ABC (Sevilla)

…Y lo que haga falta

- IGNACIO CAMACHO

UNA RAYA EN EL AGUA

El concierto fiscal de Cataluña es tan inconstitu­cional como la amnistía. (Risas). Y su inviabilid­ad será la misma

HA sido decir la ministra de Hacienda que el concierto fiscal de Cataluña es una línea roja para el Gobierno y oírse por todo el país un coro de risas, empezando por las de los dirigentes separatist­as. Sostiene Sánchez, y María Jesús Montero ratifica, que se ofrecerá una financiaci­ón «singular» para pactar la investidur­a de Illa, pero que el régimen especial –léase trasunto del sistema vasco– no es factible porque la Constituci­ón lo imposibili­ta. Más carcajadas entre el respetable y una voz en el gallinero que apostilla: exactament­e igual que la amnistía. Nadie en España duda de que habrá concierto, y cupo, y Hacienda propia y lo que haga falta si el acuerdo con Esquerra lo necesita. Y llegado el caso, se encontrará algún eufemismo para evitar los celos del PNV y aplacar a los reticentes barones socialista­s. Qué más da, «chiqui», si esto de la financiaci­ón autonómica no se entiende y al final los miles de millones se ponen y se quitan con un poquillo de maquillaje en las estadístic­as.

De momento ya está asumido que el Estado se va a hacer cargo del primer montante de deuda catalana: quince mil millones a corto plazo que serán prorratead­os en el pasivo de todos los ciudadanos. Condonació­n por endoso: otro malabarism­o semántico. Sobra dinero con el incremento recaudator­io que la inflación ha provocado. Eso es sólo el aperitivo mientras se negocia el apaño al que el presidente ha otorgado carácter prioritari­o porque es la condición ‘sine qua non’ de la continuida­d de su mandato. Al lado de ese bien mayor, a quién le importa que se trate de un claro privilegio desigualit­ario; a ver qué antifascis­ta fetén se atreve a poner reparos a un trato que puede estirar la legislatur­a plurinacio­nal de progreso al menos un par de años. El único problema puede venir de los propios ‘indepes’, gente de mal conformar que en seguida pide el siguiente paso. Pero si exigen el referéndum tampoco será cuestión de negárselo, al menos en forma de compromiso abstracto para ir tirando.

Con una oposición más sólida y estructura­da, que no es el caso, sí existiría un riesgo grave: el surgimient­o de una movilizaci­ón institucio­nal y en la calle de las autonomías gobernadas por los populares. A día de hoy, sin embargo, es poco probable que el PP disponga de cohesión suficiente para organizar y coordinar un frente de resistenci­a en sus trece comunidade­s. Ese enorme contrapode­r, un capital político clave, se ha mostrado incapaz hasta ahora de poner en aprietos serios a Sánchez, ni siquiera de crearle dificultad­es que aceleren su desgaste. Si hubiese en la derecha visión estratégic­a de largo alcance, la fuerza de las regiones no nacionalis­tas podría impedir –como en 1980– el diseño encubierto de un Estado de dos velocidade­s basado en planteamie­ntos confederal­izantes. Es tiempo de demostrar si la hay o no la hay, pero ha de ser antes de que resulte demasiado tarde.

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