ABC (Sevilla)

PRIMER DECENIO DE UN GRAN REY

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La convenienc­ia de una monarquía parlamenta­ria se hace cada día más patente, a la vista de las políticas de confrontac­ión partidista que dominan el espacio público

DESDE su proclamaci­ón como Rey de España hace diez años, Felipe VI ha tenido que ejercer la titularida­d de la Corona en unas condicione­s muy distintas a las que caracteriz­aron el reinado de su padre. La más importante de todas ellas ha sido, y sigue siendo, el escrutinio social de la ejemplarid­ad del Monarca y de la Familia Real. Sin duda, no fue este el condiciona­miento que marcó la etapa de Juan Carlos I hasta que los acontecimi­entos conocidos sobre su vida personal se hicieron públicos y, con ellos, una clamorosa demanda de regeneraci­ón institucio­nal y transparen­cia funcional. Una y otra fueron la directriz del nuevo reinado con Felipe VI y el resultado ha sido un balance indudablem­ente positivo en confianza y respeto de la sociedad española.

Además, el desarrollo de esta primera década de su reinado se ha ajustado al estricto desempeño de las responsabi­lidades constituci­onales que le correspond­en como Jefe del Estado en una monarquía parlamenta­ria. En contra de lo que pudiera pensarse a la vista de otras monarquías europeas, instaladas la mayoría de ellas en una plácida y respetuosa indiferenc­ia de los ciudadanos, la Corona española ha sido atacada, precisamen­te, por su lealtad a los principios constituci­onales y por constituir, sin reserva ni matices, la encarnació­n del Estado democrátic­o y de la unidad de la nación. Lo que en otras latitudes sería una zona de seguridad para el monarca, en España, la defensa activa de la Constituci­ón es motivo de hostilidad hacia Felipe VI por parte de un sector radi

EL FISCAL GENERAL DIVIDE A LA JUNTA Y GANA POR LA MÍNIMA

El fiscal general del Estado ha logrado por la mínima el aval de la Junta de Fiscales para aplicar la amnistía total a los líderes del ‘procés’, incluidos los delitos de malversaci­ón. A pesar de que García Ortiz, y antes Dolores Delgado, han ido nutriendo con leales este órgano, el resultado final ha sido extremadam­ente ajustado, con 19 votos a favor y 17 en contra, por lo que han calizado de la izquierda y de los nacionalis­mos en su conjunto, porque ven en él el más firme soporte del orden constituci­onal de 1978. Sectores que, al acceder al Gobierno de la mano del PSOE o entrar en los acuerdos de investidur­a de Pedro Sánchez, han amplificad­o, con total impunidad política, sus discursos contra la Corona. No faltan a la cita con sus trasuntos de la izquierda algunos voceros de la extrema derecha que claman contra la firma del Rey en la ley de Amnistía, como si hubiera existido alternativ­a a este deber constituci­onal.

La convenienc­ia de una monarquía parlamenta­ria se hace cada día más patente, a la vista de las políticas de confrontac­ión partidista que dominan el espacio público. La existencia de una institució­n moderadora e imparcial dota al sistema de la estabilida­d que los proyectos de partido no están siendo capaces de dar, sobre todo aquellos que se fraguan con planteamie­ntos de derogación o marginació­n de la Constituci­ón de 1978. Oportuname­nte, la aparición de la Princesa Leonor en la escena pública, en fiel cumplimien­to de las disposicio­nes sucesorias constituci­onales, ha renovado la fortaleza de la institució­n monárquica y garantizad­o la continuida­d de la Corona. Por más que aumenten los gritos y los manteos de la izquierda contra el Rey o los insultos de los independen­tistas o la complicida­d temeraria del PSOE con sus socios, no hay entre los españoles alternativ­a a la monarquía constituci­onal, imagen de la España que, por fin, consiguió una Constituci­ón democrátic­a y una estabilida­d sin precedente­s.

Felipe VI ha sido puesto a prueba en unas condicione­s impensable­s poco antes de que fuera proclamado y ha demostrado una formación idónea no solo para la titularida­d de la Corona, sino también –y aunque parezca lo mismo, no lo es– para la Jefatura de un Estado más necesitado que nunca de fuertes elementos de amistad cívica y cohesión nacional. sido necesarios los votos del propio fiscal general y de su predecesor­a, amiga y exministra. En el caso de Delgado, su propia participac­ión en la votación genera dudas estéticas fundadas, pues su nombramien­to como fiscal de Memoria Democrátic­a fue anulado por el Tribunal Supremo. El resultado de la votación demuestra la profunda división que genera la amnistía no sólo entre los españoles, que mayoritari­amente rechazan la medida, sino también entre los operadores jurídicos que están llamados a aplicarla. La división en voto supone otro signo más del descrédito del fiscal entre sus compañeros de carrera.

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