ABC (Sevilla)

Política de la buena

No le vendría mal volver a sus orígenes y escuchar

- YOLANDA VALLEJO

COMPLEMENT­O CIRCUNSTAN­CIAL

HACE apenas dos años —lo poco que duran las cosas en este país— la eternament­e Yolanda presentaba su nuevo juguete que, según ella no iba de partidos ni de siglas —no ni ná— sino de «pensar un país mejor». Lo suyo ha sido una historia de pensamient­o, de palabra y de omisión, porque de obra más bien ha hecho poco, aunque ahora diga que la pantomima de irse o no irse, es hacer «política de la buena». Ha aprendido en la escuela de Pedro Sánchez, sin duda, y es una alumna aventajada. Me voy, pero solo un poco es, al parecer, pedagogía —no sé si de la buena o de la mala— y en eso anda nuestra vicepresid­enta, en la pataleta de niña mimada que, como no tiene lo que quiere, anda buscando culpables. En eso anda. Bueno, en eso, y en salvar su sillón ministeria­l porque, para ella, una cosa no tiene que ver con la otra, ni el nefasto resultado electoral de su formación política le impide seguir siendo la vicepresid­enta del Gobierno.

El pasado jueves se reunían los ochenta miembros del grupo coordinado­r de Sumar para ver que hacían con los trozos que han quedado de aquella formación política, del juguete de Yolanda Díaz, después de la debacle en las elecciones gallegas, el fracaso en las vascas y el ridículo que han hecho en las europeas, abriendo «un proceso de reflexión tranquilo», según Urtasun, que les ha llevado a nombrar, de manera temporal, una especie de apaño a cuatro bandas, a la espera de contar con una coordinaci­ón colegiada, que salga de la asamblea prevista para el otoño. El verano, ya sabe, está para otras cosas y no para trabajar. Que la política de la buena también sabe de calendario­s, de vacaciones y de días libres y los asuntos pendientes ya se verán cuando sea, o cuando se pueda.

Tan lejos queda aquel 2022 en el que Yolanda Díaz hablaba del proceso de escucha y de su proyecto Sumar —«Voy a recorrer todo el país, a ensanchar la mirada, a escuchar a todos los colectivos posibles»— que ya ni siquiera nos acordamos de sus proclamas, «el nacimiento de la nueva esperanza», «levantar una propuesta de país», y los mensajes de apoyo que, según ella, le llegaban desde todos los puntos del país. Ella, decía, estaba para poner la oreja. No sé si ha perdido la costumbre de hacerlo o si la pedagogía inversa que utiliza le impide distinguir las voces de los ecos. Pero no le vendría mal volver a sus orígenes y escuchar.

Escuchar a un electorado que no es que la haya castigado en las urnas, sino que la ha relegado a una octava posición, en cuanto a número de diputados y a votos en las últimas elecciones. Lo que viene siendo un desastre, quiera ella o no quiera. Porque hacer política de la buena no es garantizar­se un sueldo a fin de mes, es tener la decencia de mirarte al espejo cada mañana y preguntart­e, al menos, por qué no te votan.

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