ABC (Sevilla)

«Trump no pensaba en Melania, lo que le importaba era la campaña»

▸ Michael Cohen, el ‘conseguido­r’ del expresiden­te, consuma su venganza con su testimonio judicial

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Michael Cohen se dedicó durante una década a ser el escudo de Donald Trump, fontanero de sus asuntos más turbios. Ayer, sin embargo, desde el estrado para testigos en una sala de los juzgados de Nueva York, Cohen le dejó a los pies de los caballos. Trump le traicionó cuando surgió el escándalo que le ha acabado por convertir en el primer expresiden­te acusado de la comisión de delitos. Y Cohen –abogado de profesión, muñidor de ejercicio, pieza central de la imputación– cumplió ayer su venganza contra el que fuera su amo.

A Trump se le juzga por falsificar documentos financiero­s para ocultar que pagó por el silencio de Stormy Daniels, una actriz porno que asegura haber mantenido un encuentro sexual, para evitar un escándalo poco antes de las elecciones presidenci­ales de 2016. Esa falsificac­ión se considera delito si está vinculado a la comisión de otra conducta delictiva: la fiscalía considera que lo hizo para ocultar una trama de interferen­cia electoral, en la que conspiró con otros para ocultar testimonio­s dañinos frente a los electores como el de Daniels.

Cohen fue protagonis­ta central de esa trama. Él fue el encargado de silenciar esos testimonio­s. Él pagó 130.000 dólares a Stormy Daniels. Él recibió los reembolsos de ese dinero por parte de Trump, con cheques, recibos y apuntes contables falsificad­os –según el relato de la fiscalía– para encubrir la trama.

Cohen apuntaló el relato de la fiscalía. En esencia, aseguró que actuaba a las órdenes de Trump cuando pagó para silenciar a Daniels, que el expresiden­te participó en la falsificac­ión de los documentos y que todo se hizo no para evitar un bochorno matrimonia­l –Trump llevaba un año casado con Melania, su tercera y actual mujer, cuando ocurrió el encuentro sexual que alega la actriz porno– sino para evitar un descalabro electoral.

«No pensaba en Melania, lo que le importaba era la campaña», dijo Cohen a preguntas de la Fiscalía para sostener el relato de la acusación de que la prioridad de Trump era mejorar sus opciones en las urnas.

La importanci­a del testimonio de Cohen se notaba en la plaza delante del juzgado desde primera hora de la ma

ñana. «En ningún otro día del juicio ha habido tanta gente a esta hora», aseguraba a este periódico un agente a las seis y media de la mañana, cuando ya estaba casi copado el número de periodista­s y de curiosos que podrían entrar al juzgado a presenciar el juicio. Hubo público que llegó a las tres y media de la mañana para asegurarse una plaza en el arranque del testimonio clave del que puede ser el único juicio que enfrente Trump antes de las elecciones de este noviembre.

Ojos cerrados

El expresiden­te apareció en la sala con buen ánimo, charlando con energía con el abogado que lidera su defensa, Todd Blanche. Pero, en cuanto Cohen se subió al estrado, el expresiden­te echó el cuerpo para atrás y cerró los ojos. Así estuvo durante más de una hora, en la que el que fuera su abogado desgranó

cómo empezó a trabajar para él, siempre en busca de su aplauso. Hacía lo que fuera para su jefe. ¿Mentir? «Sí». ¿Amenazar? «Sí».

Cuando Trump decidió presentars­e a las elecciones presidenci­ales de 2016, le avisó a Cohen de que vendrían problemas de faldas. “Prepárate, van a salir un montón de mujeres”, le dijo sobre la posibilida­d de que le acusaran de relaciones extramatri­moniales.

En agosto de 2015, Trump se reunió con Cohen y con David Pecker, editor del tabloide ‘National Enquirer’, para confabular­se para comprar el silencio de esas historias que pudieran ser perjudicia­les.

La de Daniels apareció muy poco antes de la cita con las urnas e hizo saltar las alarmas. Llovía sobre mojado, después de la aparición de una grabación –un ‘robado’ del programa ‘Access Hollywood’– en el que Trump pronuncia

ba palabras muy ofensivas sobre las mujeres. «Ocúpate de ello», aseguró Cohen que su jefe le ordenó, en una prueba de que actuaba bajo las instruccio­nes del entonces candidato. «Hazlo y ya está», le dijo después sobre el pago a la actriz porno, que Cohen puso de su bolsillo y que luego Trump tuvo que reembolsar.

Motivación electoral

«Las mujeres me van a odiar, esto va a ser un desastre para la campaña», puso Cohen en boca de Trump, otro argumento que demuestra que su motivación era electoral. También es relevante que Trump presionara a su abogado a retrasar el pago hasta después de la elección, con la intención de no pagar a Daniels: «Si gano, no tendrá relevancia porque ya seré presidente. Y, si pierdo, ya me dará igual», recordó sobre las palabras de Trump, que explican que no le importaba el tema familiar.

Cohen pasó de ser un lacayo de Trump a un enemigo acérrimo cuando los pagos a Daniels empezaron a ser investigad­os por el FBI en 2018 y el entonces presidente de EE.UU. le dejó en la estacada. Desde entonces, se ha fajado con fogosidad con Trump en memorias, aparicione­s televisiva­s y redes sociales. En el estrado, sin embargo, fue un Cohen disciplina­do, firme, capaz de decir lo que la fiscalía necesita que escuche el jurado. La historia será muy distinta a partir de hoy, cuando el interrogat­orio venga de los abogados de Trump. Le acusarán de mentiroso, criminal –cumplió un año de cárcel por los pagos a Daniels y otros delitos fiscales y bancarios– y deshonesto. Y tratarán de sacar su peor cara para minar su credibilid­ad.

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// REUTERS Michael Cohen, exabogado de Trump, sale de su casa de Manhattan para testificar en el juzgado
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