La violencia en las parejas adolescentes se ejerce por parte de los dos miembros
▸Las chicas agreden y humillan con presión psicológica y los chicos, por la vía sexual. La pornografía es un factor desencadenante con mucha frecuencia
Más allá de la ideología y el sesudo debate social al que debe conducir la existencia de violencia en el seno de una pareja, con datos empíricos en la mano, la ciencia ha determinado que los adolescentes que manifiestan tener una relación tóxica sufren y ejercen esa violencia de forma bidireccional. Dicho de otro modo, la violencia «es mutua» en un alto porcentaje: nada menos que entre el 56% de los participantes de un estudio longitudinal (con datos cualitativos y cuantitativos) que afirmaron vivir situaciones violentas en su noviazgo. La muestra de esta investigación, encargada por el Instituto de Salud Carlos III de Madrid y que está desarrollando la Universidad de Navarra, está compuesta por 2.583 jóvenes de 23 centros educativos del país (públicos, privados y concertados) que contestaron a un cuestionario autoinformado. Las conclusiones se extraen de aquellos que reconocen tener una relación sentimental activa.
Junto a ese elevado indicador de reciprocidad, el trabajo ‘Determinantes de la violencia de pareja en adolescentes (VPA). Prevención desde el ámbito escolar’ refuerza lo ya exhibido por algún estudio anterior acerca de que el tipo más frecuente de violencia que se da en las primeras parejas es la psicológica, seguida de la sexual. La física es la menos usual. Y demuestra que ellas ejercen más la presión y el control psicológicos; ellos, recurren más a la violencia sexual y la física leve (hematomas y abrasiones).
En este sentido, cabe contextualizar que uno de cada tres jóvenes consideran «inevitables o aceptables» actos como controlar los horarios y las salidas de la pareja. «Gritos, insultos o críticas (en persona, por el móvil y por redes sociales), menosprecios y humillaciones a la pareja, impedirle ver a su familia y a sus amistades, llamar o mandar mensajes continuamente para controlar qué hace, dónde o con quién está, amenazas relacionadas con dejar la relación cuando se discute, imposición de reglas sin contar con la opinión del otro, revisión del móvil sin permiso, control de lo que hace en redes y geolocalizarle» por mensajería instantánea son respuestas que dan ellos y ellas sobre lo que le hacen o les hace el otro miembro de esa relación a todas luces insana.
Tal y como refrenda en videoconferencia desde México el investigador principal del estudio, Alfonso Osorio, se han contrastado los resultados de este informe con otros países de nuestro entorno y de Iberoamérica y «son bastante parejos». «Percibimos lo mismo», enfatiza. Osorio, profesor titular de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra, despoja de sesgos la discusión sobre «esta violencia recibida y ejercida» entre los jóvenes. «Hay un sector de la población empeñada en poner al varón como el malo de la película. Pero con prejuicios no se va al fondo de la cuestión. Creo que no se trata el asunto con rigor científico», responde a la interpelación de ABC. Además, remarca que hasta la terminología que se usa es igualmente «imprecisa», porque la literatura científica –la fórmula inglesa– se decanta por denominarla «violencia de pareja»; no intrafamiliar, doméstica o de género, que simplifican o reducen mucho el problema, en su opinión.
Los disparadores
Los datos recopilados en esta investigación financiada por el Ministerio de Ciencia se ha plasmado por el momento en una guía preventiva que pretende evitar este tipo de violencia y aleccionar a profesores, familias y los propios jóvenes poniendo en marcha una serie de dinámicas. Implicar a todos en la lucha contra esta violencia es importante porque el trabajo se detiene también a analizar cada factor que interfiere en que la violencia de pareja se dispare o no, y en cómo se puede blindar a los muchachos. Entre esos factores que desgrana uno bastante lógico es que tanto en chicos como en chicas, moverse en un ambiente repleto de estereotipos de género y actitudes sexistas como el desprecio al físico ajeno se