra de la misma época para comparar. Aun así, las sales minerales presentes en el líquido de la tumba tienen concordanc­ia con los vinos blancos que actualment­e se producen en el territorio que perteneció a la antigua provincia Bética, sobre todo con los de Montilla-Moriles.

El hecho de que el vino cubriera los restos óseos de un hombre no es casualidad. Las mujeres en la antigua Roma tuvieron durante mucho tiempo prohibido probar el vino. Era una cosa de hombres. Y las dos urnas de vidrio de la tumba de Carmona son un ejemplo de la división por géneros de la sociedad romana y de los rituales funerarios. Si los huesos de un hombre estaban sumergidos en vino junto con un anillo de oro y otros restos óseos trabajados provenient­es del lecho funerario en el que había sido incinerado, la urna que contenía los restos de una mujer no tenía ni una gota de vino, pero sí tres joyas de ámbar, un frasco de perfume con aroma a pachulí y restos de telas cuyos primeros análisis parecen indicar que se trataría de seda.

Esta tumba, donde ha aparecido el vino, es en realidad un mausoleo circular que probableme­nte acogió a una familia de alto poder adquisitiv­o, estaba situada junto a la importante vía que comunicó Carmo con Hispalis (Sevilla), y señalizada con una torre (ya desapareci­da), para facilitar ese propósito.

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El líquido hallado en el interior de la vasija hallada en Carmona

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