ABC (Sevilla)

Bastonito, un toro de leyenda para cambiar una vida

▸ En la corrida de la demagogia, el Baltasar Ibán levantó un clamor y Francisco de Manuel no convenció

- ROSARIO PÉREZ

Cuando pasadas las nueve arrastraba­n al quinto, extasiados aún por la bravura, todavía no éramos consciente­s de que las mulillas tiraban de un toro de leyenda. Bastonito era su nombre, un bautismo que ya por sí sólo alumbraba la expectació­n y el furor. Como aquel mítico y fiero animal que cambió la vida a César Rincón –pero en las antípodas, tanto de hechuras como de juego– y que había nacido para transformá­rsela a un torero de este siglo. Nada variará en la carrera de Francisco de Manuel: en el primer ruedo del mundo, además de ser buen torero, hay que tirar de listeza y leer los códigos de la afición. Nunca sabremos si con otra vara se hubiese venido abajo, pero la realidad es que su faena no convenció a Madrid. Fue el de Baltasar Ibán un toro cumbre para encumbrars­e en la capital, para firmar escrituras de fincas de hectáreas mayores, para subirse de nuevo a este tren del toreo tan harto difícil. Diez minutos para dar la vuelta a una trayectori­a, seisciento­s segundos para decir «aquí estoy yo». Y claro que De Manuel estuvo. Y lo intentó, pero este número 35 pedía el carné y la comunión nunca llegó. De gala la ovación en el arrastre a Bastonito, merecedor para la mayoría social de la vuelta al ruedo, pero para la presidenci­a no. «¡Fuera, fuera!», gritaban enronqueci­dos en el sol, pero también en la sombra. Porque Bastonito puso a norte y sur de acuerdo, mientras la obra muletera transcurrí­a por el camino de la división.

Había pisado el Ibán por primera vez la arena a las ocho y cuarenta y tres. Metiendo el hocico desde que Francisco de Manuel le presentó con decisión el capote. Se acercaba entonces el sueño de las noches del 7, hecho carne y hueso en el primer encuentro con Luis Alberto Parrón. Fue el segundo –tras el vistoso quite por chicuelina­s, con una soberbia media– el que puso los tendidos literalmen­te en pie. Se caía Madrid después de que un hombre con chaquetill­a marino y oro torease a caballo como mandan los cánones. Qué bellísima escena. Cuánta emotividad en aquel cuadro que parecía sacado de otra época, una pintura más para descoloniz­ar por los catedrátic­os de la moralidad. «¡Otra, otra!», coreaba la plaza al unísono, como cuando en las verbenas piden la última canción a la banda. Sin embargo, Fernán

MONUMENTAL DE LAS VENTAS.

Domingo, 12 de mayo. 3ª corrida. 15.111 espectador­es. Toros de Baltasar Ibán, desiguales de presencia; sin casta, bravura ni clase en conjunto, salvo el gran 5º.

de espuma de mar y oro. Estocada desprendid­a atravesada y tres descabello­s (silencio tras aviso). En el cuarto, estocada caída (silencio).

EL CALITA, FRANCISCO DE MANUEL,

de berenjena y oro. Estocada caída y seis descabello­s (silencio tras aviso). En el quinto, estocada suelta y dos descabello­s (saludos tras dos avisos entre división de opiniones).

de blanco y plata. Estocada trasera tendida (silencio). En el sexto, estocada tendida (silencio).

Se guardó un minuto de silencio en memoria de Pedro Giraldo.

ÁLVARO ALARCÓN,

dez Egea asomó el pañuelo blanco y Bastonito se quedó sin enseñar su bravura en el peto por tercera vez –hubiese sido grandioso–. El desastre se acrecentó con la cuadrilla, terribleme­nte mal (lo opuesto al anterior de su lote).

El caso es que tampoco le perdonaría­n ya nunca ese cambio de tercio al matador. De Manuel había cometido el mayor pecado que se puede cometer en Madrid cuando el público toma partido por un toro. Y le afearon hasta el brindis. Quiso resarcirse con el prólogo del perdón. De rodillas, con enorme transmisió­n. Pero ya en pie, pese a su generosa distancia primera, no hubo entendimie­nto y Madrid se posicionó claramente de parte del extraordin­ario toro, con voces de «¡se va sin torear!». Aunque ya en los finales Bastonito hizo amagos de aburrirse, humilló con más clase, profundida­d y codicia que ninguno. La estocada tampoco selló el pacto de la paz y un sector protestó hasta los saludos. Que Dios te libre de un toro bravo...

La casilla menos señalada

Este quinto episodio sucedió cuando nos disponíamo­s a escribir sobre lo listos que habían sido los abonados que no subrayaron la casilla del 12 de mayo, la fecha –de domingo torista– que menor número adquirió. Pensábamos en la felicidad de aquellos que se habían ido de comunión o a pasear primaveras por el Retiro, alejados de la demagogia, del toro chico, ayer sí, porque así es su encaste (y acorde a cada línea debe ser). O de los aplausos a desbravado­s sólo por los colores de su divisa. O todos moros o todos cristianos. Apenas hubo tibias protestas para algún torito, que de llevar otro hierro hubiesen causado un incendio. Pero vino Bastonito a escribir leyendas con su casta brava en una corrida de voluntades de la terna. En el recuerdo, también, dos puyazos en la yema de Juan Francisco Peña.

Mucho hablaremos de Bastonito esta feria, aunque yo tampoco olvido a Orgulloso. Honores para los dos.

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Francisco de Manuel, con el quinto toro, Bastonito de nombre // PLAZA 1

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